Y yo quiero ser...Física Electrónica
(Por
Gloria Huertas Sánchez)
Escucha música mientras lees, vete al final.
“En marzo volvieron los gitanos. Esta vez
llevaban un catalejo y una lupa del tamaño de un tambor, que exhibieron como el
último descubrimiento de los judíos de Ámsterdam. Sentaron una gitana en un
extremo de la aldea e instalaron el catalejo a la entrada de la carpa. Mediante
el pago de cinco reales, la gente se asomaba al catalejo y veía a la gitana al
alcance de su mano. “La ciencia ha
eliminado las distancias”, pregonaba Melquíades. “Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de
la tierra, sin moverse de su casa” (1).
Y ese día
llegó hace ya algunos años. No estoy en Macondo, ni en algún lugar inventado
donde uno puede reconocer cierto pueblo de Colombia. Tampoco me acompaña un
gitano viajero e ilustrado, Melquíades, que me muestra inventos exóticos y
maravillosos traídos de lugares remotos. Estoy en un pequeño pueblo del
Aljarafe sevillano llamado Umbrete. Son las 8:00 de la mañana del mes de
diciembre del año 2017 y espero a que mis hijos se despierten para empezar la
rutina de cada día. Para matar el rato, jugueteo con mi teléfono móvil.
Entonces me conecto indiscreta con mi Android de última generación a earthcam.com (2). Veo rostros
desconocidos. Uno de ellos, una chica rubia y alta, acaba de subir a un taxi
amarillo justo en la esquina de las calles 47 y Broadway en Nueva York. Un
chico corría tras ella agitando un sobre que llevaba en la mano pero no la ha
alcanzado a tiempo. Son 5738 km de distancia desde mi casa a ese lugar del
mundo en Norteamérica pero me puede secretamente la curiosidad ¿qué dirá esa
carta?
Cien años de
Soledad se desarrolla desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX.
Desde entonces, el mundo ha cambiado mucho. De manera vertiginosa. De eso me ha
servido ser física electrónica, me ha servido para entender por qué y cómo se
ha producido ese cambio y, quizás, para contribuir con mi pequeño granito de
arena a los siguientes cambios que seguro llegarán a nuestras vidas en los
próximos años. Cuando era pequeña (en los años 80) no había internet en las
casas y nadie tenía un teléfono móvil en su bolsillo con el qué poder
visualizar lo que ocurría a miles de kilómetros de su casa. Eran otros tiempos,
muy diferentes a los de ahora. Ahora cada día manejamos muchos dispositivos
electrónicos, pequeños, portátiles, fáciles de usar, que están al alcance de
nuestra mano y, con ellos, podemos “hacer la magia” de comunicar cualquier
contenido a cualquier otra persona del planeta, en cualquier momento, en
cualquier lugar, de cualquier manera (podemos verlo, escucharlo, imprimirlo,
modificarlo, reenviarlo,…) e incluso podemos cambiar configuraciones de objetos
en nuestros hogares, lo que conocemos por domótica, o también dotar de internet
a las cosas. Son muchas las aplicaciones informáticas que usamos sin parar.
Hablamos con familiaridad de Facebook, WhatsApp, Twitter, Instagram y un sinfín
de herramientas informáticas apps,
¡vaya palabreja!, que configuran nuestros modos y hábitos sociales; pero
¿tenemos una idea de lo que hay detrás de esos programas y qué les permiten
cumplir su función? Si fuéramos capaces de usar algunos de los inventos de
Melquíades para mirar dentro de los aparatos electrónicos que tenemos
alrededor, veríamos que todas esas apps
dependen para su funcionamiento de procesos de conducción eléctrica en sólidos;
resumiendo mucho, del movimiento de una partícula elemental que ahora nos
resulta familiar: el electrón. Un término que usamos en nuestro lenguaje
cotidiano, aunque no sepamos muy bien qué significa. Pero el electrón no es una
realidad visible para nosotros; solo lo son los equipos electrónicos y, en
ellos, si los abrimos, sus componentes básicos: condensadores, resistores,
bobinas, y unas cucarachitas con pinchos por patas que llamamos chips. Sin
embargo, si uno estudia física electrónica, ingeniería electrónica, o
telecomunicaciones, tendrá el conocimiento y la base para concebir cómo están
relacionados esos dos conceptos clave, electrón y chip y, comprender, con
razonable lujo de detalles, el camino que nos ha conducido hasta estos instrumentos
(estos milagros) tecnológicos que tanto utilizamos y de los que tanto
dependemos. Incluso uno podría ir más allá y contribuir activamente en la
evolución de esta ciencia o tecnología, la Electrónica, de la que parece que
nadie duda que seguirá marcando nuestro mundo futuro, al menos en el corto y
medio plazo. Y es que la Electrónica ha evolucionado en poco más de cien años
hasta trascender su papel como ciencia y tecnología y convertirse en un
“fenómeno¨ o “vector” social y en una seña de identidad de nuestro momento
histórico. Esto ha sido posible gracias a proporcionarnos una extraordinaria
capacidad de comunicación y unas enormes posibilidades de cómputo, todo ello
puesto al alcance de nuestra mano en forma de terminales muy accesibles y manejables.
¿Quién actualmente no tiene un teléfono móvil en el bolsillo o en el bolso? Si
alguien no lo tuviera lo miraríamos como un auténtico bicho raro. Como le pasa a la pobre Mafalda en esta viñeta de
humor… (Original Crédito Quino)
Ya en1909, el
gran Nikola Tesla aseveraba en un artículo visionario “Pronto será posible que un hombre de negocios en Nueva York dicte
instrucciones y que al instante aparezcan en su oficina en Londres o en otro
lugar... Un instrumento barato, no más grande que un reloj, permitirá a su
portador escuchar en cualquier lugar, en mar o tierra, la música o la canción,
la voz de un líder político, la dirección de un eminente hombre de ciencia, o
el sermón de un clérigo elocuente, generado en otro lugar, por muy distante que
sea. De la misma manera, cualquier imagen, carácter, dibujo o impresión se
podrá transferir de un lugar a otro”. Ese momento ya llegó hace un tiempo,
lo estamos viviendo cada día, para bien o para mal, con el desarrollo
tecnológico que está al alcance de nuestras manos. Sin embargo, poco es lo que
el hombre de la calle conoce sobre qué es lo que hace posible esta tecnología,
la Electrónica. Me atrevo a afirmar que todos vosotros, mis queridos lectores,
conoceréis a Albert Einstein y nadie dudará que era una mente brillante cuyos
estudios y descubrimientos han repercutido en mejorar nuestra vida actual y
nuestra sociedad. Incluso muchos sabréis que ganó el Premio Nobel de Física en
el año 1921 y que le fue otorgado por sus aportaciones a la Física Teórica, en
especial por su descripción y formulación del efecto fotoeléctrico. Ahora bien,
si menciono a William Bradford Schockley, John Bardeen y Walter Houser
Brattain, probablemente estos nombres sean completamente desconocidos para la
mayoría de vosotros. No obstante, estos tres hombres propiciaron esta
revolución social de la que estoy hablando y en la que estamos inmersos.
Cualquier experto en la materia se atrevería a afirmar que dichos hombres
inventaron uno de los dispositivos más importantes de la historia de la
humanidad, y, sin duda, el más representativo del siglo XX. Ellos fueron los
padres del transistor y, por tanto, los responsables indirectos de la
existencia de los aparatos y equipos electrónicos que usamos diariamente y de
forma tan masiva. En 1956 estos tres físicos estadounidenses fueron
galardonados con el Premio Nobel de Física por su investigación en semiconductores
y el descubrimiento del efecto transistor. Pero ni alcanzaron una fama
generalizada ni se hicieron ricos. Curiosamente, Bardeen, además, fue la
primera y única persona en ser galardonada dos veces con el Premio Nobel de
Física. Desgraciadamente, no goza de popularidad y nadie apenas lo conoce como
a Einstein, por ejemplo. Él fue un físico teórico, un físico matemático, muy
brillante pero muy modesto. Una vez leí que el periódico Chicago Tribune
detalló adecuadamente el papel de Bardeen en la historia: “Para los científicos Bardeen es un Einstein. Para el público en general
es un… ¿John qué?”
Por todos
estos motivos, por la curiosidad de conocer cómo funciona internamente
cualquier dispositivo electrónico, por saber cómo ha sido la evolución tecnológica
asociada a dicho dispositivo y quienes han sido los protagonistas de la
historia científica que nos ha llevado a tener todo ese desarrollo electrónico
al que tenemos acceso actualmente, por todo ello: YO QUIERO SER FÍSICA
ELECTRÓNICA.
Y voy más
allá, si analizamos la evolución de la Electrónica desde el invento del
transistor, año 1947, hasta nuestros días y todo lo que ha significado para
conformar nuestra realidad cotidiana, se puede describir así: «Si la automoción hubiera experimentado un desarrollo
parecido al de la industria del transistor, se podría disponer de un
Rolls-Royce por menos de 3000 pesetas (50 €) y, además, el vehículo dispondría
de la potencia de un trasatlántico como el Queen Elizabeth para ser capaz de
recorrer un millón de kilómetros (unas 25 vueltas al mundo) con sólo un litro
de gasolina» (3).
Pero toda
evolución tiene un límite y, actualmente, muchos se preguntan si hay “vida”
después del transistor; si la Electrónica podrá seguir atendiendo a las
necesidades y expectativas generadas. Muchos son los retos a los que nos
enfrentamos los científicos dedicados a esta tecnología si queremos mantener
este ritmo de crecimiento y progreso. YO QUIERO SER FÍSICA ELECTRÓNICA para
inventar otro dispositivo distinto, un nuevo paradigma, una nueva solución, que
resuelva los problemas que hoy en día presenta la Electrónica y todo su
desarrollo tecnológico…
Notas:
(1)
Cien años de Soledad, Gabriel García Márquez, 1967.
(2)
Earthcam.com es un portal en Internet que transmite imágenes en vivo de
distintos lugares del planeta.
(3)
Fragmento sacado de la referencia “BARCELÓ, M. (1995). Prólogo de «El Mundo
Digital» de Nicholas Negroponte, 7-14. Ediciones B, Barcelona”
Gloria Huertas Sánchez
Doctora en Física, Profesora
Titular, Departamento de Electrónica y Electromagnetismo, Universidad de
Sevilla.
Escucha música mientras lees.
Me ha gustado muy bueno para los que nos gusta el tema. Gracias
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