YO QUIERO SER CIENTIFICO
Libro de divulgación que te animará y ayudará a decidir que científico quieres ser.
lunes, 5 de febrero de 2018
martes, 30 de enero de 2018
Presentación
Presentación
Escucha música mientras lees, vete al final.
“Corría el año 2017 y…”. Siempre me ha
parecido una manera perfecta (a alguien se lo había escuchado antes) de
comenzar a contar una historia. Pues sí, corría el año 2017, más concretamente
el mes de Abril, en los días de Semana Santa y para no romper con una
“tradición” que nos habíamos auto impuesto el año anterior, ahí estábamos los
cuatro haciendo una parte del Camino de Santiago.
En
uno de esos días, llegando a Burgos, a Pablo se le escapa el balón de
balonmano, si incomprensiblemente lleva toda la semana cargando con el balón,
empieza a rodar por una pequeña pendiente hasta que unos metros más abajo y
tras una pequeña carrera lo vuelve a coger. Ya por la tarde en el albergue y
tras una reparadora ducha y una no menos reparadora merienda me viene a la
cabeza el rodar del balón. Le comento a Pablo que si se había fijado que el
balón había empezado a correr camino abajo y tras un rato parecía que mantenía
la velocidad y que ya no se aceleraba más, a lo que me responde, “si, si, pero podemos jugar un rato con la
tablet o salir fuera a lanzarnos el balón” (con la tablet carga su hermano).
Resignadamente, con el comentario entre dientes de “que poco científico que eres”, respondo “claro que podéis jugar a lo que queráis, os lo habéis ganado”. Días
más tarde, de vuelta ya en Madrid, recuerdo aquella tarde y nace la idea de
esto que estáis comenzando a leer.
Este
libro surge como la recopilación de las respuestas de unos buenos amigos, en
origen a la mayoría de ellos no los conocía pero ya los considero a todos
buenos amigos, a mi solicitud de “Por
favor, me gustaría que me ayudarais a animar/motivar a mis hijos a que sean
científicos”.
Este
“guante” se lo lancé a multitud de científicos y tras el consejo de Ana Ulla “Quintín intenta que seamos muchas las
científicas las que participemos en este libro así será un mayor aliciente y
ejemplo para las chicas”, pues intenté, y creo que conseguí, un buen número
de grandes científicas, claro está los científicos que participan no les van a
la zaga. Vaya desde aquí mi agradecimiento a todos los que han participado,
todos de una manera altruista, por su ayuda, dedicación,
entusiasmo y por hacer mi labor de coordinación fácil y llevadera. Por supuesto
hago extensible este agradecimiento a todos los que no han podido participar,
gracias por vuestro ánimo y buenos consejos.
Este
libro va dirigido a jóvenes, o esa era la idea inicial, lectores de entre 14-18
años, pero tengo que confesar que tras su lectura creo que será del agrado de
cualquier persona con un mínimo de curiosidad, sea cual sea su edad. Pienso que
en esta colección de relatos, en su mayoría vivencias personales de sus
autores, encontrareis un fiel reflejo de la comunidad científica actual. Entre
los autores encontraréis desde estudiantes de grado o doctorado a Catedráticos,
e incluso científicos ya jubilados (en la mayoría de los casos muy a su pesar)
con una sabiduría y experiencia que una Sociedad que se quiera calificar como Avanzada
no debe dejar de lado y mucho menos en el olvido. Aquí tenéis un buen elenco de
“hombros sobre los que subiros” para
lograr grandes cosas. Creo firmemente que acabareis la lectura de los capítulos
mascullando la frase “Y yo quiero ser…”.
Decir
que no es un libro que requiera una lectura continuada. Todos los capítulos son
independientes, se pueden leer sin orden, se puede ir saltando de un área de
conocimiento a otra sin problemas. Mi recomendación es que empecéis leyendo
los que creáis que más os van a gustar, para después no dejar de leer los que
según los títulos no parezcan que os llamen la atención o incluso aquellos que
leyendo el título no sepáis muy bien a que se están refiriendo, estoy seguro
que os sorprenderán y gustaran.
Aprovecho
para poner “la venda antes de la herida”, soy el único culpable en la
confección del índice. Son miles las posibles combinaciones para elaborarlo
pero está claro que hay que decidirse por una y seguro que no será del agrado
de todos. Esta combinación se basa en la separación de los capítulos en dos
grandes áreas (por explicarlo de alguna manera, una con un poco menos de “matemáticas”
y la otra con algo más) y dentro de ellas el orden alfabético de los propios
capítulos. Serán muchas las opiniones que cambiarían de área y/o de orden los
capítulos pero tenía que decidirme por algo.
Termino
estas líneas volviendo a agradecer a todos los que de una manera u otra han
participado en la elaboración de este
libro, desde Irene a Federico por citar dos nombres ya que la lista completa
sería inacabable. Una más que ganada mención, lo que habéis tenido que aguantarme,
a David, Pablo y Teresa gracias por vuestro apoyo y ayuda.
Y
con la esperanza que todos encontréis con la lectura de este libro la
inspiración y el ánimo para conseguir ser grandes científicos.
Madrid Febrero
2018
Quintín
El "culpable" de este libro y su balón.
Portada:
Cortesía de Noelia Bernardo García
Contraportada:
“Irene y sus descubrimientos”
Foto cortesía de Alicia Parra Ruiz
Montaje cortesía de Luis Bretón Belloso
Este libro tiene una licencia Creative Commons
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parcial de esta obra deberá hacer un reconocimiento expreso a la autoría de la
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expresamente se hace mención a su autoría/crédito al pie de las mismas.
Escucha música mientras lees.
lunes, 29 de enero de 2018
Prólogo
Prólogo
(por Federico Mayor Zaragoza y Federico Mayor Menéndez)
Escucha música mientras lees, vete al final.
Vivimos tiempos de crisis global y de grandes retos planetarios, que requieren más que nunca ser capaces de generar y aplicar nuevos conocimientos. Por ello, una de las responsabilidades de la comunidad científica es transmitir a la ciudadanía la relevancia de la investigación científica, como frontera intelectual que nos permite abordar preguntas fundamentales sobre el universo y sobre la vida, y también por su incidencia en el desarrollo y bienestar de la sociedad, en aspectos como la salud, la alimentación, la energía o el medio ambiente.
Este mensaje es esencial para que la sociedad y los responsables políticos apuesten por la ciencia como uno de los motores fundamentales de futuro, y es especialmente necesario en nuestro país, donde la inversión sostenida en I+D está lejos de ser una prioridad, a diferencia de lo que sucede en otros países de vanguardia. Y es también muy importante que ese mensaje se dirija de forma específica y eficaz a los más jóvenes, de cuyo talento e impulso renovador depende el futuro de la investigación científica.
En este contexto se enmarca la excelente iniciativa del libro “CIENCIA, y yo quiero ser científico!!!”, que cuenta con la colaboración de la asociación Apadrina laCiencia y otras instituciones, y que quiere contribuir, a través de los testimonios de muchos investigadores e investigadoras de diversas disciplinas, a que estudiantes de secundaria y bachillerato conozcan de primera mano las preguntas a las que se enfrentan los científicos, su forma de vida, y también su motivación y su pasión por sus distintas especialidades.
El sistema educativo y la sociedad en su conjunto precisa fomentar el interés por la actividad investigadora y despertar vocaciones científicas, a través de unos contenidos educativos sólidos y atractivos que combinen la transmisión de información (creciente en volumen y complejidad) sobre las distintas materias con el entrenamiento de la curiosidad, la capacidad de indagar y el espíritu crítico, y de una divulgación rigurosa y cercana.
Queremos (y necesitamos) que los jóvenes quieran dedicarse a la actividad científica:
-para seguir preguntándonos, sin más guía que la curiosidad innata de la condición humana, cómo son los seres humanos, los seres vivos, la naturaleza, el cosmos, en el ámbito de la investigación básica, que es la fuente de todo conocimiento y de toda posible aplicación futura (“no se puede planificar lo inesperado”, en palabras del Premio Nobel Aaron Klug).
-para, a través de la implementación de nuevos conocimientos y procedimientos, contribuir a evitar o aliviar el sufrimiento de las personas, mejorar su bienestar y actuar a tiempo ante procesos potencialmente irreversibles en nuestro medio ambiente, a los que nos enfrentamos por primera vez en nuestra historia. “No hay ningún desafío que se sitúe más allá de la capacidad creadora distintiva de la especie humana”, afirmó el Presidente John F. Kennedy en 1963.
La ciencia y la comunidad científica deben tener un papel decisivo y protagonista en los cambios radicales que precisa nuestro mundo. Conocer la realidad… y actuar en consecuencia. Ciencia para facilitar la transición desde una economía basada en la especulación, la deslocalización productiva y la guerra a una economía basada en el conocimiento para un desarrollo global sostenible y humano, en que las cinco prioridades de las Naciones Unidas -alimentación, agua, salud, medio ambiente y educación- sean asequibles a todos para vivir dignamente, y fundada en un nuevo concepto de seguridad que no sólo tenga en cuenta los territorios y fronteras, sino a los seres humanos que los habitan.
Deseamos vivamente que este libro sirva para fomentar que estudiantes de bachillerato y secundaria se sientan atraídos por la actividad científica y se sumen a las nuevas generaciones de investigadores (en las que las mujeres científicas tendrán un protagonismo creciente), y que así aporten decididamente su imaginación, su perseverancia, altura de miras, capacidad creativa e inconformismo (valores todos ellos consustanciales a la actividad científica) para tomar el relevo e impulsar estos cambios.
Federico Mayor Zaragoza
Presidente de la Fundación Cultura de Paz
Exdirector General de la UNESCO
Federico Mayor Menéndez
Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid y ExPresidente de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM)
Escucha música mientras lees.
domingo, 28 de enero de 2018
Apéndice
Y yo quiero ser...Como mi Profe
(Por
Quintín Garrido Garrido)
Escucha música mientras lees, vete al final.
“Y ahora, después de todo, viene éste y nos dice que quiere ser como
su profe. Lo que nos faltaba.”
Estoy
convencido de que esta es una manera suave de expresar el pensamiento que
estaréis teniendo la mayoría de los que lleguéis hasta aquí en vuestra lectura
de este libro. Os quiero confesar que en ningún momento mi idea era participar
con un capítulo. No quiero que este apéndice se entienda como tal. Más bien se
puede entender como una reflexión en voz alta y con el permiso de todos
vosotros un pequeño homenaje.
En el
transcurso del año, o casi, que llevo embarcado en este libro siempre me ha
movido el mismo pensamiento, intentar divulgar ciencia motivando a chavales a
ser científicos. Tengo que confesar que según iba avanzando este proyecto cada
vez me gustaba más, no solo como participe en la elaboración sino como lector. Aunque
no estoy “exactamente” en el rango de edad al que va dirigido, me paso por una
treintena larga, lo he disfrutado y lo disfruto ya más tranquilamente.
Creo que
recoge perfectamente la idea inicial de “amigos ayudarme a despertar vocaciones
científicas, a despertar esa curiosidad innata que todos los quinceañeros
tienen y que van dejando a un lado por otras inquietudes” y, casualidades de la vida, mis hijos se
están acercando a esas edades.
En mi posición
de lector, me encanta aprender cosas nuevas y en la elaboración y lectura de
este libro he aprendido multitud de ellas. Pero sobre todo lo que más me ha
gustado de la lectura de todos estos capítulos es descubrir la inmensa cantidad
de cosas que todavía tengo por aprender.
Coincido en
muchas de las opiniones que se han vertido en este libro y sobre todo con
algunas de las que se han repetido bastantes veces: la motivación que suele
despertar la lectura de un buen libro de divulgación a edades tempranas, y
sobre todo la influencia muy positiva que tiene un buen profesor de Instituto.
Es por ello
que quiero aprovechar y rendir un pequeño homenaje a “mí Profe” del Instituto,
sin desmerecer con ello al resto de los profesores que tuve. Lo quiero hacer
copiando unas líneas que redacté hace cuatro años con motivo del homenaje que
le dieron en el Instituto, en un acto donde se descubría una placa en el Laboratorio
de Física con su nombre. Este acto iba precedido de varios discursos en el
salón de actos y yo me preparé uno por si se daba la circunstancia de que
alguno de sus alumnos tuviera que decir unas palabras, cosa que al final no
tuve que hacer.
“””Hola amigos.
Agradeceros a todos vuestra presencia en
este acto y a las autoridades del Cervantes por llevarlo a cabo.
Yo anduve por estos pasillos y aulas hace ya
30 años y la verdad es que ahora mismo, al igual que entonces, estoy bastante
nervioso al hablar ante un público numeroso. Recuerdo vivamente cuando se me ocurría
hacer alguna pregunta en las conferencias divulgativas que D. Ricardo
organizaba. Para mí en aquellos años los nervios se debían, por un lado, a hablar
en público y, por otro, por a la pregunta en sí misma. Siempre tenía la duda
sobre si la pregunta sería adecuada, o si el público, el ponente y, sobre todo,
D. Ricardo la encontrarían una obviedad o una tontería. Realmente creo que si
hay una persona que se merece un homenaje y un acto como el que celebramos hoy,
esa persona es D. Ricardo, o si se me permite la licencia, “El Richi”, que era
como le llamábamos de forma coloquial entre los alumnos en aquellos años. Creo
que hablo en nombre de muchos de sus alumnos cuando digo que el haber pasado
por sus clases fue un auténtico placer, bueno había que trabajar un poco o
bastante. Las clases eran muy amenas, llenas de divertidas anécdotas, sin
perder rigurosidad, y para los que queríamos ir un poco más allá de lo que
marcaba el temario nos daba la oportunidad de hacerlo. También es de resaltar
su labor a la hora de inculcarnos valores fundamentales para chavales de quince
años: la importancia de la familia, el compañerismo, el esfuerzo, la honradez,
etc.
De los diversos momentos de aquellos años
querría resaltar algunos que recuerdo vivamente:
-En segundo (de BUP), el primer día de clase de Física y Química,
además de presentarse él y de presentar la asignatura que nos iba a impartir,
nos recomendó varias lecturas que nos vendrían bien. Creo que uno de aquellos
libros, que aún conservo y que fue uno de los primeros que, por iniciativa
propia, me compré y leí con avidez. era el Momentos Estelares de la Ciencia de
Isaac Asimov.
-Durante los tres años que tuve la suerte de tenerle de maestro, sí
maestro o eso era apara mí, sin querer menospreciar a nadie, los demás eran
“profes” y D. Ricardo era “Maestro”, resaltar la cantidad de recreos, y alguna
que otra tarde, que pasamos con él en el laboratorio. Allí se sucedían los bajo
su tutela los experimentos de mecánica, óptica, electricidad y magnetismo, y lo
que nos fascinó a todos, los de óptica utilizando un láser. En todos los casos
los experimentos, fueran más o menos sencillos, tenían un por qué, eran
rigurosos y se nos fue haciendo como propio, como el pan nuestro de cada día,
el “método científico”.
-En lo relacionado con actividades extraescolares mencionar los ciclos
de conferencias organizadas por el Instituto o por otras instituciones pero con
la presencia siempre en mayor o menor medida de D. Ricardo. De estas
conferencias quiero destacar aquellas organizadas, fomentadas o patrocinadas
por alguna empresa eléctrica, creo recordar, y que versaban sobre energía
eléctrica en general, desde la generación hasta su uso y aplicaciones. También
comentar alguna de, no recuerdo como se llamaba el ponente, creo que era de la
Universidad de Comillas y que había estado en la NASA, donde la colección de
imágenes que nos enseñaba (en aquellos años las conferencias eran con
diapositivas y transparencias) eran espectaculares y para todos nosotros únicas.
Quiero recordar que a una conferencia de este señor en el Ateneo de Madrid, D.
Ricardo nos llevó o nos invitó a que fuéramos, me impresionó mucho, el ambiente
del lugar, la historia. Hoy en día todavía presumo de haber estado una vez en
el Ateneo, y como no podía ser de otra manera, en aquella conferencia, en aquel
lugar de tradición, realice una pregunta al final, poniéndome de pie, cogiendo
un micrófono y con las piernas temblando como me pasaba siempre.
Con el paso de los años he seguido
manteniendo un cierto contacto con D. Ricardo. En uno de esos contactos
despertó en mí una segunda juventud y me matriculé en la UNED, para intentar
seguir con los estudios de Física que había abandonado en 2º, años atrás en la
Autónoma. Esta vez, como la anterior, tampoco tuve éxito y tras un año volví a
abandonar. En otro de esos esporádicos contactos tuve la oportunidad de conocer
al profesor Sánchez Ron, fue con motivo del centenario del “nacimiento del
átomo” y unas conferencias que dirigía o promovía, pero en aquella ocasión lo
que realmente me movía era pasar unas horas con D. Ricardo, volver los dos
juntos a casa, contarle como me iba la vida, que me contara como le iba a él y
recibiendo sus consejos, sin desmerecer la conferencia realmente creo que lo
verdaderamente importante de aquella tarde fue la charla con mi “maestro”.
Vuelvo a reiterar mi agradecimiento al
Cervantes por este reconocimiento y homenaje. Cuando pienso en Inglaterra,
pienso en Cambridge y en el laboratorio Cavendish, cuando pienso en Copenhague
pienso en Bohr, cuando pienso en Suiza pienso en la oficina de patentes y en
Einstein y cuando pienso en Embajadores pienso en el Cervantes y en D. Ricardo
Fernández y “su laboratorio”.
Muchas gracias a
todos y…
Muchas gracias D.
Ricardo
Quintín
Garrido
Madrid
30 de Octubre de 2013.”””
Espero
y confío en que este libro ayude a ese “despertar de la fuerza” científica que
todos lleváis dentro. Humildemente con que ayude y guíe a alguno de vosotros me
doy por satisfecho y creo que el esfuerzo en la elaboración de este libro habrá
merecido la pena.
Confío
en leer, en un “futuro no muy lejano”, los libros de divulgación científica en
que participéis vosotros.
Quintín
Garrido Garrido
Contable
Aprendiz de Divulgador Científico y “Generador de
Ideas Peregrinas”
Escucha música mientras lees.
sábado, 27 de enero de 2018
Bonus (solo en el blog)
Y yo quiero ser...una idea casi científica
(Por
Quintín Garrido Garrido)
Hola amigos me permito la licencia de contaros aquí una historia. Es una de esas
“ideas peregrinas” que todos los amantes de la ciencia, de vez en cuando,
tenemos. Un Libro. Una novela de ficción con todo el respeto hacia la veracidad científica
posible. Me atrevo a escribiros el comienzo y la trama general:
“Aunque habían pasado el día discutiendo, allí
estaban los tres, sentados en una mesa del café “La Belle Vie”. Estaban en
Bruselas, participaban en el Quinto Congreso Solvay, corría el año de 1927, y
disfrutaban de un café y de la conversación entre ellos. Esta había ido
discurriendo por diversos temas y se encontraban comentando la evolución
política que estaba sufriendo Europa. Niels argumentaba que le parecía que el
espíritu nacional por el que estaba atravesando Alemania iba cogiendo unos
tintes excesivos. En cambio tanto Albert como Max no creían que la cosa fuera a mayores, realmente creían que se habría aprendido
algo de la Gran Guerra. Estos tres amigos eran: Niels Bohr, Albert Einstein y
Max Born.
Solvay 1927
Benjamin Couprie [Public domain], via Wikimedia
Commons
Habían
pasado tres años, 1930, y en la misma mesa, del mismo café, de la misma ciudad,
con la salvedad de que estaban asistiendo al sexto Congreso Solvay y el
terceto, en esta ocasión, lo completaba Enrico Fermi. Albert le reconocía a
Niels que había acertado con su preocupación tres años atrás, que la situación
para los de origen judío empezaba a ser preocupante, Enrico asentía y añadía
que en Italia las cosas no estaban mucho mejor. Niels comentaba que el por su
parte hacía lo que podía para ayudar, eran muchos los científicos, de renombre
o sin él, que le pedían ayuda pero tenía que reconocer que sus medios en
Copenhague eran limitados y que para muchos de ellos lo único que les podía
ofrecer era una parada provisional de camino a Inglaterra. La relación con
Ernest Rutherford era muy buena y entre ambos hacían lo posible para ayudar a
los necesitados.
Solvay 1930
Benjamin Couprie [Public
domain], via Wikimedia Commons
Curiosamente
la historia se volvía a repetir, aunque volvían a variar los protagonistas. Era
1933 (Séptimo Congreso Solvay) y en aquella mesa de “La Belle Vie” estaban en
esta ocasión Ernest Rutherford, Enrico Fermi, Niels Bohr y se les había unido
Lise Meitner, que después de varios días en Bruselas la embajada alemana había
considerado que no merecía una atención especial. Todo lo contrario que Albert
Einstein, que aunque ya hacía años que había fijado su residencia en Estados
Unidos, los “espías” alemanes no le dejaban ni a sol ni a sombra. La situación
había cambiado enormemente en los últimos tres años, los peores augurios se
estaban cumpliendo y el nazismo campaba a sus anchas con cada vez más adeptos.
Solvay 1933
Benjamin Couprie [Public domain], via Wikimedia
Commons
Los cuatro estaban de
acuerdo que aunque la labor que habían estado haciendo tanto Niels, en y desde
Copenhague, como Ernest, desde Cambridge, había tenido unos frutos muy buenos,
había llegado el momento de dar un paso más. Intentar que la información que
les llegara a las autoridades alemanas sobre los últimos avances científicos en
Europa en general, y en Dinamarca e
Inglaterra en particular, fueran lo más inocuos posibles para la maquinaria de
guerra que se estaba preparando por parte del Reich. Lise Meitner planteaba la
posibilidad de que una ayudante suya
(Claudia Müller), y de Otto Hahn, hiciera la labores de desinformación tanto para
Hahn, que consideraban que no tenía que ser consciente de la situación, como
para las autoridades alemanas. Meses atrás, Lise, en una conversación con Max
Planck, éste le dijo que cualquier acción en contra de en lo que se estaba
transformando Alemania estaría acertada y justificada, así mismo le confió en
que lo mejor para todos sería que él se mantuviera al
margen de cualquier acción y de cualquier información sobre ella. Lise en sus
encuentros con Max Born habían tratado el asunto y este estaba convencido
de que antes de que la persona designada
para la labor de <espia> acabara en Copenhague con Niels o en Cambridge con Ernest, pasara unos meses
en Leizpig y en Gotinga, él se encargaría
de que ello fuera posible.
La
historia de Claudia Müller era la de una bella chica alemana que, hacía unos
años, había sido ultrajada por un grupo de jóvenes nacionalsocialistas, ebrios,
en las fiestas veraniegas de Munich. A alguno de ellos lo conocía de su época
estudiantil, y días más tarde escuchó a su hermano pequeño que unos conocidos
presumían de haberse aprovechado de una chica de fuera de la ciudad y que no
había brindado por el Furher. Ella no dijo nada, se volvió a Berlín y tras un
tiempo trabajando con Lise se confió a esta, contándoselo todo y con el
sentimiento de repugnancia a todo lo relacionado con el Reich.
…”
La mayoría de los que me conocéis, sabéis que no soy capaz de conseguir escribir
un libro entero. Os he descrito lo que puede ser el comienzo de la historia y
su continuación puede llevar una descripción de la física de los años treinta,
los avances, así como "los posibles
engaños" que la teoría cuántica o la física de partículas podría permitirse para
que la información pasada por “Claudia” pareciera verosímil y consiguiera que
el programa nuclear alemán se retrasara y no llegara a buen puerto.
Vídeo Solvay 1927
Animo a cualquiera que
quiera utilizar esta idea, que lo haga, lo único que rogaría es que me fuera
manteniendo informado.
miércoles, 17 de enero de 2018
Yo quiero ser Rastreador de Materia Oscura - Javier Quilis
Y yo quiero ser...Rastreador de Materia Oscura
(Por
Javier Quilis)
Escucha música mientras lees, vete al final.
No os voy a
engañar, la carrera de rastreador de materia oscura no existe, no la busquéis
después de hacer la selectividad. En realidad soy físico teórico y estudio la
materia oscura, pero de la otra manera suena mucho mejor.
Mentiría si
dijese que desde pequeño quería ser físico teórico. De hecho, hasta segundo de
Bachiller no sabía que la física iba más allá de los planos inclinados, los
movimientos rectilíneos uniformes y acelerados, las fuerzas y poco más. Me
habían contado un poco de la gravedad pero solo que era una fuerza que producía
una aceleración hacia abajo. Hasta primero de Bachillerato la física no va más
allá de la cinemática y la dinámica. Sin embargo, esto no es así. Ni de lejos.
Cuando llegas a segundo de Bachiller, posiblemente el año más estresante de la
vida de un estudiante, te empiezan a hablar un poco de cosas como campos
eléctricos, magnéticos y gravitatorios, de que hay partículas que se
desintegran sin venir a cuento o de que el tiempo es relativo. Y despertó una
curiosidad que antes no estaba. Por supuesto ese año lo único importante que
había que hacer era prepararse para la selectividad y eso fue para todo lo que
hubo tiempo. Pero por suerte mi profesor de física de ese año era físico, que
puede sonar a obvio pero no lo es para nada, y entre ejercicio y ejercicio
intentaba contarnos un poco el trasfondo de esas fórmulas que nos teníamos que
aprender. Una vez acabado el estrés del año, hablando con él me dijo que si
sentía curiosidad por todo lo que habíamos visto que hiciese la carrera de
física para intentar resolver las dudas. Y eso hice.
Una vez en la
carrera aprendes que la física es ese maravilloso mundo en el que por cada duda
que resuelves te salen 27 nuevas (el número varía pero siempre aparecen dudas
nuevas, siempre) y que cuanto más sabes más te queda por saber. Lo que te
habían enseñado hasta primero de Bachiller era solo una pequeñísima parte de la
mecánica. Y la mecánica era solo una pequeña parte de lo que es la física.
Empiezas a aprender de dónde salen las fórmulas y profundizas en todo lo que
viste en segundo de Bachillerato. Lo que antes era un tema ahora se convierte
en una asignatura anual. Y como ya he dicho, sí, resolver dudas, resuelves.
Pero empiezas a ver que el mundo no es tan simple como podías pensar. Te
enseñan cosas como la relatividad especial y te empiezan a decir que el mundo
depende de quién lo mire, que lo que para uno va a una velocidad o mide una
longitud determinada para otro la velocidad y la longitud son distintas por el
simple hecho de que el otro se está moviendo. O, incluso, que dos sucesos que
para ti pasan en dos momentos diferentes para otra persona pueden pasar a la
vez. O la física cuántica que te dice que un gato está vivo y muerto al mismo
tiempo hasta que se demuestre lo contrario y que las partículas pueden
desintegrarse de repente en otras sin que les hayamos hecho nada. Y aunque todo
esto te suena a cuento chino en un primer momento, te lo demuestran con
“simples” matemáticas. Ahí fue cuando decidí ser físico teórico. Ves que el mundo
funciona de maneras muy “antiintuitivas”, pero al mismo tiempo te demuestran
que es así. Y quieres saber más.
Una vez
terminada la carrera y el máster en Valencia me vine a Madrid a hacer el
doctorado, sin tener mucha idea de qué hacer. Y mi director de tesis me habló
de algo llamado materia oscura, en la que, en el momento que escribo esto,
llevo tres años trabajando.
Probablemente
la gran mayoría de vosotros no hayáis oído hablar de la materia oscura. Normal.
Todo el mundo que me pregunta de qué va mi doctorado, al escuchar que estudio
la materia oscura la segunda pregunta que sueltan suele ser un “¿y eso qué
es?”. La respuesta es que no lo sé. Después de esto quizás penséis que soy un
farsante que os está vendiendo la moto y ni siquiera sabe qué es lo que estudia
y puede que hasta cierto punto tengáis razón. Pero lo cierto es que ni lo sé yo
ni lo sabe nadie. Qué es la materia oscura es uno de los misterios sin resolver
de la astrofísica y la física de partículas.
Todo lo que
podemos ver y tocar está formado por un tipo de materia que se llama bariónica.
Esta materia está formada por los quarks y leptones y, junto con las cuatro
tipos de interacciones fundamentales, podemos intentar entender cómo funciona
el universo, tanto desde el punto de vista subatómico (con las interacciones
electromagnética, fuerte y débil), como el macroscópico (con la interacción
gravitatoria). Desde por qué si hay partículas que se desintegran
espontáneamente nosotros seguimos enteros y no vamos disparando partículas a la
gente por allá donde vamos, por qué brilla una estrella o por qué se mueven los
astros como se mueven, por ejemplo. Y aunque todavía hay detalles importantes
de esta materia que estamos intentando averiguar, tenemos un conocimiento
bastante considerable de ella.
El problema
viene cuando descubres que, de todo el contenido del universo, la materia
bariónica solo constituye alrededor del 5% del total. El resto está formado por
materia oscura, cerca de un 25% y energía oscura, el 70 restante. Y lo que sabemos
de estos dos es más bien poco.
En el caso de
la materia oscura, estudiarla es un poco complicado porque no podemos verla.
Para ver cualquier cosa se necesita que interaccione con la luz o, dicho de
otro modo, que interaccione electromagnéticamente. La materia oscura ni emite
ni absorbe luz de ningún tipo. Los fotones, las partículas de luz, simplemente
la atraviesan. Por tanto, ningún telescopio de ningún tipo puede ver luz que
venga directamente de la materia oscura. Sin embargo sabemos que existir existe.
Hemos observado los efectos gravitatorios que produce en el resto de la materia
visible. Por ejemplo que la galaxia en la que nos encontramos gira a mayor
velocidad de la que debería si solo consideramos la materia que vemos y esto es
debido a que también está la materia oscura que no vemos. Con esos efectos
gravitatorios los astrofísicos han sabido medir aproximadamente cuánta hay y
cómo se distribuye, pero ahí termina todo lo que sabemos sobre ella. No tenemos
ni idea de qué tipo de partículas la forman y cómo interacciona, si es que lo
hace, con la materia bariónica. Averiguar eso es el trabajo de los físicos
teóricos y experimentales que nos dedicamos a estudiarla. Mientras que los
experimentales intentan medir las características de la materia oscura, los
teóricos nos dedicamos a hacer los modelos que expliquen los resultados que
obtienen los experimentales y además predigan nuevas características que les
guíen en la manera de buscar indicios de materia oscura. Hasta ahora, por
desgracia, no ha habido ninguna medida directa de materia oscura, aunque
seguimos buscando.
No obstante la
materia oscura no es el único misterio sin revolver de la física. Incluso
dentro de la materia bariónica hay muchos fenómenos sin explicación y el
trabajo de un físico teórico es encontrarla. Por eso aparte de los rastreadores
de materia oscura también hay cazadores de neutrinos, exploradores del vacío y
una gran variedad de físicos teóricos que intentan entender por qué las cosas
son como son y funcionan como funcionan.
Quizás algunos
de vosotros os planteéis estudiar física porque habéis leído o visto cosas de
divulgación en libros o en internet y os ha despertado curiosidad, pero al
informarte oyes que vivir de la investigación es muy complicado. Bueno, esto es
verdad. Llegar a vivir de la investigación es muy muy muy complicado. Somos
muchos para muy pocas plazas y la financiación en investigación no es que sea
muy prioritaria en la mayoría de países, por decirlo suavemente. Pero, ¿debe
ser esto una razón para no estudiar física? No. No solo de la investigación
vive el físico. Aparte de aprender física como tal, en la carrera se aprende a
pensar y trabajar de un modo que, por ejemplo, no aprende un estudiante de
economía. Por eso en empresas y bancos se buscan físicos y matemáticos para
puestos relacionados con las finanzas, aprendiendo programación podréis optar a
puestos relacionados con desarrollo de software o si os gusta enseñar podéis
convertiros en profesores. Y esto solo son unos ejemplos. La realidad es que la
carrera de física es una de las carreras con menos índice de paro, a pesar de
lo que piensa la gente. Si la investigación no es vuestro camino, con poco
esfuerzo podéis orientaros hacia otras áreas de empleo. Por tanto a la hora de
elegir si estudiar física o no, dejad a un lado el tema laboral, porque lo
normal es que en el momento de elegir carrera no sepáis dónde queréis terminar
trabajando.
Si os interesa
la física estudiad física, no para trabajar en esto o aquello, sino simplemente
para aprender física.
Javier Quilis
Estudiante
de Doctorado en Física Teórica
Universidad Autónoma de Madrid,
UAMNota del coordinador:
31 de Octubre
Día Internacional
de la Materia Oscura
(y además San Quintín)
Imagen compuesta del cúmulo de galaxias CL0024+17 tomada por el telescopio espacial Hubble que muestra la creación de un efecto de lente gravitacional. Se supone que este efecto se debe, en gran parte, a la interacción gravitatoria con la materia oscura.
NASA, ESA, M.J. Jee and H. Ford (Johns Hopkins University)
Escucha música mientras lees.
Yo quiero ser Físico-Matemático - Gustavo Arciniega
Y yo quiero ser...Físico-Matemático
(Por
Gustavo Arciniega)
Escucha música mientras lees, vete al final.
Cuando era
niño, en el preescolar, le pregunté a mi papá si había alguna profesión que
estudiara el cielo y me dijo que los astrónomos hacían eso. Así que decidí que,
de grande, iba a ser astrónomo. Después quise dedicarme al dibujo y después a
la música. Cuando me tocó tomar la decisión, casi me hago músico pero, pensando
que música podría tocar toda mi vida (aún haciéndolo mal), en cambio hacer
física parecía necesario tener cierta preparación, decidí (con mucho trabajo y
casi cerrando los ojos para no ver lo que estaba dejando atrás), entrar a la
carrera de física. ¿Y la astronomía? Bueno, en aquellos tiempos descubrí que
para ser astrónomo o astrofísico, era necesario tener primero el grado de
físico y luego el posgrado en astronomía. Durante mis estudios me enamoré de
las matemáticas formales, su lógica inquebrantable, su pensamiento abstracto de
las ideas, el ingenio necesario para resolver un problema con el puro uso de la
mente y las reglas lógicas. Al mismo tiempo, me fui enamorando de la física
teórica, la cual utiliza magníficamente el lenguaje abstracto de las
matemáticas para describir el mundo. La astronomía fue siendo relegada a medida
que avanzaba en mis estudios. La Cosmología, la Teoría de Relatividad, la
Mecánica Cuántica, la Teoría Cuántica de Campos, la Teoría de Cuerdas... ¡todo
me llamaba a estudiarlas y dedicarme a eso! Pero, claro, sin dejar de lado las
matemáticas, entre más matemáticas y más abstracto, mejor. Así es como, al
final de mis estudios de grado descubrí un formalismo matemático nuevo que
estaba en desarrollo en la física: la Cuantización Topológica. El nombre en sí
dice mucho y no dice nada pero podemos remarcar lo obvio: la palabra
“cuantización” tiene que ver con la física cuántica (es decir, el estudio de
los fenómenos del mundo subatómico: átomos, protones, neutrones, electrones,
quarks, gluones,…), y la palabra “topológica” tiene que ver con el área de las
matemáticas que estudia las formas distintas del espacio (por ejemplo, la
diferencia entre una dona y una pelota: una tiene un agujero y la otra no),
pero eso no es todo, lo que no dice el nombre “Cuantización Topológica”, es que
es una estructura matemática (topológica) que se usa para estudiar
comportamientos cuánticos (propiedades que se ven en el mundo subatómico) de
casi ¡cualquier sistema físico! (sistemas gravitacionales, teoría de cuerdas,
agujeros negros, etc.). De esta manera abandoné la astronomía y me convertí en
físico-matemático.
¿Qué es un físico-matemático?
Es un físico
teórico; es una persona que trabaja haciendo modelos de lo que se observa en la
naturaleza, pero donde esos modelos son matemáticos. Por ejemplo, en la Teoría
de Relatividad General existen los agujeros negros, esas masas enormes
contenidas en una región muy pequeña que son capaces de “tragar” la luz que les
llega y no la dejan escapar debido a la enorme gravedad que hay cerca de ellos.
Como físico-matemático, me construí (junto a otros dos científicos) un modelo
geométrico abstracto que “codifica” en una superficie de sólo dos dimensiones:
largo y ancho, por ejemplo (¡la Teoría de Relatividad usa cuatro dimensiones!)
toda la información de un tipo de agujeros negros (hay muchos tipos), de modo
que es más fácil investigar algunas propiedades físicas de los agujeros negros
usando este modelo geométrico.
¿En qué áreas de investigación puede trabajar un físico-matemático?
Casi en
cualquiera. Yo, por ejemplo, he trabajado en mecánica cuántica, en teoría de
cuerdas, en termodinámica, en gravitación, en relatividad, incluso estuve
trabajando en ¡modelar papel! Tengamos en cuenta que el lenguaje natural de la
física es la matemática, por lo que si lo hablas bien puedes platicar con
investigadores de distintas áreas en física. Pero, por lo mismo, también puede
uno trabajar en investigación puramente matemática, pero eso depende de los
gustos de investigación de cada uno, lo importante es lo flexible que llega a
ser uno para involucrarse en distintas áreas, lo cual, dicho sea de paso, no es
común que ocurra con las otras disciplinas en física.
¿Qué desventajas tiene ser físico-matemático?
Un
físico-matemático es un buen físico teórico en general pero no es especialista
en ningún área de la física en particular, lo cual implica un montón de estudio
y de trabajo para entender el área particular en la que se que quiere trabajar
en ese momento o en colaboraciones con otros investigadores. Lo puse como
desventaja, lo sé, aunque realmente me gusta tanto que para mí, aprender más y
más cada vez, me parece más una ventaja aunque es cierto que cuesta más horas
de trabajo y estudio en cada paso que se da.
¿Quién puede ser un físico-matemático?
Cualquiera que
encuentre en su interior un gusto honesto por las matemáticas y por entender
los fenómenos de la naturaleza. La carrera de física, y la labor de
investigación misma, no está hecha por los genios, en realidad, está hecha por
personas normales cuya cosa en común es su amor por su trabajo. Si hay
disposición a entender el mundo que observamos, por difícil que parezca
hacerlo, entonces hay carácter para ser físico, lo de matemático se meterá en
la tripa posteriormente, si fuera el caso.
¿Qué hay que estudiar para ser físico-matemático?
Se puede
empezar estudiando la carrera de física (con perfil teórico) o la de
matemáticas. Posteriormente hay que hacer un posgrado y obtener el doctorado,
lo cual es necesario para dedicarse a la
investigación en las universidades. Ahora una advertencia, en mi experiencia,
es más común que un físico haga física-matemática que un matemático, aunque si
uno tiene la pasión, cualquiera lo puede hacer.
¿Dónde trabaja un físico-matemático?
En su mayoría,
en las universidades del mundo. Aunque, como físico-matemático es relativamente
fácil dedicarse a la industria o a la matemática aplicada, la labor de
investigación libre se realiza casi exclusivamente en las universidades.
Comentarios finales
No es
necesario ser un físico-matemático para hacer cosas en física-matemática, de
hecho, muchos investigadores teóricos han hecho proyectos muy interesantes que
se consideran de física-matemática, por lo que es posible dedicarse a cualquier
área de la física y trabajar paralelamente en física-matemática, sin embargo,
algunos tenemos ese amor por trabajar siempre en modelos de esta área y es así
como uno termina dedicado de tiempo completo a ésta área.
He intentado
hacer notar que para dedicarse a la ciencia, sólo hay que tener el gusto y no
tener miedo al fracaso, al final, sólo hay que dedicarle tiempo y seguir
aprendiendo. Al final del día, los científicos hacemos lo que más nos gusta y
por eso, todo el tiempo que le dedicamos, es más un tiempo de jugar que de
“trabajo”. Sin dejar de mencionar que la ciencia es una disciplina altamente
colaborativa en la que uno conoce muchas personas y trabaja con personas
diferentes y en varias cosas.
Así que, si te
gusta la ciencia, pruébala. Si te enamora, no tengas miedo y dedícate a ella,
si no lo hace, ¡corre!, porque sólo enamorado de la ciencia se puede vivir con
ella.
Gustavo Alfredo Arciniega Durán
Doctor
en Ciencias (Física), por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Investigador postdoctoral en
la Universidad de Santiago de Compostela, España.
Escucha música mientras lees.
Yo quiero ser Física - Cristina Fernández Bedoya
Y yo quiero ser...Física
(Por
Cristina Fernández Bedoya)
Escucha música mientras lees, vete al final.
¿Y cómo no iba
a querer serlo? Cuando uno tiene curiosidad por todo lo que le rodea y le gusta
tocar, abrir, probar, hurgar, romper, experimentar con todo cachivache que
se pone a su alcance… tiene muchas papeletas para acabar haciendo una carrera
de ciencias. Y si además los cuerpos animados, especialmente los viscosos, te
producen cierta repulsión, ¡bienvenido! Vas a acabar en el mundo de las
matemáticas, la física, la química o las ingenierías.
Puede que, sin
saberlo, ya desde pequeño quisieras ser físico. En mi caso, ya desde niña
andaba buscando respuestas a preguntas, cuando menos, ambiciosas:
¿Cómo demonios se creó el mundo? ¿De dónde han salido todas estas cosas?
¿Por qué se sostiene en pie la Barbie con esos pies tan enanos?
Mi madre lo
debió ver claro pues con tres años le pregunté que de dónde venían los objetos
que nos rodeaban. Para salir del apuro me dio la respuesta
sencilla: que todo lo que no habían hecho los hombres lo había hecho Dios.
Rápidamente le contesté que esta era una pregunta seria, que no valía el
típico cuento del hada madrina convirtiendo calabazas por doquier. Lo mismo mi
pobre madre resulta tener razón, pero a mí eso de que me diera una explicación
que no podía demostrar no me pareció nada serio.
La primera
asignatura de física propiamente dicha que tuve se hizo esperar hasta los 16
años. Fue un flechazo. En las películas, a los adolescentes les meten en la
cabeza eso de que cuándo conozcas al amor de tu vida lo sabrás de inmediato. Es
mentira generalmente con las personas, pero no con la física. ¡Por fin un
profesor se dedicaba a explicar cosas que eran verdaderamente útiles e
interesantes! Alguien había desarrollado teorías y métodos matemáticos para
explicar por qué funcionan las cosas, por qué y cómo caes más rápido según la
inclinación de la cuesta, por qué en una olla a presión la comida se cocina más
rápido, por qué los rayos de luz se curvaban en una lente, cómo se forma un
arco iris, cómo se mueven las estrellas, cuánto tarda la luz del sol en llegar
a tu terraza, por qué los aviones pueden volar, qué hace que funcione un
microondas, de la inducción mejor ni hablamos (como veis la cocina me
creaba grandes dudas), de qué está hecha toda la materia que nos rodea y,
rizando el rizo, ¡cómo se creó!
Podría seguir
un buen rato, pero el resumen es claro: POR FIN ALGUIEN SE MOLESTABA EN
INTENTAR EXPLICAR CÓMO FUNCIONA EL MUNDO Y DE DÓNDE VIENEN TODAS LAS COSAS QUE
NOS RODEAN. Incluso, lo de la Barbie.
La cuestión
última de cómo se creó el universo fue la que dictó mis primeros años de
carrera. El modelo del Big Bang había sido propuesto recientemente y devoraba
artículos de divulgación sobre el desplazamiento al rojo, las curvas de
rotación de las galaxias, los agujeros negros, etc. Estudiar asignaturas de
astrofísica es una de las labores más satisfactorias que se me ocurrían
pues ¿quién no quiere saber cuántos años tiene el universo? ¿Quién no se
ha preguntado alguna vez si la Tierra ha existido siempre o cómo se han podido
crear los planetas? ¿A qué distancia estará cada estrella en el cielo y si se
estarán alejando o acercando? ¿Quién puede vivir sin hacerse esas preguntas?
Nadie. ¡Nadie!
Bueno,
entonces me eché un novio periodista que me hizo ver que no todo el mundo tiene
esas inquietudes. Me confesó que cuando él miraba las estrellas lo que
pensaba es “esa estrella me cae bien porque parece que me está guiñando un
ojo, pero esa otra es una sosa, tremendamente aburrida…”. Y a los
cinco minutos sólo quería irse a tomar una cerveza. Reconozco que en ese
momento pensé que no podíamos ser de la misma especie, que igual yo era
muy rara. Bueno, no, pensé que él era muy raro, pero le tenía cariño. Y gracias
a él entendí que la física convive con nosotros pero que, si te dejas
llevar, puedes ser muy feliz aprovechándote de ella sin plantearte cómo
funciona. Leche fría, minuto de microondas, magia, leche caliente. Pero si no
hubiera gente como nosotros, gente que mete la báscula en el ascensor para ver
cómo cambia tu peso aparente, mi novio periodista seguiría bebiendo la
leche fría (cosa que a veces le deseo por lo mucho que se ha reído de mi
experimento con la báscula).
Así que el
resto de mi vida me empeñé en buscar explicaciones a tantas cosas que podrían
considerarse magia. Creo que eso es a lo que se dedica un físico si
consigue tener un poco de suerte: a intentar descubrir las leyes que
gobiernan la naturaleza.
He tenido
muchas veces una típica discusión con colegas científicos sobre si es más
puro el conocimiento de las matemáticas que el de la física. Pero supongo que
hay un gen materialista en mí y considero que, hasta que no se valida la teoría
con la realidad pura y dura, el valor de la misma es muy limitado. Ello explica
que haya acabado siendo física experimental y, aunque la física teórica me
parece apasionante, nada garantiza que esa bella teoría de donuts en 11
dimensiones tenga más que ver con la realidad que lo de las mitocondrias de
StarWars… ¡salvo que un experimento así lo demuestre! Y más allá, que
emocionante es que un experimento te desvele un nuevo tipo de donut en el que
nunca había pensado nadie antes.
Uno de los
descubrimientos más importantes que uno hace cuando estudia Físicas es que el
mundo es bello. Las teorías son bellas. La naturaleza tiende a hacer las cosas
lo más sencillas posibles y todo es lo más bonito que uno pueda imaginar.
Lo bueno de la
física es que cuando intentas responder a una de las preguntas más ambiciosas
del mundo, la ya comentada cómo funcionan todas las cosas, las variantes
son infinitas y cada día te encuentras resolviendo un determinado tipo de
problema: cómo encajar los continentes como si fueran un puzzle, cómo construir
un coche que levite, cómo construir un comedero de tortugas automático con esos
relés que has conseguido por ahí, cómo sacar energía eléctrica de las olas,
cuál es la edad del universo… En fin, la mayoría de la gente que te conoce
piensa que estás mal de la cabeza, pero tu tortuga te está eternamente
agradecida (al menos la mía lo estuvo).
Habrá momentos
de duda, en las que necesites algo menos abstracto. Puede que empieces a
dedicarte a algo más concreto y tu vida te lleve a fabricar radios con el
último condensador que pillas por ahí. Y, claro, acabas pensando que una
ingeniería de telecomunicaciones o electrónica te va a ir más. A mí me pasó.
Hubo un par de años que hice una ingeniería de segundo grado en electrónica,
coqueteos de la vida. Pero, claro, es que resulta tremendamente atractivo
cómo se fabricaban los demultiplexores y se construye la lógica digital de
nuestros ordenadores. Resulta que su funcionamiento tiene sentido y es muy
entretenido, un sudoku muy friki.
Pero, al
final, tuve que volver a la física. No lo pude evitar. Quedaban muchas
respuestas en el universo a las que buscar explicación y, sobre todo, hay
algunas, las que se engloban dentro de la investigación básica, que tienen un
atractivo indescriptible. Casualmente, son cosas que no afectan mucho a tu día
a día. No hacen que tardes menos en llegar al trabajo, no te quitan el
calor en verano, ni te van a ayudar demasiado a ligar en los bares al sacar el
tema… pero si te has quedado enganchado con preguntas como por qué la velocidad
de rotación de las galaxias parece no cumplir las leyes de Newton
(la típica duda), si será posible que esas estrellas lejanas estén
hechas de antimateria o por qué la masa de la partícula top parece ser la suma
de la masa del W y del Z (no entiendo cómo Netflix no ha hecho aún una
serie de esto), es que la física de partículas está llamando a las puertas de
tu mente y es difícil escapar. Avisado quedas.
Y eso también
es lo bonito, se trata de intentar responder todas las preguntas del universo.
Ahí, sin ambición.
Ser físico no
es como ser bombero, que está claro que te vas a dedicar a apagar fuegos. Ser
físico es, tratar de resolver una nueva pregunta hoy, fabricar un
ordenador cuántico, medir la velocidad de los neutrinos, descubrir un nuevo
planeta… Soñar cosas imposibles y hacerlas posibles.
Es un
objetivo tan ambicioso, tan inabarcable, que en algún momento tienes
que asumir que debes centrarte en algo (y ganar algo de dinero). Muchas
veces es el propio camino el que te lleva a tu destino sin que te des
cuenta. Hay tantas preguntas por resolver, que son las propias preguntas las
que te acaban dando una respuesta. Mi respuesta acabó siendo participar en el
descubrimiento del bosón de Higgs. No está mal, acabo dando un Nobel.
Fig. 2. Imagen de un evento reconstruido en el detector CMS
procedente de una desintegración del bosón de Higgs
producido en las colisiones de protones del LHC del CERN.
procedente de una desintegración del bosón de Higgs
producido en las colisiones de protones del LHC del CERN.
La vuestra
puede ser, cualquier otra. Hay infinitas. Lo mismo descubrís cómo
teletransportarnos (de una maldita vez), cómo crear filetes con la impresora 3D
o cómo eliminar los residuos radioactivos.
Así que, ¿por
qué ser físico? Primero, porque te gusta y bueno, también porque alguien tendrá
que explicar cómo funciona todo esto y por qué sigue de pie la
Barbie.
Cristina Fernández Bedoya
Doctora
en Ciencias Físicas
CIEMAT (Centro de
Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas)
Escucha música mientras lees.
Yo quiero ser Científico - Eduardo Hernández
Y yo quiero ser...Científico
(Por
Eduardo Hernández)
Escucha música mientras lees, vete al final.
Recuerdo el
día en que hablé con mi padre sobre el espinoso tema de cuáles serían mis
estudios universitarios. Hasta entonces había pasado por varias fases: estudiar
magisterio, o incluso filología inglesa (que en mi caso habría sido una opción
fácil, teniendo madre inglesa). Con todo el respeto hacia esas opciones, lo
cierto es que ninguna de las dos me convencía demasiado. Siempre me había
sentido atraído por las ciencias, pero nunca me había planteado seriamente la
posibilidad de estudiar una carrera científica, y mucho menos dedicarme
profesionalmente a la ciencia (que al fin y al cabo es para lo que se supone
que uno estudia una carrera). Pero, ya en el último año de mis estudios
pre-universitarios, era hora de tomar una decisión en firme. La primera parte
de esa decisión consistió en desechar opciones por las que no sintiese un
mínimo de entusiasmo, así que el magisterio y la filología quedaron
descartados. La segunda fue reducir el rango de opciones: decidí que estudiaría
una carrera científica, a elegir entre física o química. Mi padre se alegró
enormemente con esa decisión, y así me lo dijo aquel día.
Ahora sólo era
cuestión de tomar una decisión final: ¿física o química? ¡No era tan fácil! Yo
me inclinaba más por la física, pero en aquellos tiempos, en mi ciudad,
Alicante, no era posible estudiar esa carrera, aunque sí había licenciatura de
química. Estudiar física suponía realizar mis estudios en otra ciudad, con la
consiguiente carga económica para mi familia (en aquellos tiempos no había
muchas becas), y todas las complicaciones añadidas que se derivan de dejar el
nido familiar. Con esos condicionantes, no es extraño que al final triunfara la
opción de estudiar química; no obstante siempre me ha quedado la curiosidad por
saber cómo me habrían ido las cosas si hubiese optado por estudiar física.
Así pues, con
una decisión ya tomada, me embarqué en mis estudios de química con entusiasmo,
y para mi agradable sorpresa descubrí que la química y la física tenían en
común más de lo que yo había supuesto. De hecho, se estudiaba mucha física en
la licenciatura de química, además de matemáticas, y por supuesto, química.
Varias de las asignaturas del temario tenían el nombre de química-física. Estas
asignaturas eran invariablemente las que me gustaban más, y me resultaba cómico
descubrir que a mis compañeros de estudios en general no les sucedía lo mismo;
ellos sí tenían claro que lo suyo era la química, y no la física. Mi
preferencia por las asignaturas más tendentes a la física acabó valiéndome el
sobrenombre de “el anti-químico”. No es que yo renegara de la química, ni mucho
menos, pero el mote me hacía gracia.
Acabado el
tercer curso de la carrera de ciencias químicas, que en aquellos tiempos
constaba de cinco, se me planteó una nueva disyuntiva: podía seguir como hasta
entonces y acabar la carrera en la Universidad de Alicante, o bien podía
marcharme para completar el segundo ciclo en otra universidad. Quedarme en
Alicante suponía acabar con la licenciatura en Química General, ya que allí no
existía la posibilidad de cursar ninguna especialidad. Por otro lado, si me
marchaba a una universidad más grande, podría especializarme en alguna rama de
las que me atraían más, léase química-física o química cuántica. Tres años
antes la idea de marcharme se me había hecho muy cuesta arriba, pero la verdad
es que ahora me moría de ganas por dejar el hogar familiar y lanzarme a la
aventura. Tras cursar asignaturas de química analítica, ingeniería química y
otras similares, tenía claro que prefería ahondar en la química-física. Así
pues decidí liarme la manta a la cabeza y trasladarme a Madrid para estudiar la
especialidad de química cuántica en la Universidad Autónoma, la especialidad
más teórica de la química, y por tanto la más cercana a la física.
Después de
esos años en Madrid acabé la carrera estudiando más física y más matemáticas
que química propiamente dicha, pero disfrutando mucho en el proceso. Después de
eso vino la posibilidad de realizar un doctorado en simulación de materiales,
en Londres, y así fue como mi inquietud entre la química y la física fue
labrando mi carrera científica. Mi doctorado me sirvió para introducirme en el
fascinante mundo de la informática aplicada a la investigación científica; me
sirvió también para encauzar mi carrera científica en la dirección de la
ciencia de materiales, un campo a medio camino entre la física y la química, al
que pareciera que me encontraba predestinado sin yo saberlo. Hoy en día trabajo
para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, concretamente en el
Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid, y mi trabajo consiste en emplear
técnicas de simulación aplicadas al estudio de propiedades y diseño de nuevos
materiales.
¿Qué es la Simulación de Materiales?
Actualmente, a
pesar de que nuestro conocimiento de las leyes que gobiernan el comportamiento
de la materia a escala atómica y molecular es todavía parcial, resulta posible
simular con ayuda de un ordenador muchos materiales de manera suficientemente
realista como para poder predecir sus propiedades físicas y químicas. Dichas
propiedades son el resultado de las interacciones entre los átomos o moléculas
que conforman el material en cuestión. Por ejemplo, si los enlaces químicos entre
los átomos son fuertes, como ocurre en el caso del carbono, tendremos un
material con alta resistencia a la deformación, un material de gran dureza.
Éste es el caso del diamante. Si podemos modelar con suficiente precisión y
fidelidad las interacciones que tienen lugar entre átomos y moléculas, podremos
calcular cómo dichas interacciones se traducen en propiedades macroscópicas de
los materiales resultantes. Todo ello nos puede ayudar a diseñar nuevos
materiales con propiedades deseables desde un punto de vista de posibles
aplicaciones tecnológicas.
La simulación
de materiales también es útil como complemento a la labor experimental. Aunque
las técnicas experimentales son cada día más finas y precisas, no siempre
resulta posible obtener una visión detallada de lo que ocurre durante un
experimento a escala atómica. Sin dicha imagen resulta complicado, cuando no
imposible, interpretar certeramente los resultados experimentales. Por ello es
cada vez más frecuente que se publiquen artículos científicos en los que se
combinan técnicas experimentales y simulación para lograr una interpretación lo
más completa posible del fenómeno estudiado.
Gracias a la
simulación resulta posible investigar el comportamiento y las propiedades de
materiales en condiciones extremas de presión y/o temperatura, condiciones en
las que la experimentación resultaría extremadamente difícil y costosa.
Preguntas tales como ¿cómo se comportan los minerales que se encuentran en las
profundidades del interior de la Tierra, o en el interior de Júpiter o Saturno?
resultan muy difíciles de responder mediante experimentos, pero se pueden
plantear, y responder al menos parcialmente, mediante simulaciones. Veamos un
ejemplo: sabemos, gracias a medidas sismológicas, que el interior de la Tierra
se estructura en capas. La capa más externa, sobre la que vivimos, es la
corteza; esta se encuentra sobre el manto, que alcanza una profundidad de unos
2900 km, formado principalmente por silicatos, y que a su vez se divide en dos
capas, el manto externo y el interno, con una zona de transición entre ambos.
Más abajo aún está el núcleo, que nuevamente se divide en núcleo externo e
interno. El núcleo se compone principalmente de hierro. En el núcleo externo el
metal se encuentra en estado líquido, mientras que en el núcleo interno es
sólido. Las medidas sismológicas nos informan además sobre la presión y sobre
la densidad a medida que aumenta la profundidad; sin embargo, no nos dicen nada
acerca de la temperatura. Una forma de deducir indirectamente la temperatura a
la que se encuentra el interior de la Tierra a la profundidad a la que se
encuentra la transición entre el núcleo interno y el externo (unos 5100 km) es
medir la temperatura de fusión del hierro a 330 GPa (3,300,000 atm), la presión
a la que se da esa transición. Dichos experimentos son extremadamente costosos
y difíciles, y durante mucho tiempo no han sido concluyentes, ya que distintos
grupos han obtenido resultados divergentes. Sin embargo, para una simulación
las altas presiones no son a priori un problema. Hace ya algunos años, un grupo
de geofísicos empleó técnicas de simulación ab initio para predecir que el
hierro a 330 GPa de presión funde a la pasmosa temperatura de 6000 K, una
temperatura comparable a la que impera en la superficie del sol. Por lo tanto,
esa debe de ser la temperatura a la que se encuentra la frontera entre el
núcleo interno y el externo. Posteriormente, esta predicción ha sido
corroborada experimentalmente en varios estudios.
Hoy en día la
simulación se emplea asiduamente en la mayoría de las disciplinas científicas,
desde la física y la química a la biología, o, como acabamos de ver, la
geología. Yo he encontrado mi línea de trabajo en este fascinante mundo de la
simulación aplicada al campo de la investigación en ciencia de materiales. Es
un campo que me ha dado un sinnúmero de satisfacciones, tanto personales como
profesionales.
Fig. 1. Nanotubos de carbono transportando una carga (en este caso una placa de oro) bajo los efectos de un gradiente térmico a lo largo del nanotubo amarillo (1).
Notas:
(1) Simulaciones realizadas por Riccardo Rurali y Eduardo Hernández (más detalles en Barreiro et al., Science vol. 320, p. 775 (2008)).
Eduardo Hernández
Doctor
en Ciencias, Especialista en Simulación de Materiales
Investigador Científico del
CSIC en el Instituto de Ciencias de Materiales de Madrid
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