lunes, 15 de enero de 2018

Yo quiero ser Ecotoxicólogo Marino - Ignacio Moreno Garrido

Y yo quiero ser...Ecotoxicólogo Marino
(Por Ignacio Moreno Garrido)


Escucha música mientras lees, vete al final.

Hasta hace no muchos años se pensaba que el mar, como es tan grande, podía servir para echar allí toda la basura que los seres humanos generan. Las industrias comenzaron a funcionar en países donde aún no lo habían hecho, y los países que ya tenían sólidas industrias aceleraron su producción para no quedarse atrás… en definitiva, la cantidad de residuos, en ocasiones tóxicos, que los humanos producimos se ha ido incrementando mucho en los últimos cincuenta años. Y nadie se preocupaba de a dónde iba todo ese material de desecho. Y sí: de una manera o de otra, casi toda esa basura acaba en el mar.

Sin embargo, a partir del último cuarto del siglo XX, los científicos comenzaron a dar la voz de alarma acerca de las consecuencias de la falta de control sobre los residuos humanos. De la antigua teoría de la dilución (en el mar cabe toda la basura que echemos: todo se irá diluyendo) se pasó a una nueva, que se denominó la teoría del boomerang: todo lo que echemos al mar, tarde o temprano… va a volver [1].

Pero, ¿cómo conocer el efecto que esas basuras (sólidas, líquidas o gaseosas) tienen sobre los ecosistemas? Para comprobarlo hacen falta científicos especializados en el tema: los ecotoxicólogos.

¿Qué es la ecotoxicología?

La ecotoxicología es una disciplina científica que estudia los efectos que sobre los seres vivos causan las sustancias que los humanos liberamos al medio ambiente. Esas sustancias, de forma natural, no existirían en la naturaleza (por eso se denominan “sustancias xenobióticas”, es decir, de origen ajeno a la vida). Estos estudios se pueden llevar a cabo a nivel molecular (enzimas, ADN, composición química), a nivel de tejidos, o de individuos, o de poblaciones, o incluso de ecosistemas enteros. Es un campo muy complejo que requiere conocimientos en química, en biología, en fisiología, en taxonomía, en ecología… incluso en geología y climatología. El objetivo de los ecotoxicólogos es alertar acerca la peligrosidad de determinadas sustancias para el medio ambiente. Una vez que estos científicos han determinado que ciertas sustancias son peligrosas, entonces (y ¡ay!, solo entonces), los poderes de los estados pasan a tramitar leyes que controlen la producción, el consumo y los vertidos de tales productos, y los tribunales a encausar a quienes se salten esas leyes. Los ecotoxicólogos, pues, ejercen una labor de vigilancia sobre el estado de salud de los ecosistemas.

Fig. 1. Muestreo de sedimento para ensayos de toxicidad. (Fotografía de Fernando Rey).

¿Un ejemplo?

Cuando yo era pequeño, en la enciclopedia que había en mi casa, uno buscaba la entrada para el DDT, y el texto, escrito en los años sesenta del pasado siglo, decía que esa sustancia (un insecticida que en realidad se llama diclorodifeniltricloroetano), era una maravilla, y que no tenía efecto sobre otros organismos que no fueran los insectos. Con él se podían controlar plagas de mosquitos que transmitían distintas enfermedades, sin causar daño al medio ambiente. Pero en realidad esa afirmación no tenía ninguna base científica. Los ecotoxicólogos empezaron a hacer pruebas y resultó que una vez que el DDT entraba en un organismo, se biomagnificaba al formar parte de las redes tróficas. Es decir, que las algas y las plantas tenían cierta concentración de DDT que habían absorbido del medio ambiente, los herbívoros que se las comían tenían concentraciones mucho más altas que las plantas y algas, los carnívoros aún cientos de veces más que los herbívoros, y los denominados superpredadores (que son depredadores incluso de otros depredadores), tenían tales niveles de DDT en sus cuerpos que podían comprometer seriamente su salud o su reproducción. Esto incluía a tiburones, atunes, pájaros marinos, osos polares… y humanos. A pesar de que en Estados Unidos se prohibió su fabricación y uso en 1972 (prohibición que se extendió progresivamente a todos los países del mundo), aún hoy es posible encontrar DDT en la leche materna de los humanos [2]. El problema, que se puede alargar durante siglos, radicó en la falta de ensayos ecotoxicológicos antes de que el DDT se produjera industrialmente.

Fig. 2. Un científico (el Dr. Luis Lubián) analizando la variación de las poblaciones de microalgas marinas a bordo de un buque oceanográfico. (Fotografía de Cristina González).

¿Por qué hay que vigilar el mar?

Como ya se ha comentado, gran parte de la basura y las sustancias contaminantes que los humanos generamos tienen por destino el mar. Es necesario un estudio profundo para saber, por ejemplo, cuánto duran los plásticos en el mar y cómo afecta a la fauna: hoy sabemos que las tortugas confunden plásticos con medusas de las que se alimentan, y como no son capaces de digerirlos, podrían morir cuando los comen.

Pero ver eso es fácil, las tortugas son grandes. Sin embargo, ¿cómo afectan plásticos más pequeños a otros animales de menor tamaño? ¿Y los trocitos de plástico microscópico, a quién podrían afectar [3]?

¿Qué pasa con los componentes de las cremas solares que los bañistas se ponen sobre la piel? ¿Son inofensivos para todos los organismos marinos [4]…?

Y como estas preguntas, otras muchas. El ritmo de producción de sustancias nuevas para distintos usos es muy alto, y no siempre se realizan ensayos para determinar su peligrosidad. Estas sustancias nuevas aún no testadas podrían ser peligrosas, y se denominan contaminantes emergentes [5]: productos de cuidado personal, fármacos, nanopartículas… Hay mucha labor por hacer, aún, en el campo de la ecotoxicología marina.

Fig. 3. Participante en una campaña oceanográfica a bordo del buque Oceanográfico de la Armada Hespérides. (Fotografía de la Expedición Malaspina).

A modo de conclusión

Los ecotoxicólogos marinos tienen la labor, pues, de determinar la presencia o no de los distintos tipos de contaminantes en el medio ambiente y de determinar el efecto que estos productos de origen humano tienen sobre la fauna y la flora marina, con objeto de preservar un planeta limpio y saludable para las generaciones futuras. Agotar los recursos y ensuciar el planeta es una actitud propia de seres egoístas que no tienen en cuenta las necesidades que tendrán sus hijos y sus nietos. Y cuidar del planeta (y de sus océanos) es una simple cuestión de voluntad. Solo hay que querer hacerlo.


Referencias:
[1] Newman, M.C. &Unger, M.A., Ed. 2003. Fundamentals of ecotoxicology, 2ndedition. CRC Press, Boca Ratón. Lewis Publishers.
[2] Man, Y.B.; Chan, J.K.Y.; Wang, H.S.; Wu, S.C. and Wong, M.H. 2014. DDTs in mother’s milk, placenta and hair, and health risk assessment for infants at two coastal and inland cities inChina. Environment International 65:73-82.
[3] Isobe, A.; Uchiyama-Matsumoto, K.; Uchida, K. and Tokai, T. 2017. Microplastics in theSouthernOcean. Marine PollutionBulletin 114: 623-626.
[4] Sendra, M.; Sánchez-Quiles, D.; Blasco, J.; Moreno-Garrido. I.; Lubián, L.M.; Pérez-García, S. & Tovar-Sánchez, A. 2016. Effect of TiO2 nanoparticles and sunscreens on coastal marine microalgae: Ultraviolet radiation is key variable for toxicity assessment. Environment International 98: 62-68.
[5] Naidu, R.; Arias España, V.A.; Liu, Y. and Jit, J. 2016. Emerging contaminants in the environment: Risk-based analysis for better management. Chemsophere 154: 350-357.
Ignacio Moreno Garrido
Licenciado en Biología, especialidad Botánica.
Doctor en Ciencias del Mar.
Científico Titular del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (CSIC). Director del Departamento de Ecología y Gestión Costera.



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