lunes, 15 de enero de 2018

Yo quiero ser Arqueóloga - María Ruiz del Árbol Moro

Y yo quiero ser...Arqueóloga
(Por María Ruiz del Árbol Moro)


Escucha música mientras lees, vete al final.

Vivimos en una sociedad que valora la inversión en investigación en ámbitos como el cambio climático, la detección y freno del Alzheimer, la salud alimentaria y la nutrición…En este contexto, podría parecer que el tema de la investigación arqueológica no es tan relevante. Sin embargo la Arqueología tiene un papel fundamental en la mejora de las condiciones de vida de la sociedad.

Si estás pensando en dedicarte a las Ciencias Sociales y Humanas pero no tienes clara su utilidad, espero que este capítulo sirva para que comprendas que la Arqueología es un instrumento cargado de futuro [1]. Si tienes dudas sobre los estudios que escogerás, verás que la Arqueología es interdisciplinar, lo que te permitirá abordarla desde distintos ámbitos académicos (Geografía, Historia, Biología, Ingeniería, Geología….) y desarrollarla desde diversas situaciones profesionales y administrativas (universidades, museos, empresas públicas y privadas, organismos de investigación, administraciones públicas…). Además, el mundo entero será tu campo de trabajo.

¿De qué se ocupa la Arqueología?

La palabra “arqueología” procede del griego arkhaiologia, “discurso sobre cosas antiguas”. Sin embargo, la Arqueología moderna es una ciencia muy joven, de finales del siglo XIX, aunque algunos autores consideran que la década de 1960 marca en realidad el inicio de la disciplina.

Hoy en día la Arqueología se define como la recuperación, descripción y estudio sistemáticos de la cultura material del pasado, como forma de acceder a las sociedades que la construyeron [2]. El término PASADO hay que delimitarlo: la Arqueología NO estudia rocas o dinosaurios. Esos son objeto de estudio de la Geología o la Paleontología. La Arqueología empieza cuando los primeros útiles, reconocibles como tales, aparecen, y abarca hasta el presente: desde el estudio de las primeras sociedades cazadoras recolectoras hasta, por ejemplo, la reciente Guerra Civil Española (Fig. 1).

Fig. 1. Restos de la Guerra Civil, excavados y restaurados en Paredes de Buitrago (Madrid).

Pero, si la Arqueología se ocupa del pasado de la humanidad, ¿en qué modo se diferencia de la Historia? ¿Es independiente de ésta? ¿Cuál es la relación de la Arqueología con la Historia?

Podría decirse (generalizando y sólo con el ánimo de clarificar la cuestión) que la Arqueología y la Historia no se diferencian por su finalidad sino en el objeto en el que aplican la investigación. Como consecuencia, difieren en los instrumentos necesarios para el estudio y en los procedimientos que aplican.

En realidad, cualquier arqueólogo, sea cual sea el punto de partida de su investigación y el método que emplee, es potencialmente un historiador con la misma dignidad que todos los demás. Pero entonces… ¿Qué hace a la Arqueología especial?

La Arqueología, frente a la Historia, intenta conocer aspectos de la cultura del pasado a través de los restos materiales que de ella se conservan.

Esos restos materiales de la actividad humana del pasado (los datos que emplea la Arqueología) son de diverso carácter: incluyen objetos diferentes (como una lasca de sílex, un fragmento de cerámica), restos monumentales (una casa, una ciudad completa), zonas de actividad humana (lugares de enterramiento, canteras, basureros, campos de cultivo) y también elementos ambientales (desde las propiedades químicas o físicas de suelos y sedimentos (Fig. 2) a los restos biológicos de naturaleza vegetal y animal, como polen, carbones, huesos).

Fig. 2. Perfil de un sondeo arqueológico, 
preparado para analizar suelos y sedimentos 
(se trata de una terraza agraria de época romana 
documentada en El Cabaco, Salamanca).

En definitiva, podríamos decir que la Arqueología es más “democrática” que la Historia, ya que se ocupa no sólo de las grandes obras, sino que se interesa también por lo pequeño, por los restos, que aun pareciendo insignificantes, nos pueden decir mucho acerca de cómo eran las sociedades antiguas.

La labor arqueológica está marcada por tres condiciones fundamentales [3]:
-En primer lugar, por las características de los datos: la Arqueología utiliza como datos los efectos intencionales, o no, de la transformación humana del medio natural (actividades de recolección, agrarias, mineras, constructivas…). Sus efectos se registran, normalmente, desvinculados de las relaciones sociales que las originaron.
-En segundo lugar, esos datos que se registran han sido afectados por diversos y complejos procesos de transformaciones (abandono, erosión, destrucción intencionada…).
-En tercer lugar, estas particularidades de la información condicionan tanto los métodos como los problemas teóricos que es necesario resolver para poder sistematizar los procedimientos de investigación. El sentido común no basta: el pensamiento arqueológico no es ajeno a la teoría del conjunto de las Ciencias Humanas y Sociales[4].

En relación con los métodos de la Arqueología, estos van más allá de la excavación e incluyen la prospección, la teledetección o el estudio de la fotografía aérea. Hoy en día tiene mucho peso la investigación arqueométrica, cuyos objetivos incluyen campos como la caracterización de materiales y la datación de objetos y yacimientos arqueológicos. Y todo ello, como comentaba al principio, desde una perspectiva interdisciplinar. La Geografía, la Geología, el Derecho, la Edafología, la Biología, la Ingeniería, etc., se desarrollan en la actualidad como campos de investigación contiguos a la Arqueología.

Uno de los ámbitos más dinámicos de la Arqueología y que refleja muy bien este carácter interdisciplinar es el de la llamada Arqueología del paisaje, que parte del análisis del paisaje actual para el estudio de las sociedades del pasado. El paisaje puede parecer natural, pero en todas partes ha sido modificado por las comunidades humanas, por lo que conserva huellas del pasado remoto y reciente. Se convierte así en fuente de datos para la Arqueología, con informaciones de diversa naturaleza.

Esta idea es fundamental para entender la labor de la Arqueología y romper uno de los mitos más arraigados sobre la actividad arqueológica: la idea de que los arqueólogos son eruditos centrados en la búsqueda de objetos. Este tópico está en realidad muy vinculado con la exposición descontextualizada de piezas en los museos, que conduce al error de que es más importante el dato que la forma o el contexto en el que se ha recogido.

Por otra parte, esto tiene enormes implicaciones para la conservación y gestión del patrimonio arqueológico en el marco de las políticas de planificación territorial. Sin embargo, la división de competencias administrativas hace que esto no siempre sea tarea fácil.

Pero, ¿cuál es la utilidad de la Arqueología en una sociedad como la actual?

Hemos visto que nuestro entorno, los paisajes, los yacimientos arqueológicos, los restos exhibidos y salvaguardados en los museos… son el pasado tangible y visible. Nuestra memoria, nuestra alma. La Arqueología tiene una enorme responsabilidad frente a su protección y su conservación.

Por otra parte, la Arqueología se ocupa de la narración y comunicación de las historias producidas por la investigación arqueológica, sirve “para producir conocimiento histórico de todas las sociedades pasadas, de todos sus miembros, desde planos de igualdad y respeto” [1]. El arqueólogo británico Graham Clark decía que la Arqueología puede ser más democrática que buena parte de la Historia, porque su objeto de estudio es toda la sociedad: los poderosos y los débiles, los ancianos y los niños, los hombres y las mujeres. Todos se pueden rastrear en la materialidad social.

Por último, la Arqueología tiene un papel fundamental en la supervisión atenta y crítica de como esos conocimientos se utilizan en el marco de nuestra sociedad [1]. Entre esos usos del pasado quizás el más llamativo es el caso de los nacionalismos. El nacionalismo en Arqueología se manifiesta hoy de muchas maneras, por ejemplo en la idea legítima de que los descendientes de una determinada cultura tienen un mayor derecho que los demás a investigar e interpretar sus restos. Más alarmante es la creación de identidades excluyentes sobre elementos del registro arqueológico, que se utilizan para diferenciar colectividades y dotarlas de profundidad histórica. En otros casos, la Arqueología se utiliza para destruirlas, como se ha visto en los recientes ataques a sitios arqueológicos del norte de Irak, en lo que se ha dado en llamar una “yihad” arqueológica del Estado Islámico que ha provocado la pérdida de ciudades antiguas como Nimrud, Hatra o DurSharrukin.

Para saber más sobre la Arqueología existen muchos libros de gran calidad. Puedes comenzar con dos (números [5] y [2] de las referencias). Verás que la Arqueología, como todas las Ciencias Humanas y Sociales, no es una ciencia “fácil” y que, para dedicarse a ella, hay que ser una persona valiente, con gran sentido crítico, que sepa vincular continuamente el pasado y el presente. Solo así, lograremos que la Arqueología contribuya a la construcción de un futuro libre de los sectarismos impuestos por el pensamiento único actual.


Referencias:
[1] G. Ruiz Zapatero, 2014, “Arqueología: Abrir ojos cada vez más grandes”, Arqueoweb, Vol. 15, Nº. 1 (texto completo en dialnet.unirioja.es).
[2]. V. Fernández Martínez 1989, Teoría y método de la arqueología.
[3].L. F. Bate, 1998, El proceso de investigación en arqueología.
[4].M. Johnson, 2002, Teoría arqueológica: una introducción.
[5]  P. Bahn, 1998, Introducción a la Arqueología.
María Ruiz del Árbol Moro
Doctora en Historia Antigua
Científica Titular, Instituto de Historia, CSIC

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