Y yo quiero ser...Biólogo Computacional
(Por
Paulino Gómez-Puertas)
En los inicios
de la biomedicina, una gran parte de los procedimientos experimentales se
realizaban en animales o directamente en personas. Baste
recordar los inicios de las vacunas con los ensayos de Edward Jenner,
inoculando a un niño con un virus vivo (y mortal) en 1796, o los niños que
viajaron en barco portando en su cuerpo la vacuna de la viruela para que el
virus atenuado llegase vivo a América en 1803. Hoy en día todo esto se
consideraría inaceptable y nos horrorizaría que así se siguiese haciendo.
Aunque la experimentación animal sigue existiendo, por suerte hoy en los
laboratorios se utilizan con frecuencia técnicas que se valen de modelos
experimentales como los cultivos celulares (células animales o humanas que
crecen en frascos de plástico) o directamente las llamadas técnicas "in
vitro" (experimentos que se realizan dentro de un tubo de ensayo). Pero
hay un paso más que todavía podemos dar: ¿y si pudiéramos prescindir de todos
los modelos experimentales? Aquí es donde la biología computacional tiene mucho
que decir (bueno: todavía no mucho, pero sí que lo hará en los próximos 10
años). Ahora mismo se pueden generar modelos computacionales capaces de simular
a escala atómica reacciones químicas catalizadas por enzimas virales,
bacterianas o humanas. Y con esta información podemos diseñar fármacos (que
funcionan). Todo ello dentro de un ordenador. Como si fuese el entorno virtual
de un videojuego realista hasta el mínimo detalle. Dentro de pocos años
podremos simular células enteras y, quién sabe, organismos enteros: un cuerpo
humano virtual donde realizar ensayos de todo tipo sin riesgo ni daño para
nadie.
Fig. 1. Los modelos
tridimensionales de las moléculas biológicas son capaces de simular movimientos
reales dentro del ordenador.
Pero vamos
despacio. ¿Cómo llegué a dedicarme a la biología computacional? Yo nací en
1965, cuando todavía no habían aparecido ni las terminales de vídeo ni los
teclados electrónicos. En la película "2001: Una odisea del espacio",
estrenada en 1968, el ordenador "HAL 9000" no tenía teclado (lo
introdujeron de tapadillo en la segunda parte, estrenada en 1984). De niño yo
no podía soñar en convertirme en biólogo computacional: no existía tal
concepto. Quería ser biólogo a secas. Recuerdo algunos veranos, con 10-11 años,
en los que buceaba en el río Duero, a su paso por Covaleda, en Soria,
recolectando datos en un cuaderno con lo que observaba del comportamiento de
unos animalillos que me llamaban mucho la atención: las larvas de tricóptero (o
gusanos de canutillo).Años más tarde comencé mis estudios de biología en la
universidad, donde descubrí que lo que me gustaba era la biología molecular. Y
donde decidí que quería ser investigador. Durante los años de tesis doctoral,
en el departamento de la universidad, teníamos una terminal de ordenador ¡por
cada planta del edificio! para compartir entre todos. Y fue en esa época,
aproximadamente en 1990, cuando aparecieron los primeros PCs. Con el sueldo de
tres meses de beca me compré uno de aquellos aparatos (con 20 megabytes de
disco duro), con los que se podía escribir la tesis sin necesidad de usar la
máquina de escribir. Y que también se podían programar: eso lo cambiaba todo.
Diez años más tarde estaba ya trabajando con imágenes virtuales de proteínas y localizando
mutaciones en modelos tridimensionales de moléculas biológicas que giraban en
la pantalla del ordenador.
¿Cómo se trabaja hoy en un laboratorio de biología computacional?
Los
laboratorios de biología computacional tienen los mismos objetivos que
cualquier laboratorio de biología molecular: entender el funcionamiento de los
sistemas biológicos y utilizar ese conocimiento para mejorar nuestro mundo (por
ejemplo, curando enfermedades o
modificando cultivos para hacerlos resistentes a la sequía). La diferencia
reside en las técnicas que se utilizan: únicamente procesadores y bases de
datos. Al entrar en un laboratorio de biología computacional lo que únicamente
se ve son ordenadores y gente que se afana delante de las pantallas (y una
máquina de café). Además, los ordenadores que hay en la sala no son realmente
los que están trabajando: son únicamente terminales con las que conectarse a
las verdaderas máquinas de cálculo, situadas en salas especialmente
acondicionadas. Y, dentro de estas máquinas, los investigadores están generando
un mundo que pretende ser una imagen virtual del mundo físico. Se fabrican
ácidos nucleicos y proteínas. Se les dota de movimiento gracias a complejos
cálculos en los que se analizan y simulan las fuerzas que gobiernan las
interacciones entre átomos dentro de las moléculas. En este mundo virtual, las
distancias se miden en millonésimas de centímetro y los átomos chocan, se
atraen y se separan en escalas de tiempo de trillonésimas de segundo. Y gracias
a estos movimientos de los átomos que las componen, las proteínas se agitan,
giran, se unen a otras proteínas, intervienen en reacciones químicas. En
esencia, se simula cómo ocurren realmente todas estas acciones en las células
del universo real.
Fig. 2. Modelo tridimensional
de un dímero de una proteína bacteriana (FtsZ). En color azul las cargas
electrostáticas positivas. En rojo las negativas. En el hueco que hay en medio (en color verde)
encajan los compuestos virtuales que inhibirán su funcionamiento, impidiendo
que la bacteria prolifere.
Para ello hay
que comenzar estudiando los planos. Algunos investigadores trabajan con
secuencias de ácidos nucleicos de increíble longitud: cientos de millones de
palabras con las letras AGCT a las que hay que encontrar un sentido. Encerrados
en ellas se encuentran los esquemas del universo virtual. Hay que saber
interpretarlos para poder construir correctamente las proteínas. Y para
interpretar también los errores que provocan alteraciones como el cáncer o los
defectos congénitos responsables de las enfermedades raras.
Una parte muy interesante
del trabajo es la simulación detallada de las reacciones enzimáticas que
ocurren dentro de las proteínas. Queremos ser capaces de imitar en nuestro
mundo virtual hasta el último detalle de los pasos que transforman un compuesto
químico en otro. Y entender cómo se las apañan las proteínas para facilitar
estas violentas reacciones en el interior de algo tan delicado como una célula.
Este espacio tridimensional está lleno de pequeñas moléculas cargadas de
energía, de átomos metálicos o de moléculas de agua que interaccionan con todos
ellos e intervienen en las reacciones. Es una tarea larga que ya está dando sus
frutos, por ejemplo, en la simulación de determinadas proteínas bacterianas que
se utilizan como blanco en el diseño de antibióticos de nueva generación.
Con toda esta
información, los investigadores construyen, entre otros proyectos, un sistema
automático de síntesis de fármacos. Para ello utilizan imágenes
tridimensionales de los volúmenes de las proteínas e intentan encajar en los
huecos que aparecen en su superficie millones de compuestos químicos de una
forma sistemática. No solo hay que tener en cuenta que el tamaño y la forma de
los compuestos sean adecuados. También hay que pensar a escala atómica: aquí
las cargas electrostáticas son importantes y simularlas adecuadamente no es
sencillo. Pero pese a todo se están obteniendo buenos resultados, en particular
en el diseño de nuevos antimicrobianos dirigidos contra bacterias
multiresistentes. Y también en el descubrimiento de posibles nuevos
antitumorales.
Fig. 3. Un compuesto virtual
encajando en el hueco de la fig. 2. Este compuesto es capaz de detener la
división de bacterias multiresistentes creciendo en el laboratorio. En un
futuro, podrá servir para curar infecciones graves en pacientes.
¿Qué tengo que estudiar para ser un biólogo computacional?
En los
laboratorios de biología computacional trabajan juntos expertos en muy
diferentes áreas, en un ejemplo excelente de interdisciplinaridad: Físicos
desarrollando métodos de simulación cada vez más exactos y más rápidos del
movimiento de los átomos en moléculas biológicas; Químicos y Farmacéuticos
diseñando y analizando características de metabolitos y futuros fármacos;
Biólogos realizando simulaciones de macromoléculas y sus redes celulares de
interacción y Médicos integrando la información molecular en nuevos métodos
terapéuticos y de diagnóstico. Y, por supuesto, Informáticos manejando la cada
vez más ingente cantidad de información y los procesadores cada vez más
complejos y rápidos (ojo: los procesadores cuánticos están ya a la vuelta de la
esquina y programarlos no es sencillo).
¿Cuál es el futuro de la biología computacional?
Es difícil
saber cuál será el futuro de una ciencia. Los pasos que se dan cada año son de
gigante. Pero, como comentaba al principio, el futuro a medio y largo plazo es
construir una réplica exacta y funcional de una célula o un organismo real en
el mundo virtual, con todos los átomos interaccionando unos con otros de la
misma forma que lo hacen en el universo físico. Cuando esto se consiga, no hará
falta realizar más experimentos en tubos de ensayo o en placas de Petri:
bastará una buena conexión a internet para ensayar el efecto de millones de
compuestos sobre una proteína, o sobre una vía metabólica, y escoger el mejor
de ellos para sintetizarlo como fármaco (antitumoral, antibacteriano,
antiviral,...). O para analizar el efecto de una mutación en el organismo,
ensayar a continuación la mejor manera de revertirla y decidir así qué terapia
génica es la más adecuada para cada paciente con una enfermedad rara.
Hoy es casi
ciencia ficción; pero por poco tiempo.
Paulino Gómez-Puertas
Doctor
en Bioquímica y Biología Molecular
Científico Titular CSIC.
Centro de Biología Molecular "Severo Ochoa" (CBMSO, CSIC-UAM), Madrid.
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Paulino, ha sido un autentico placer leer esta entrada de Blog. He comprendido la vocación y la profesión de biólogo computacional y lo tenías muy difícil ya que mi área es el Derecho.
ResponderEliminarEnhorabuena
Gran persona, excelente científico y buen estímulo para estudiantes. Enhorabuena, Paulino!!
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