miércoles, 17 de enero de 2018

Yo quiero ser Químico Orgánico - Francisco Javier Toledo Marante

Y yo quiero ser...Químico Orgánico
(Por Francisco Javier Toledo Marante)
Escucha música mientras lees, vete al final.

Aún recuerdo los rostros de varios premios Nobel que se reunieron en el Puerto de la Cruz (Tenerife) en 1980 en el denominado 12th International Symposium on the Chemistry of Natural Products que organizó la Universidad de La Laguna (ULL) en nombre de la IUPAC [1]. Entre ellos destacaba el profesor Barton [2], un inglés de cara rojiza y pelo frito del que todo el mundo hablaba por tenerlo por una eminencia de la química orgánica, y es que en 1969, Barton había sido galardonado con el premio Nobel en Química, compartido con Odd Hassel «por sus contribuciones al desarrollo del concepto de conformación y sus aplicaciones en química». Obsérvese en la Fig. 1 lo que hoy entendemos por “conformación del mentol”. Ocho licenciados, recientemente especializados en química orgánica por la mencionada ULL, allí asistíamos escuchando a sus eminencias discursos relacionados con el bio-petróleo, síntesis de sustancias bioactivas demandadas por la industria farmacéutica, espectroscopía, etc. El eminente y viejo profesor D. Antonio González González [3], organizador del evento, se esforzaba por que todo saliese bien. Entre tanto trajín, sin embargo, encontró tiempo para sentarse conmigo, y me dijo: ¿ves a estos? - señalando para los premios Nobel y demás genios que discutían complejas fórmulas químicas que escribían sobre el papel mientras fumaban con sus cachimbas-, pues que sepas que para llegar a su nivel “solo tienes que trabajar”. Tras treinta y siete años de aquel evento, he trabajado en química orgánica como el que más, y aún no he sido galardonado con el Nobel, pero sí creo que he aportado datos nuevos que importantes revistas relacionadas con la química orgánica han tenido a bien publicar [4]. Dichos datos sirven hoy de inspiración a las nuevas generaciones de estudiantes y, quizá algún día, sean la llave para que alguien descubra algo relevante. Al igual que, para que una catedral se acabe de construir, alguien tuvo que poner la primera piedra, del mismo modo, la construcción del edificio del bio-conocimiento requiere humildes obreros especialistas en química orgánica.

Fig. 1. (+)-mentol

¿Qué es la materia orgánica, qué es la química orgánica y para qué sirve?

Toda ciencia se caracteriza por un objeto de estudio y un método de estudio. El objeto de estudio de la química orgánica es la materia orgánica, la cual se puede definir como la sustancia principal de la que están hechos los organismos. El elemento estrella que la constituye es el carbono, pero también encontramos en sus estructuras moleculares otros átomos (H, O, N, P, S, Cl, Br, etc.). Se formó -y se sigue formando- a través de complejas rutas biogenéticas que se enraízan en la fotosíntesis, ya presente en los primeros microorganismos fotosintéticos. Puestos a clasificarla por estructura, diferenciamos nombres como azúcares, ácidos grasos, aminoácidos, terpenos, fenoles, polisacáridos, lípidos, proteínas, etc. Estos materiales, tras cumplir su papel en el fenómeno que denominamos “vida”, se acumulan en el medio ambiente y juegan un rol en el movimiento de nutrientes y en la retención del agua en la superficie del planeta.

Fig. 2. Estructuras del halimedatrial (arriba) y del eritrolido (abajo).

En cuanto al método de estudio, lo definiríamos como un conjunto de dogmas (como “la valencia del carbono es siempre cuatro”) y técnicas (como la “cromatografía en capa fina” o la “resonancia magnética nuclear”) que nos permiten llegar a describir la estructura tridimensional de las moléculas que constituyen un sólido, un líquido o un gas, con la profundidad de su estructura conformacional privilegiada en condiciones particulares de pH, temperatura, disolvente, etc. Así, en la actualidad decimos que la Fig. 2 describe las estructuras moleculares del halimedatrial y del eritrolido. El primero es un compuesto sólido que biosintetizan y bioacumulan las algas marinas del género Halimeda para defenderse de los peces que las depredan, y el segundo es otro sólido que fabrican los corales blandos del género Erythropodium con el mismo objetivo. Se trata, pues, de sustancias biológicamente activas fagorrepelentes y, por tanto, son alomonas [5]. Así, pues, los seres vivos son productores de compuestos con estructuras más o menos complejas, que tienen una función ecológica/ fisiológica. Esto influye y determina aspectos tan importantes como los paisajes terrestres y marinos que observamos cuando salimos al campo o buceamos. Pero esto, ¿sirve para más? Veamos, si una vistosa esponja marina como Aplysinaaerophoba aprendió a biosintetizar y bioacumular productos químicos que la protegen de la oviposición de organismos extraños –erizos, crustáceos, etc.-, esto es, productos químicos que matan los huevos y las larvas de dichos animales competidores, ¿acaso no es lógico, por extrapolación, que dichos productos químicos también van a ser tóxicos para las células malignas que provocan enfermedades como leucemia o cáncer? Ciertamente, dicho organismo se defiende con productos químicos como la verongiamida (Fig. 3), tanto de los peces carnívoros de su hábitat como de los mencionados huevos y larvas de organismos extraños. No es de extrañar que dicha sustancia presente actividad inhibidora de las líneas celulares de leucemia humana [6]. En concreto, presentó actividad citotóxica frente a la línea celular HL60, matando el 50% de las células a una concentración de 10 μmoles por litro. Por otra parte, este compuesto también presenta citotoxicidad frente a líneas celulares de diferentes tumores, como el Ehrlichascitestumour (EAT) o el HeLatumour [6].Todo ello convierte a este producto natural marino en un potencial fármaco para el futuro. No es de extrañar que nuestro grupo de investigación ya esté trabajando en el campo de la maricultura de la esponja marina en mar abierto dentro del proyecto tractor de Desarrollo Industrial Sostenible de Canarias (DISCan-2007) [6]. El lector desconfiado se estará preguntando ¿es esto realista?, ¿en el futuro vamos a obtener fármacos por cultivo intensivo de esponjas marinas?

Fig. 3. Verongiamida (también denominada dienona por su estructura molecular). Es un producto de alto valor añadido por su actividad biológica. Es presumible que en el futuro se cotizará en el mercado del sector biomédico y ayude a salvar vidas o a mejorar la calidad de vida de animales y hombres. Es un producto para la moderna “economía azul”. 

Dicen que para muestra, con un botón basta, pues bien, mostremos el caso del taxol (paclitaxel). Este es un fármaco que se viene utilizando desde hace tiempo en la quimioterapia del cáncer de pulmón, ovario, mama y otros. Es un compuesto que biosintetiza un árbol, el tejo del Pacífico, Taxusbrevifolia. Sin embargo, un tejo de 13 metros de altura y con 200 años de edad solo puede proporcionarnos medio gramo de taxol, por lo que los químicos orgánicos diseñaron un método sintético para convertir en taxolla 10-deacetilbaccatina, un compuesto relacionado desde el punto de vista estructural que se encuentra en varias especies no amenazadas del tipo del tejo del Pacífico y que puede ser cultivado sin destruir el árbol, esto es, de forma sostenible [7].

Para muchas otras cosas sirve la química orgánica. Así, algunos laboratorios se esfuerzan por sintetizar drogas complejas, como la morfina, que conserven sus propiedades útiles (la analgesia) pero no las indeseables (adicción). Los estereoisómeros, ordenamientos tridimensionales diferentes con la misma fórmula molecular, pueden tener efectos terapéuticos muy diferentes. Un caso es el par quinina/ quinidina. El primero sirve para tratar la malaria mientras que el segundo se aplica para tratar arritmias cardiacas. Por otra parte, disciplinas cercanas, como la bioquímica o la nutraceutica, utilizan el “lenguaje” de la química orgánica para justificar, basándose en la estructura de las biomoléculas, su comportamiento. Así, entendemos que la estructura de doble hélice del DNA se forma gracias a los enlaces de hidrógeno entre las bases. También razonamos, basados en que la mayoría de las vitaminas tienen átomos con carga, el que sean hidrosolubles, o sea, el que se eliminen fácilmente y no sean tóxicas. Sin embargo, las vitaminas A y D, por ser no polares, se acumulan en el tejido graso del cuerpo, lo que las hace potencialmente tóxicas en altas dosis.

¿Y cómo podemos ver la estructura de la materia orgánica? ¿Hay instrumentos que nos permiten elucidar incluso la organización tridimensional de las moléculas?

Las moléculas que constituyen la materia orgánica solo se pueden “ver” por su manera de interaccionar con la radiación electromagnética en sofisticados instrumentos (espectrofotómetros) o su manera de romperse en un espectrómetro de masas. Dicha interacción se suele representar en forma de gráfico - espectro. La información contenida en dicho espectro permite deducir grupos estructurales típicos. Así, en la Fig. 4 puede observarse un espectro de resonancia magnética nuclear (1H-RMN) que corresponde a un líquido comercial, el metilimidazol. La posición relativa de los picos sobre el espectro, su intensidad y forma desvelan tres hidrógenos en una subestructura de imidazol. La información contenida en otros espectros debe de ser consistente con la estructura deducida, al igual que las diferentes piezas de un puzle deben de encajar en el mismo. Solo cuando esto ocurre, el químico orgánico se atreve a proclamar la estructura química en una publicación científica.

Fig. 4. Espectro de 1H-RMN del metilimidazol (protones aromáticos) obtenido en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

A modo de conclusión

La química orgánica es una de las partes de la química más necesarias para interpretar y desarrollar el mundo actual. Tanto el análisis cualitativo, cuantitativo y estructural de los componentes orgánicos que constituyen la materia como su síntesis configura una actividad científica que se desarrollada vertiginosamente en la actualidad.

El sector económico que más dinero mueve en nuestra sociedad, el denominado “Calidad de Vida de los Ciudadanos”, necesita tanto de fármacos, cosméticos y nutracéuticos como de biodiesel y bioproductos, los cuales, es presumible que nos ayudarán a construir un mundo más limpio, saludable y sostenible. Muchos retos, como el descubrir esa molécula que acabe definitivamente con el Cáncer siguen abiertos e inspiran nuestro trabajo cotidiano. ¡Súmate!


Referencias:
[5] Francisco Javier Toledo Marante (2017). Marine Environmental Metabolomics. In: Prasain JK (Ed.) Metabolomics, Fundamentals and Applications. Intech, USA.
[6] Pere Ferriol, Francisco J. Toledo, Miquel Brunet, María J. Mediavilla, Francisco J. Estévez, Christian C. Toledo (2013). Production of sponge cytotoxic factors by mariculture of Verongiaaerophoba. XIV International Symposiumon Marine Natural Products (MaNaPro-2013). Isla de La Toja - Galicia, España Póster 178. Pág. 243.
Francisco Javier Toledo Marante
Doctor en Ciencias Químicas –Especialidad Química Orgánica-.
Profesor Titular, Instituto Universitario de Medio Ambiente y Recursos Naturales (IUNAT) Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC)

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