Y yo quiero ser...Científica de Materiales
(Por
Conchi Pulido de Torres)
Escucha música mientras lees, vete al final.
Cuando era
pequeña, para intentar asimilar el entorno y entenderlo, mi curiosidad se
encarnaba en la pregunta “¿por qué?”. Con los años la curiosidad se arropó con
un poco de discernimiento y la pregunta evolucionó naturalmente a “¿cómo?”,
pues llegar a conocer el cómo es
realmente lo que lleva a entender en profundidad.
Perseguir el cómo te hace pensar, elucubrar, intentar
encajar la información que vas obteniendo y hacerte una idea, tener una
hipótesis. Cuando llegas a la hipótesis vas a comprobarla. A veces aciertas, a
veces no. Si aciertas, hay chispitas en el cerebro y la sonrisa, por dentro y
por fuera, te calienta un rato y sigues caminando.
Ese, a grandes
rasgos, sería mi proceso general cuando me pongo a intentar entender un cómo cualquiera. Pero lo que a mí me
gusta son los materiales. ¿Por qué precisamente estudiar y entender los
materiales? La respuesta práctica y fácil es que es algo útil y con lo que se
puede encontrar trabajo con relativa facilidad. Mi respuesta es que, además y
sobre todo, me gusta intentar llegar al cómo
de las cosas que puedo, generalmente, tocar. Me gusta ser capaz de pasear y
disfrutar sabiendo, o intentando deducir, qué hay detrás de la elección de
determinados materiales que tengo a mi alrededor.
Los materiales
tienen propiedades. Aquello que se puede medir, cuantificar y, con suerte,
cambiar para adaptar el material a la aplicación que persigues. Lo más
interesante es buscar y entender qué hace que un material sea especial con
respecto a otro y cómo hacer que un material sea especial. Hay propiedades para
todos los gustos, electromagnéticas, ópticas, mecánicas, térmicas, acústicas,
químicas… La conquista de estas propiedades se hace estudiando cómo puedes
influir en ellas modificando, por ejemplo, distintas variables en el procesado
del material, como temperatura o presión, o añadiendo aditivos que te
proporcionen color, resistencia a la fractura o biodegradabilidad. Entender la
interacción entre materiales y sus propiedades y procesado lleva a la evolución
y a la aparición de materiales nuevos. Las lentillas blandas son ahora
muchísimo más cómodas que hace veinte años porque progresivamente su
formulación ha aumentado su permeabilidad al oxígeno y su capacidad para
absorber agua añadiendo materiales con un porcentaje en agua mayor (más
hidrofílicos). También son más baratas porque a alguien se le ocurrió que era
posible moldearlas en la misma cavidad cóncava en la que vienen empaquetadas.
Comprender las
propiedades te lleva, a veces, las menos, a poder usarlas o, simplemente, las
más, a poder abandonarte al asombro. Porque hay materiales que se calientan al
ordenarse (estirad una goma marrón vulgar y apoyadla en los labios para notar
el aumento de la temperatura). Porque el color azul de las alas de las
mariposas proviene no de un pigmento, como la mayoría de los colores, si no de
la interacción de la luz con la estructura nanométrica del polvo que tienen
sobre ellas. En realidad, ese polvo son escamas distribuidas periódicamente que
provocan un efecto de interferencia en la luz que hace que se reflejen azules
brillantes.
Una
herramienta muy útil para orientarse con las propiedades son los diagramas de
fases, que resumen de forma gráfica cómo cambia un material de fase al variar
las condiciones en las que se encuentra. El diagrama de fases más conocido es
el de presión y temperatura del agua, que indica cómo, variando esas dos
magnitudes, cambiamos de agua en fase sólida, a líquida o gaseosa. Menos
conocido es el diagrama de fases hierro-carbono, fundamental en metalurgia, que
permite navegar por el acero. Aún menos conocido es el del jabón, donde hay una
fase, formada por empaquetamientos muy compactos de columnas en geometría
hexagonal, que resulta tan viscosa que hay que evitarla a toda costa a la hora
de fabricarlo porque puede paralizar la producción. Y hay uno que debiera ser
conocido por todos, y no solo por las fábricas, para evitar muchas
frustraciones, que es el de la mayonesa. Aplicaciones mil, e insospechadas, de
los diagramas de fases.
Además de las
propiedades en el estudio de materiales, también son fabulosas las herramientas
con las que se puede trabajar para obtener información. Porque con una muestra
de un material en la mano, con los sentidos, aunque se pueden deducir bastantes
cosas, no se puede extraer todo lo que nos permiten las variadas técnicas
experimentales que se han ido desarrollando a lo largo del tiempo. Una cosa es
que te hablen de átomos y otra cosa es ver, literalmente, los átomos, bien
colocaditos como en una huevera, con un microscopio de fuerza atómica. O ver
qué pinta tiene un helado: su estructura de cristales de hielo, grasa, azúcar y
burbujas de aire, usando un microscopio electrónico de barrido. Puedes trabajar
con espectroscopías que te informan de la energía de los enlaces, la
disposición de unas estructuras moleculares con respecto a otras y su
interacción, ¡cómo están conformadas las proteínas! Puedes trabajar con
reómetros que te indican cómo reacciona un fluido al ser agitado, la relación
entre movimiento y su viscosidad. Experimento reológico casero: el yogur, que
es tixotrópico, va a disminuir su viscosidad con el movimiento de cizalla,
dadle a la cuchara y veréis. Puedes trabajar con calorimetría diferencial de
barrido que calienta una muestra y puedes observar las transiciones de fase de
un polímero, viendo a qué temperatura el polímero cambia de propiedades. La más
importante, la temperatura de transición vítrea, indica cuándo pasa a régimen
cristalino, estado más frágil, y explica la catástrofe del Challenger en 1986.
Pensar en
materiales no es solo pensar en los sospechosos habituales como el trozo de
metal o el trozo de plástico. Es pensar en la madera, que tiene distinta
elasticidad según la dirección de la deformación, para las mesas y para las
tablas de snowboard. Es pensar en la pintura de las paredes que es una emulsión
a la que hay que ajustar la tensión superficial para que moje la pared
adecuadamente. En las lociones corporales con estudiada viscosidad para que
resulte agradable extenderlas sobre la piel. En la espuma de afeitar, (¿cuán
grandes tienen que ser las burbujas de aire para que sea cómoda de aplicar y
tenga buena consistencia?) En cartón o en papel (una estructura hexagonal de
papel o cartón es extremadamente resistente a la deformación longitudinal). En
los zafiros y las impurezas en su estructura cristalina que les dan los
diferentes y preciosos colores. Es pensar en la leche, en las fibras de las
telas, en los esmaltes de uñas, en la saliva, en la cerámica de las baldosas,
en la fibra de vidrio de los aviones, en la fibra óptica que hace que el mundo
ahora mismo sea como es. Es pensar en un huevo y sus múltiples posibilidades
(eso sí que es un material en condiciones: tortilla, huevo frito, huevo duro,
pasado por agua, ¡merengue!).
Por la noche,
cuando ya no hay luz que ilumine el material a analizar y se acaba la
diversión, miro las estrellas. E imagino lo que está pasando en ellas, porque
sé que hay presión y hay temperatura y hay electrones y protones moviéndose y
luchando por ponerse de acuerdo, átomos decidiendo cómo colocarse para crear
material. Materiales. Pensar en eso también, entonces, me hace sonreír.
Conchi Pulido de Torres
Máster
en Ciencia y Tecnología de Polímeros (Universidades de Aston y Birmingham)
Doctora en Física de
Materiales: “Dispositivos fotónicos de medida basados en fibra óptica de
polímero (UAH)”
Escucha música mientras lees.
Querida Conchi:
ResponderEliminar¡Cómo te admiro! Por lo que eres, por lo que piensas, por lo que dices, por cómo lo dices. Y no es porque yo sea tu padre. Besos
Muchas gracias Sr. Pulido. Intentaré hacerle llegar este comentario a Conchi. Para todos los que participamos en este libro ha sido un honor compartirlo con ella. Un abrazo.
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