Y yo quiero ser...Físico Solar
(Por
Ramón Oliver)
Escucha música mientras lees, vete al final.
—Entonces,
¿quieres saber por qué sucedió?
—Sí,
claro —respondo.
—La
"Gran Tormenta Solar" —dice Montse tristemente—. Nos pilló con los
pantalones bajados. Hasta los tobillos. A pesar de que sabíamos que podía
pasar.
Estamos
casi a oscuras, tan solo iluminados por algunas velas. Casi nada funciona:
únicamente el reloj de pulsera de Montse y la radio (de pilas, claro). Desde la
GTS, hace 3 meses, no hay electricidad. Y, por tanto, no podemos emplear los
móviles, ni los electrodomésticos,... ni nada. En la calle no circulan
vehículos a motor. Según Montse, esta situación va a durar muchos meses hasta
que los transformadores de las centrales eléctricas sean reparados y se pueda
"poner la civilización en marcha nuevamente".
—¡Vamos
allá! —arranca Montse—. El Sol es una bola de gas de 700.000 km...
—¡Vaya
rollo! —la interrumpo—. ¿No puedes ir al grano?
—Ja,
ja. De acuerdo. ¿Tienes idea de por qué brilla el Sol? ¿No? Para empezar, en su
centro la temperatura ronda los 16 millones de K. ¿Sabes que cuánto más alta es
la temperatura, mayor es la velocidad de las partículas de un gas? Pues en el
centro del Sol los protones se mueven a una velocidad media de más de 500 km/s.
—¿Y?
—pregunto.
—Pues
que a estas velocidades dos protones pueden vencer la repulsión de sus cargas
eléctricas positivas y fusionarse
para crear un núcleo de deuterio—Montse duda y se rasca la cabeza—. Bueno, un
poco de Mecánica Cuántica vendría bien ahora...
—Me
parece estupendo —ironizo—, pero ¿qué es el deuterio?
—¡Ah,
sí! Mira, es un núcleo con un protón y un neutrón. O sea, es un isótopo de
hidrógeno. Esto... ¿dónde estábamos?
Montse
se para a pensar un momento.
—¿Por
qué brilla el Sol?—le recuerdo.
—Claro,
claro. Para simplificar: en el núcleo del Sol tiene lugar una serie de
reacciones nucleares como la anterior, esa en la que se produce un núcleo de
deuterio a partir de dos protones. Al final de esta cadena de reacciones
nucleares, cuatro protones se juntan y se crea un núcleo de Helio 4.
—¿Y
qué? —intento que no se note que me estoy poniendo impaciente.
—Resulta
que la masa de este núcleo de He es menor que la de los cuatro protones. Se ha
perdido masa por el camino... ¿cómo puede ser? ¿Te suena un tal Einstein?
—¡¡Por
supuesto!!
—¿Y
la ecuación E = m c2? La masa no se crea ni se destruye...
—...
¡sino que se convierte en energía! —termino la frase a mi manera—. La
diferencia de masa se transforma en energía...
—...
y por eso brilla el Sol—remata Montse.
Montse
continúa explicándome cómo la energía que se genera en el núcleo solar gracias
a estas reacciones de fusión realiza un lento camino hacia la superficie.
—A
unos 470.000 km del centro, la energía empieza a transportarse hacia arriba
gracias a la convección...
—¡Ah,
eso me lo sé!—la interrumpo—. Es lo mismo que pasa cuando ponemos... cuando
poníamos... la calefacción en marcha. Al calentarse el aire que está en
contacto con un radiador, su densidad decrece y el aire sube hacia arriba.
Entra en contacto con aire más frío y le cede calor. Entonces se enfría, se
vuelve más denso y vuelve a bajar.
—¡Muy
bien! —Montse me guiña un ojo—. Pues ahora vas a tener que fiarte de mí otra
vez. El gas está casi completamente ionizado:
es una "sopa" de electrones e iones (protones, He+2,
etc.). Es lo que se llama un plasma.
—¿Cómo
el plasma de la sangre? —vuelvo a interrumpir.
—Ja,
ja, nooo. Es solo el mismo nombre, pero no tienen nada que ver —y continúa—. Así
que tenemos cargas y movimientos convectivos, vamos, cargas en movimiento. Ya
sabes que una carga en movimiento produce un campo magnético, por lo que de
esta manera se crean campos magnéticos en el interior del Sol.
—Me
cuesta seguirte —le digo.
—Me
lo imagino, no es fácil. Te dije que te tenías que fiar de mí. El mecanismo por
el que se crean estos campos magnéticos se llama dinamo. También tiene lugar en la Tierra y por eso puedes emplear
una brújula cuando vas de excursión.
—Eso
sí lo entiendo —sonrío—. La aguja de la brújula se alinea con la dirección del
campo magnético.
—Bien,
entonces recuerda que en el Universo nada es gratis: para crear campos
magnéticos es necesario "gastar" energía. La dinamo solar convierte
energía cinética de la convección en energía potencial magnética.
—¿Qué
me estás contando? —digo, enarcando las cejas—. Me suena a chino.
—Muy
sencillo: si alzas ese libro de ahí, le estás dando energía potencial
gravitatoria, ¿no? Si después sueltas el libro, esa energía se convierte en
cinética y el libro cae. Con los campos magnéticos pasa exactamente lo mismo:
pueden almacenar energía potencial (magnética, claro) y luego la pueden
devolver como energía cinética. ¡Y con esto, casi hemos llegado a la GTS!
Justo
en este momento la vela se apaga y tenemos que usar una de las pocas cerillas
que quedan para volver a encenderla. Montse me propone tomarnos un descanso,
pero, aunque me cueste reconocerlo, quiero que me siga contando su historieta.
Y la convenzo. Me explica que los campos magnéticos que se "fabrican"
en el interior del Sol suben hacia la superficie como un corcho colocado bajo
el agua.
—Sí,
esa es otra cosa en la que te tienes que fiar de mí.
—De
acuerdo, te creo. ¿Y después?
—Después...
sabes que un imán tiene un polo norte y un polo sur, ¿verdad? ¿Y qué lo mismo
pasa con la Tierra?
—Pues
claro.
—Pues
la superficie del Sol, que se llama fotosfera,
está llena de polos magnéticos norte y sur. Por todos lados.
Montse
rebusca en una carpeta y saca una fotografía con un círculo gris cubierto de
manchas blancas y negras (Fig. 1a).
—Mira,
esto es un magnetograma de la
superficie del Sol —prosigue—. Los campos magnéticos más intensos corresponden
a los colores blanco (polo norte) y negro (polo sur). En la superficie solar
una brújula ¡podría apuntar en cualquier dirección!
—Vaya,
pues sí que es curioso.
—Y
aún hay más: estos campos magnéticos intensos impiden los movimientos
convectivos, es decir, no permiten que la convección lleve la energía hacia
arriba. Por eso el gas fotosférico está más frío en las zonas blancas y negras
del magnetograma —Montse rebusca de nuevo en la carpeta y saca otra fotografía,
con un disco anaranjado (Fig. 1b)—. Ves, esta es una imagen de la fotosfera,
como la veríamos a simple vista con unas gafas especiales para eclipses. Y las
manchas negras son manchas solares.
—Galileo ya
observaba manchas solares con un telescopio, ¿verdad?
Fig. 1. (a) Magnetograma de la
superficie solar (fotosfera). (b) Imagen de la fotosfera. (c) Imagen de la
atmósfera solar en la longitud de onda de 21.1 nm, que muestra el plasma de la
atmósfera solar a temperaturas cercanas a 2×106 K. (d) Ampliación de la parte
de la Fig. 1c dentro del recuadro blanco. © NASA/SDO.
—Efectivamente.
Pero Galileo no podía ver la atmósfera del Sol. Sin embargo, ahora la podemos
estudiar gracias a telescopios que captan la luz ultravioleta. Mira —me dice
mientras hace aparecer dos fotos más—. Aquí (Fig. 1c) puedes ver que encima de
los campos magnéticos intensos, o sea, encima de las manchas solares, la
atmósfera solar es muy brillante; estas zonas brillantes se llaman regiones activas y son las discotecas de
la atmósfera del Sol, dónde pasan cosas, dónde está la marcha.
A
Montse le gusta hacer este tipo de bromas. ¿Qué le vamos a hacer?
—Si
miras esta ampliación (Fig. 1d) verás que esta región activa —y señala a la que
está en la parte de arriba de la foto— tiene un montón de arcos (les llamamos bucles) que conectan un polo norte y un
polo sur —y ahora señala a las correspondientes manchas, blanca y negra, del
magnetograma (Fig. 1a).
—Esto
me suena familiar —intervengo—. Pero no sé a qué me recuerda.
—Quizás
al experimento que consiste en tirar limaduras de hierro sobre un papel
colocado encima de un imán. Las limaduras se alinean a lo largo del campo
magnético.
—Entonces,
¿el gas de la atmósfera solar se alinea a lo largo del campo magnético?
—¡Exactamente!
—¿Y
tiene esto algo que ver con la GTS?
—Sí,
lo has adivinado. Esta otra región activa —señala la que está abajo a la
derecha (Fig. 1d)— tiene una pinta rara, ¿no te parece? Esa traza blanca
vertical nos dice que el detector está recibiendo demasiada luz.
—¿Y
por qué emite tanta luz esta región activa?
—Porque
se ha acumulado tanto campo magnético en la misma zona que la configuración es
inestable. Es como si empujases esa caja que está encima de la mesa: al llegar
al borde la caja caerá al suelo. Con la consiguiente conversión de energía
potencial (gravitatoria) en cinética. Lo mismo pasa en esta región activa: se
ha almacenado una gran cantidad de energía potencial (magnética) y en un
momento dado se transforma en energía cinética.
—Creo
que lo entiendo.
—Esto
se conoce como fulguración. Es una
explosión gigantesca que puede expulsar una enorme cantidad de materia de la
atmósfera solar hacia el medio interplanetario. Y si la Tierra está en el
camino de esta materia, entonces ¡empiezan los fuegos artificiales! Estas
cargas que llegan desde el Sol pueden inducir corrientes en muchos de nuestros
aparatos electrónicos y, lo que es peor, en las líneas de distribución
eléctrica...
—¿La
GTS? —¡¡al fin!!, pienso.
—¡Eso
es! Las fulguraciones normales (puede haber incluso unas cuantas en un día)
solo provocan auroras boreales y australes. Las más energéticas pueden afectar
a las naves espaciales y obligar a modificar las rutas de avión que sobrevuelan
el ártico.
—Eso
no es muy impresionante...
—Cierto,
pero en 1859, por ejemplo, hubo una fulguración tan energética que las líneas
del telégrafo se llenaron de electrones perversos corriendo alegremente. A
finales del siglo XX ya sabíamos que una fulguración como esa nos pondría en
apuros muy serios, porque dependemos, mejor dicho, dependíamos muchísimo de la
electrónica.
—¿Y
no se hizo nada para prevenir un suceso así?
—Sí,
pero no fue suficiente. Al lado de la GTS, el suceso de 1859 fue como una brisa
comparada con un huracán. Los electrones perversos que se "colaron"
en las líneas de distribución eléctrica llegaron a las centrales eléctricas y
"fundieron" la mayoría de transformadores.
La
vela se apaga de nuevo. Es tarde y hace frío, así que decidimos dejarlo por
hoy.
F I N
Es
difícil asegurar que la ficción anterior no vaya a suceder, aunque es poco
probable porque las fulguraciones solares tan extremas ocurren muy raramente.
Se estima que una fulguración como la de 1859 puede provocar daños por valor de
varios billones de $ solo en los EUA y que la economía tardaría varios años en
volver a la normalidad. A parte de la GTS, el resto del texto está basado en
datos reales, aunque en alguna ocasión he tenido que simplificar la explicación
para que resulte más comprensible.
Si piensas que estudiar el Sol puede ser divertido, ¡apúntate a un
grado en Física!
Notas:
Las imágenes están tomadas de la web del satélite SDO.
Para
ver el desarrollo de la fulguración de la Fig. 1 podemos descargar la película de NASA.
Ramón Oliver
Doctor
en Física
Catedrático de Universidad,
Universitat de les Illes Balears
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