Y yo quiero ser...Astrónomo
(Por
Benjamín Montesinos Comino)
Escucha música mientras lees, vete al final.
Nunca he
tenido un telescopio de aficionado. Mucha gente se extraña cuando le cuento que
mi acercamiento a la astronomía no se hizo como el de otros compañeros, que se
iniciaron de jóvenes en agrupaciones de astrónomos aficionados, o que tenían en
casa un pequeño telescopio con el que escrutar el cielo.
Tampoco -¡y
esto extraña aún más!- conozco de memoria las constelaciones. Aparte de las más
famosas y evidentes, siempre tengo que consultar para identificarlas un
planisferio celeste, o ahora, en esta era digital, cualquier aplicación de
móvil de las muchas que te guían por el cielo nocturno. He asistido a algunas
observaciones con aficionados que me dan mil vueltas en el conocimiento
cartográfico del cielo.
¿Cómo he llegado entonces a ser astrónomo?
Mi interés por
la astronomía se gestó primero a través de la lectura. En casa teníamos las
típicas enciclopedias en tomos y en ellas fue donde comencé a leer artículos
que describían el cielo, los fenómenos físicos que determinan el brillo de las
estrellas, cómo se descubrió la expansión del Universo… A partir de ahí, con
mis pequeños ahorros, compré algunos libros, como “El Universo” de Isaac
Asimov, o “Los tres primeros minutos de Universo” de Steven Weinberg… Ahora que
escribo estas líneas creo que tuve una aproximación “astrofísica”, más que
“astronómica” a esta apasionante rama de la física.
El espaldarazo
definitivo creo que se gestó cuando en televisión emitieron por primera vez la
serie “Cosmos” de Carl Sagan (Fig. 1). En aquella época, al comienzo de los
años 80, supuso una revolución en el aspecto de la divulgación científica,
tanto por los contenidos, como por el carisma del autor. Con unos efectos
especiales que hoy cualquier joven consideraría limitados, pero con unos temas
profundos, bien hilados, y contados con mucha pasión e inteligencia, creo que
no solo a mí, sino a muchos otros compañeros, nos empujó a estudiar
astrofísica. A veces, después de una charla divulgativa, los asistentes me
piden que les recomiende algún libro para iniciarse… Mi respuesta es
invariable: corran y consigan “Cosmos”, obviamente no contiene los descubrimientos
que se han hecho en los últimos cuarenta años, pero el texto es tan inspirador
que al leerlo uno queda atrapado para siempre en este fascinante mundo (como
ejemplo leed el capítulo “Quién habla en nombre de la Tierra”...).
Fig. 1. Carl Sagan y la portada de su libro “Cosmos” (1980). Este gran divulgador, con su estilo y la potencia de su mensaje, cambió a muchas personas la visión del universo y del propio papel y presencia de la raza humana dentro de él. También inspiró –como fue en mi caso- a una generación de astrónomos que nunca le estaremos lo suficientemente agradecidos. (Crédito: Sakman Hameed, Express Tribune Blogs).
Mi camino
Estudié
Ciencias Físicas en la Universidad Complutense de Madrid. Me interesaban todos
los campos, y aunque al comenzar la carrera estaba abierto a cualquiera de las
especialidades, mi prioridad era la astrofísica. En aquellos tiempos la carrera
duraba cinco años y era en los dos últimos cursos donde se escogía la
especialidad. Cada curso tenía ocho asignaturas cuatrimestrales, todas ellas
bastante intensas. Al terminar hice la Tesina de Licenciatura. Algo curioso y
que, sorprendentemente, condicionó mi vida científica, ocurrió en
aproximadamente 10 segundos. Subí al Departamento de Astrofísica con mi
compañero Javier Gorgas, hoy Catedrático en la Universidad. Ambos queríamos
hacer la Tesina y nos dijeron que tenían dos posibles temas, uno relacionado
con astrofísica extragaláctica y otro con astrofísica estelar; sin pensarlo
mucho, Javier comentó “a mí me atraen más las galaxias”, y yo dije “pues a mí
las estrellas”, y así fue. Siempre pienso que si hubiéramos elegido el otro
tema, nuestras trayectorias habrían sido completamente diferentes, habríamos
trabajado en lugares distintos y colaborado con otros investigadores… en suma,
estaríamos en un “Universo paralelo” a este.
Hice la Tesis,
también en la Universidad Complutense, bajo la dirección de la Dra. María José
Fernández Figueroa, en la caracterización de estrellas binarias con actividad
cromosférica; básicamente son binarias cuyas componentes son estrellas
parecidas al Sol, pero el hecho de formar parte de un sistema doble acentúa la
generación de campos magnéticos y por tanto todos los fenómenos relacionados
con ellos. Recuerdo con mucho cariño las noches en las que íbamos a trabajar a
lo que entonces era la Estación de Seguimiento de Satélites de la Agencia
Espacial Europea (ESA), en Villafranca del Castillo (VILSPA, en el acrónimo con
el que se conocía en aquella época). Nos dejaban usar sus medios informáticos
porque los del Departamento no eran suficientes para realizar nuestro trabajo…
pero a horas intempestivas, para no interferir con el trabajo durante el día.
Aquel paisaje con las antenas iluminadas y el entorno internacional fue muy
estimulante. A pocos meses de acabar la Tesis, y a través del Dr. Angelo
Cassatella, astrónomo en VILSPA, me llegó una posibilidad de trabajo: en el
Departamento de Física de la Universidad de Oxford, la Dra. Carole Jordan, una
de las especialistas mundiales en el estudio de atmósferas de estrellas de tipo
solar, ofrecía un contrato postdoctoral… y allí fui, contratado tres años por
la Universidad, y como me sentía cómodo, prolongué mi estancia otros tres años,
financiado por una beca del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Fue un periodo estupendo y enriquecedor, aunque he de reconocer que duro en
algunos momentos por el hecho de haber tenido que comenzar allí una vida desde
cero, en otro ambiente, en otro idioma, y lejos de la familia. Allí conocí al
Prof. John H. Thomas, físico solar de la Universidad de Rochester, en Nueva
York, con el que colaboré muchos años, y del que hablaré un poco más adelante. Después
de mi estancia postdoctoral, volví a España, primero con un contrato de
investigador en el Laboratorio de Astrofísica Espacial y Física Fundamental
(LAEFF) y posteriormente conseguí una plaza de científico del CSIC en el
Instituto de Astrofísica de Andalucía. Actualmente trabajo como investigador en
el Centro de Astrobiología.
¿Qué investigo?
Mi carrera
siempre se ha centrado en la física estelar. Durante mi tesis me di cuenta de
que no solo las estrellas binarias son complicadas, sino que las estrellas,
tomadas individualmente, presentan también muchos problemas, de modo que
abandoné la “binariedad” y desde entonces me he concentrado en diversos
aspectos del Sol y de las estrellas, sobre todo de las de baja masa, por debajo
de aproximadamente cinco veces la masa del Sol. He mencionado al Profesor
Thomas (Jack) anteriormente. Charlando un rato tomando un café en el
Departamento, me propuso que trabajáramos juntos en un problema de física
solar, que se conocía desde aproximadamente 1910, pero que no tenía una
solución teórica satisfactoria. El fenómeno, conocido como “efecto Evershed”
consiste en un flujo de materia en la penumbra de las manchas solares con
ciertas características peculiares. Comenzamos estudiando los casos más
sencillos, introduciendo en los cálculos más y más complicaciones, y logramos
una explicación convincente que publicamos en la revista Nature… es mi única
publicación en esa revista y curiosamente, en contra de lo que suele
encontrarse en ella, no es un trabajo observacional, sino teórico. Me imagino
que el hecho de haber encontrado una solución a un problema que estuvo ahí casi
100 años tuvo su peso. Con Jack y su familia aprendí a hacer esquí acuático en
el lago Keuka, donde tenían una pequeña casa… un deporte totalmente “ortogonal”
para un astrónomo que viene de las planicies manchegas. Posteriormente he
tocado varios “palos”. Me ha interesado la evolución estelar, el cálculo de
parámetros absolutos de estrellas (temperatura, gravedad, metalicidad). He
tenido la suerte de trabajar en equipos internacionales, con todo lo que ello
comporta, tanto desde el punto de vista científico como humano, tan importante
uno como otro. Una de las colaboraciones
más satisfactorias ha sido el proyecto DUst around NEarby Stars (DUNES)
coordinado por el Prof. Carlos Eiroa, de la Universidad Autónoma de Madrid, y
enfocado a la detección de estructuras análogas al Cinturón de Kuiper de nuestro
Sistema Solar, alrededor de estrellas de nuestra vecindad. Usamos datos del Observatorio Espacial
Herschel, de ESA, el mayor telescopio espacial nunca puesto en órbita, con su
espejo de 3.5 m de diámetro, que será superado cuando el James Webb Space
Telescope entre en operación.
Fig. 2. Imagen de manchas solares y de la granulación solar. La estructura de la fotosfera solar –el “disco” que observamos- está esculpida por la presencia de campos magnéticos a diversas escalas. Las manchas solares son manifestaciones de campos magnéticos intensos que surgen a través de la zona convectiva del Sol. En esta zona, que abarca el último tercio del radio solar, el transporte de energía se realiza por convección de células de gas. La granulación solar muestra claramente la configuración de esas células convectivas. (Crédito: Telescopio solar de la Academia de Ciencias de Suecia, Observatorio del Roque de los Muchachos).
Actualmente
trabajo en la detección de exocometas alrededor de estrellas de la llamada
secuencia principal, es decir, estrellas ya formadas que están quemando
hidrógeno de manera estable. Desde 1995 sabemos que existen planetas orbitando
en torno a otras estrellas (exoplanetas), y hemos encontrado sistemas
planetarios múltiples, como Trappist 1 (siete planetas), o Kepler 90 (ocho
planetas), que plantean la incógnita de cómo se forma, en general, un sistema
planetario. La presencia de cuerpos menores, como exocometas, es un ingrediente
más a ser tenido en cuenta. En los últimos años estamos realizando un estudio
sistemático con observaciones que obtenemos desde los observatorios del Roque
de los Muchachos, en La Palma, Calar Alto, en Almería, o en Chile. ¡Observar
con un telescopio profesional es una experiencia única!
No quiero
terminar sin mencionar otra de mis pasiones, la divulgación astronómica.
Disfruto mucho impartiendo charlas en colegios, institutos, museos o planetarios.
Me divierten, y he participado regularmente en ellos, los programas de radio
-no tanto la televisión, las cámaras me intimidan un poco- y creo que, además
de ser un placer, es nuestro deber darle a la sociedad lo que ella nos da: nos
pagan por pensar y por hacer ciencia básica -que no quiere decir que sea fácil,
sino que su primera finalidad es aportar conocimiento- de modo que de una forma
u otra hemos de abrirnos para compartir nuestra fascinación por el cosmos.
El futuro es
apasionante… el Universo nunca dejará de sorprendernos. Tenedlo siempre en
mente.
Benjamín Montesinos Comino
Doctor
en Ciencias Físicas
Investigador
Científico de Organismos Públicos de Investigación (OPI)
Departamento de Astrofísica, Centro
de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA)
Escucha música mientras lees.
Buen artículo...
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