Y yo quiero ser...Bióloga Molecular
(Por
Patricia Sánchez Pérez)
¿Por qué ser
científica? Gran pregunta, que aunque parezca fácil de responder no lo es. ¿Por
qué lo soy o estoy en proceso de serlo? ¿Ser científico se nace o se hace? Pues
como todo en esta vida, un poco de todo, una de cal y otra de arena, un poco de
dulce y otro de salado.
Todos nacemos
“científicos”, no científicos como tal, de estos que descubren las ondas
gravitacionales o fenómenos como el CRISPR, que ayudan a la edición génica y
luego se quedan sin el Nobel. No, nacemos curiosos, exploradores de las
pequeñas cosas, del mundo que nos rodea.
¿Quién no de
pequeño ha intentado meter los dedos en un enchufe? ¿Ha observado cómo se
comportan las hormigas? ¿Ha jugado a hacer mejunjes con el vino, café,
coca-cola de los familiares en alguna comida o ha tenido la época del “por
qué”? Eso es la esencia de un científico a grandes rasgos, “el explorar lo
inexplorable” como dirían en la película de “UP”. Todos nacemos con esa
curiosidad innata, si no, no hubiéramos evolucionado a lo largo del tiempo. Sin
ella, no hubiéramos llegado a vivir como vivimos ahora, con todas las
comodidades del mundo y seguiríamos en las cavernas hablando el “unka unka”.
A medida que
vamos creciendo, que vamos descubriendo el mundo, ya sea por la sociedad o el
ambiente en el que nos movemos, nos vamos especializando y centrando en lo que
queremos ser. Nos decantamos por lo que realmente nos gusta y somos buenos en
eso, y parece que esa curiosidad y esas ganas de experimentar se van perdiendo.
Sin embargo, todos llevamos a un científico dentro, ya sea tanto de ciencias
como de letras. Si uno vive con pasión lo que le gusta y tiene ganas de
aprender, siempre mantendrá a ese niño explorador y curioso dentro, con ganas
de seguir descubriendo el mundo.
No sólo se
investiga en ciencia y medicina, se investiga en derecho, en psicología, en
economía, en informática, en todo lo inimaginable. Por eso, no debemos obligar
nunca a los más pequeños a estudiar una carrera que no les guste. Nunca hay que
romper la ilusión por la curiosidad. Da igual que estudien física o filología,
porque si realmente sienten pasión por lo que hacen, lo harán bien y lo
transmitirán tanto a sus compañeros de trabajo como a sus familiares y amigos,
o a las personas para las que trabajen.
Vale, sí, todo
esto queda demasiado bonito para ser real, porque entonces si no, no habría
tanta gente quemada y frustrada por su trabajo. ¿Entonces por qué hay gente que
no es feliz en lo que hace? En realidad parte de culpa es por esta sociedad en
la que vivimos. Nuestra sociedad se basa en ganar dinero y engañar a los demás
para ver quién llega a lo más alto, en producir y vender sin valorar el trabajo
que hay detrás. Se basa en la competitividad y en la lucha de unos contra
otros. Se pierde esa esencia de las ganas de aprender, de explorar, de colaborar.
Se pierde todo.
Yo, como
Bióloga con Máster en Biomedicina Molecular y casi terminando la tesis doctoral,
que a uno parece que se le llena la boca al decirlo, podría seguir acumulando
títulos eternamente, y aún así, seguir frustrada o quemada. Los títulos dan
igual si no se consiguen los resultados que se quieren para publicar o se
obtienen, pero otro grupo “los pisa”. El trabajo y el esfuerzo no parecen ser
ni valorados ni recompensados y no se consigue el puesto que se quiere. Dicen
que la ciencia es un sacrificio.
La gente que
hacemos la tesis, y sobre todo, en cosas relacionadas con laboratorio, nos
dicen que el laboratorio está abierto 365 días al año, todos los días de la
semana (incluidos fines de semana) durante las 24h del día. ¡Vaya! Pues sí que
parece un sacrificio, sí. Pero ¿por qué tiene que serlo? ¿En qué punto cuando
crecemos y entramos a esta jungla del mundo laboral, el trabajo se convierte de
ser pasión a perdición y sacrificio? ¿Por qué perdemos esa esencia? A mí me
gusta el tema en el que trabajo, me gusta porque estudio la vida. En concreto,
estudio el corazón e intento indagar qué pasa cuando se genera un infarto.
Intento responder al por qué las proteínas que investigo, parecen proteger
frente al daño en el corazón. Estudio a nivel molecular lo que pasa en uno de
los primeros niveles más básicos, pero que es más complejo de lo que parece.
Este nivel es la base, la base de la vida, unas moléculas que se unen e
interaccionan, que usan la química y la física para dar vías de comunicación
entre ellas. Esto no se queda ahí, esto genera sistemas más complejos que dan
lugar a algo con capacidad de reproducirse, de alimentarse, de generar otras
cosas más grandes, de dar tejidos, órganos e individuos. Estos individuos hacen
todo esto a una escala mayor, se relacionan con otros y generan manadas y/o
sociedades dentro de un ecosistema, dentro de un mundo en el que vivimos y
convivimos todos. Todo está relacionado, desde el virus (vivo o inerte, sin
entrar en disputa) hasta una colonia de bacterias, desde estas hasta seres
pluricelulares y desde estos a sociedades complejas y ecosistemas. Todos
necesitamos de todos.
Volviendo a la
pregunta del principio (sí, ya lo sé, me extiendo demasiado), realmente nunca
pensé en estudiar Biología tal cual. Cuando eres pequeño y te preguntan qué
quieres ser de mayor, muchos dicen médico, bombero, policía, pero yo realmente
no lo sabía. Yo sólo sabía que me gustaba mirar cosas diminutas con el
microscopio que me regalaron mis padres, hacer mejunjes después de las comidas
u observar a los bichos cuando estaba sentada en algún parque, pero no sabía
que existía la carrera de Biología. Según fui creciendo y aprendiendo más
cosas, vi que me encantaban las “ciencias naturales”, más cuando pudimos bajar
al “laboratorio” a hacer algunas pruebas con células vegetales o examinar la
anatomía de un riñón o una cabeza de cordero. Cuando uno llega a Bachillerato,
todo el mundo te empieza a agobiar con la nota, qué quieres estudiar, a qué
Universidad vas a ir, que piénsatelo bien. Sinceramente, yo acabé hecha más
lío, ya no sabía si quería estudiar química, farmacia, medicina, ambientales o
biología. “Biología” que palabra tan amplia y nadie antes me había hablado de
ella como para estudiar una carrera. Tras pensar y pensar, puse Biología en mi
solicitud. Tras 5 cortos años, acabé la carrera y la volvería a repetir una y
otra vez. Nunca pensé que esa gran desconocida, esa palabra que parece que lo
tiene todo, pero que a la vez no cuenta nada, iba a ser mi favorita. Biología,
fueron 5 años en los que disfruté estudiando, pensando, investigando, haciendo
buenos amigos, sintiendo que podía saberlo todo, pero que a la vez no sabía
nada. Se acabó y decidí que quería saber más. Hice un máster en Biomedicina
molecular y luego me embarqué en la aventura de la Tesis. Tuve la oportunidad
de poder seguir curioseando, de seguir aprendiendo, de realmente investigar.
Puedo ver cómo se comportan unas células cuando les pongo un tratamiento, ver
cómo esas células se comportan en un tejido y cómo éste se comporta dentro de
un organismo y reacciona. Veo como todo está relacionado. Todo forma parte de
un todo mayor, forma parte de la vida, de lo que de pequeña no sabía cómo
expresar qué quería ser. Ahora lo sé un poco más, quiero ser bióloga, la
persona que estudia la vida, desde las moléculas al organismo en sí.
Independientemente
de a qué me dedique una vez finalice la tesis, y se me llene la boca diciendo
que soy Doctora en Biomedicina Molecular, que suena bien la verdad, estoy
orgullosa y no me arrepiento para nada de haber estudiado la carrera qué he
estudiado. A pesar de que dedicarse a la ciencia, y más en España, es difícil,
me gusta mantener esa ilusión y esa curiosidad por experimentar, por saber más,
por descubrir el mundo. No quiero el premio Nobel ni ser una súper científica,
quiero que no me quiten mis ganas de seguir siendo Bióloga Molecular.
Patricia Sánchez Pérez
Estudiante
de Doctorado en Biomedicina
Universidad Autónoma de Madrid
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