lunes, 15 de enero de 2018

Yo quiero ser Bióloga y Marina - Marta Pérez Miguel

Y yo quiero ser...Bióloga y Marina, pero poquito a poquito
(Por Marta Pérez-Miguel)
Escucha música mientras lees, vete al final.

Yo no voy a contaros que desde que tengo uso de razón sé que sería Bióloga Marina, os mentiría. No voy a contaros que para ser científicos tenéis que tener una ferviente vocación, porque, no solo los que saben lo que quieren exactamente consiguen llegar a la meta, y es que hay muchas maneras de ver esa “meta”. Si vosotros, al igual que yo con vuestra edad, aún no sabéis lo que queréis ser de mayor… tranquilos, no hace falta que lo sepáis. Si vuestra vecina sabe que quiere ser médico, es maravilloso, seguro que conoce los pasos quedar para conseguirlo y focaliza todas sus energías en ello. Tal vez, vuestra vecina se ha planteado en algún momento qué pasa si no consigue ser médico. Hay veces que nos tomamos nuestros objetivos de vida muy en serio, apostamos todo, trabajamos duro y aun así no lo conseguimos. Tranquilos, tampoco importa, porque al final, todo lo que aprendemos en nuestra vida sirve, es lo que algunos llaman, experiencia de vida. Pero eso sí, debemos esforzarnos al máximo en cada una de nuestras batallas, dar nuestro mejor yo, y ser conscientes de que somos los responsables de nuestros actos. Quiero contaros mi historia, ya que, para mí, la meta es todo el recorrido, es decir, que no hay meta, que lo genial es el camino que se construye con cada decisión que vamos tomando. Yo he ido creando mi rumbo, con cada elección que he ido tomando. Dejo en este capítulo las palabras clave que me han servido para tomar decisiones y me han traído hasta aquí, hasta ser Bióloga Marina, porque tal vez a vosotros también os ayuden.

Con vuestra edad no podía entender por qué mis amigos tenían tan claro a qué querían dedicarse y yo no. Artes, matemáticas, deportes, veterinaria, astrología… cada vez que encontraba algo que me asombrara, yo quería ser eso de mayor. Al final entendí que lo que me gustaba era DESCUBRIR cosas nuevas y alucinantes. En un momento de mi adolescencia recuerdo haber escuchado a algún adulto diciendo, “sabemos que el mundo está mal, pero vosotros podréis arreglarlo, sois la nueva generación y venís muy preparados”. Esto nos quedaba, y nos queda, grande a todos, aun así, siempre he creído que ese motivo no es suficiente para mirar a otro lado. Yo quería APORTAR mi granito para mejorar las cosas. En mi caso, sentía más sensibilidad por la naturaleza, que no tenía culpa alguna de las barbaridades que le hacíamos. Además, sus secretos despertaban en mí una gran CURIOSIDAD y no dejaba de sorprenderme con cada cosa que aprendía sobre ella.

Cuando terminé bachillerato, mis padres, que no habían tenido la oportunidad de estudiar, me hicieron el mejor regalo. Me dijeron que podía ir a la Universidad y que eligiera la carrera que me diera FELICIDAD, no dinero ni trabajo, solo lo que me hiciera feliz en los siguientes 5 años. En ese momento, seguía sin saber lo que quería ser exactamente, pero tenía que decidir. Junté todo lo que conocía de mi misma y todo lo que me producía INTERÉS, para tomar la primera elección importante en mi vida. Serían 5 años aprendiendo la ciencia de la vida, elegí Biología.

Cada tarde, al llegar a la casa que compartía con mis amigas en Salamanca, les contaba todo lo que había aprendido. Como cuando me explicaron cómo pasa un trozo de carne que estás masticando, a ser energía para mover un musculo o por qué no se estropean los encurtidos, cómo es la estructura de un nucleótido, cómo madura una naranja, cómo respira un cangrejo, porqué huele a “tierra mojada” cuando llueve, qué hace un foraminífero como tú en un sitio como este…Cuantas más respuestas tenía, más preguntas surgían. Descubrí que, cuando se trata de cosas que te motivan, no cuesta madrugar para hacer cola en la Biblioteca. En un abrir y cerrar de ojos, yo, que nunca había sido una buena estudiante, que cometía millones de faltas de ortografía y que era incapaz de recordar un nombre o un año, estaba a punto de licenciarme con un buen expediente y pudiendo reconocer 589 especies vegetales y 462 anímales con sus nombres en latín, familias, órdenes y características más relevantes. Y claro que me costó, claro que pasé horas delante de los apuntes, del herbario o del ordenador, pero siempre con una sonrisa. Y es que, cuando te enseñan cosas que te dejan con la boca abierta, cuando puedes resolver tus dudas usando conceptos de diferentes campos, es muy fácil aprender.

Cuando terminé la carrera, seguía sin tener claro en qué quería trabajar, pero prometí no estudiar más y no volver a pisar ninguna universidad. Tres meses más tarde, se coló en mi email un anuncio de un Máster de Bilogía Marina en la Universidad de Vigo. En ese momento, afloraron todas esas palabras: curiosidad, interés, felicidad, aportar, descubrir. El mar me había dejado intrigada desde aquella práctica de vertebrados en la que nuestro profesor nos plantó en Menorca con un traje de buzo y una botella, no lo supe hasta más tarde, pero ahí me enamoré del mar. Esta vez en Castilla y sin saber nada del océano, decidí que tenía que aprender los secretos del gigante azul y regresé a la universidad. En mi trabajo de Fin de Máster comencé a investigar de verdad, no solo con libros. Monté un experimento en la playa para analizar la descomposición de las algas que se acumulaban en la orilla. Pudimos demostrar que el aporte de nutrientes es muy importante para el funcionamiento de las playas arenosas y que es mejor no retirar las algas por mucho que los turistas se quejen. Ese fue mi primer granito de arena, ahí supe que me gustaba investigar, a pesar de eso, no estaba segura de querer seguir adelante con la carrera científica.

Entonces volvió a ocurrir, mientras trabajaba como educadora ambiental en Aulas de la Naturaleza me dio un salto el corazón cuando vi una oferta para realizar un doctorado en Biología Marina en la Universidad de Cádiz. Aquella vez me lo pensé un poquito más, pero por si acaso, eché los papeles muy rápido, para decir que no siempre hay tiempo. Sabía que era mi última oportunidad para alargar un poquito más mi vida cómo bióloga, y así poder investigar, descubrir cosas alucinantes y dejar algún granito más en el camino, ayudando a la conservación de nuestros mares. Nunca me había planteado hacer una tesis doctoral, pero quería seguir aprendiendo y podría compaginarlo con mi trabajo. Pronto tuve respuesta de la Universidad de Cádiz. ¡Me habían aceptado! Recuerdo que pensé que había hecho lo correcto porque estaba muy feliz. Con mucha ilusión y con un director de tesis más entusiasta aún que yo, comencé un proyecto de tesis doctoral sobre el efecto de los humanos en las playas rocosas en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía perteneciente al CSIC. Podría estudiar los problemas que causamos y así podría encontrar una solución para cuidar estas zonas tan importantes para la vida marina. Tras dos años compaginando trabajos, obtuve una beca gracias a las publicaciones científicas que habíamos realizado en el departamento. Esto me ha permitido tener una dedicación exclusiva en este nuevo proyecto que estudia a unos pequeños cangrejos guisante que parasitan a moluscos bivalvos como mejillones y berberechos. Reconozco que soy una afortunada por poder vivir haciendo lo que me gusta, aunque a mis 16 no supiese que era exactamente esto lo que quería. La ciencia me ha dado la oportunidad de realizar dos estancias de investigación, una en Costa Rica y otra en Nueva Zelanda, dónde me encuentro en este momento, ambas son experiencias únicas. Aún tengo que defender la Tesis Doctoral y aunque son muchas horas de preparación, lo estoy disfrutando al máximo, porque sé que en dos años acabará y puede que no pueda aportar más granitos de arena con la ciencia, sin embargo, seguiré dejándolos de otra manera.

Fig. 1. Un ejemplar macho de Nepinnotheresnovaezelandiae intentando entrar en un mejillón verde, Perna canaliculus, en Marsden Point, Nueva Zelanda.

Cómo veis no soy una bióloga marina vocacional, pero he ido eligiendo poco a poco, hasta llegar aquí. He trabajado duro pero siempre he disfrutado del trabajo que hacía. Me gustaría deciros que no tengáis miedo, que no importa si no sabéis exactamente qué queréis. Lo mejor de vuestro momento es que tenéis todo el abanico de posibilidades abierto para escoger, os irán apareciendo oportunidades, seleccionar aquellas que presintáis que os harán felices, aunque parezcan imposibles, porque siempre se aprende algo y ese algo puede que sea clave en el futuro. Sois los responsables de vuestras elecciones, haced que vuestro camino sea divertido y os haga felices, haced que vuestro camino sea la meta. Y por supuesto disfrutadlo, suerte.

Marta Pérez Miguel
Estudiante de Doctorado de Biología Marina
Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía, CSIC.

Escucha música mientras lees.


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