Y yo quiero ser...Biólogo Marino
(Por
Albert Calbet Fabregat)
Mi vocación
por la biología marina, y en particular por los microorganismos acuáticos,
empezó a muy temprana edad. Aún recuerdo con emoción y asombro la primera vez
que vi seres unicelulares a través del ocular de un microscopio. Yo rondaría
los 10 años, y el aparato había sido un regalo de cumpleaños de mis padres, que
poco pensaron que aquel instrumento rudimentario, hecho de plástico y de
mediocre calidad óptica, marcaría mi vida para siempre. A aquel día, tan
transcendental en mi vida, siguieron pesquisas y experimentos con tal de
descubrir la extraordinaria variedad de
las formas de vida acuática. Por facilidad, empecé explorando la flora y fauna
microscópica de las aguas dulces; no había riachuelo, estanque o charco que no
llamase mi atención. Con los años, fui perfeccionando mi técnica a la par que
la calidad de los microscopios que usaba, hasta que me convertí en un
aficionado a la microfotografía; fueron mis imágenes del mundo mágico de la
vida en una gota de agua las que llamaron la atención de mis profesores. Gracias
a eso conseguí una beca predoctoral para estudiar el zooplancton marino. El
paso de aguas dulces al medio marino fue todo un reto. La diferencia entre
estos dos mundos acuáticos no estriba simplemente en la concentración de sales;
el medio marino, debido a su extensión y dinamismo acoge una red trófica mucho
más compleja y diversa que la de las aguas dulces.
El plancton y la red trófica marina
Antes de proseguir
es preciso que defina algunos conceptos básicos. Por ejemplo, los organismos
unicelulares o pluricelulares que habitan en la columna de agua, y cuya escasa
capacidad de movimiento les deja a merced de las corrientes, se denominan
plancton. La palabra proviene del griego y significa errante. Si bien la
mayoría de integrantes del plancton son de pequeño tamaño, también hay
excepciones, como las bien conocidas medusas.
Fig. 1. Diatomea marina. Las diatomeas son algas unicelulares, integrantes del fitoplancton. Son el alimento del zooplancton y de otros organismos. Son especialmente abundantes en zonas ricas en nutrientes, como afloramientos o zonas costeras a finales de invierno y primavera.
El plancton se
compone, entre otros grupos de organismos, de virus, bacterias, algas
microscópicas (el fitoplancton, Fig. 1) y animales (el zooplancton, Fig. 2).
Para que os hagáis una idea, en un mililitro de agua (unas 20 gotas de agua)
hay, por término medio, 10.000.000 virus, 1.000.000 bacterias, y unas 1.000 o
10.000 algas unicelulares. ¡Pero tranquilos! ni los virus ni las bacterias que
os podéis tragar accidentalmente en el mar os van a perjudicar. De hecho, su
función en el ecosistema marino es otra. Los virus mantienen controladas las
poblaciones de bacterias para que no crezcan en exceso, y estas, a su vez, se
encargan de descomponer toda la materia orgánica muerta. Sin bacterias el mar
sería un cementerio de cadáveres y excrementos. Las bacterias, al ejecutar su
papel como descomponedores, además reciclan nutrientes que son utilizados por
el fitoplancton para crecer y hacer la fotosíntesis. Las algas microscópicas
que forman parte del fitoplancton son el equivalente de los vegetales
terrestres. Gracias a estos vegetales la mitad de la fotosíntesis del planeta
ocurre en el mar. Por consiguiente, debido a la actividad biológica de los
organismos del plancton, el papel del océano es fundamental para mitigar los
efectos del exceso de CO2 que nos están llevando apresuradamente a un cambio
climático.
Fig. 2. Copépodo marino. Los copépodos son crustáceos diminutos, miembros del zooplancton, que pueblan mares y océanos. Son tremendamente abundantes, incluso más que los insectos en tierra, y su función es clave en el ecosistema marino al ser depredadores del fitoplancton y el alimento principal de las larvas de peces.
El plancton
tiene además otra función, la de alimentar a seres de mayor tamaño,
constituyendo de esta manera la base de la red trófica marina. Cada grupo de
organismos tiene sus depredadores, que son, a su vez, el alimento de organismos
de mayor tamaño. De esta manera la materia y la energía se transfieren hasta
los grandes depredadores del mar, los peces carnívoros (atunes, barracudas,
tiburones, etc.) y, por supuesto, los humanos. Pero no todo el plancton es
beneficioso. Hay determinadas especies de fitoplancton, sobre todo algas dinoflageladas
y diatomeas, que son tóxicas y pueden llegar a tener consecuencias graves para
el ecosistema. Las agrupaciones de estos organismos se conocen popularmente
como mareas rojas, y son la causa de intoxicaciones masivas o muerte de peces,
e incluso humanos.
La biología marina, mitos y leyendas
Pero en el mar
hay mucho más que plancton. Peces, ballenas, corales, entre otros, son algunas
de las maravillas que alberga el mundo marino. De hecho, a la mayoría de las
personas al pensar en los biólogos marinos lo primero que les viene a la mente
son intrépidos científicos surcando mares y océanos para estudiar ballenas y
delfines, o submarinistas expertos analizando la progresión de arrecifes de
coral en paraísos tropicales. Estos arquetipos, si bien existen y forman parte
de la disciplina, no son lo habitual. Muchos de nosotros trabajamos con
organismos que no se ven a simple vista, o con modelos matemáticos de
pesquerías, o en el laboratorio estudiando la fisiología o el genoma de una
especie en particular. El mar es vasto, pero desgraciadamente los fondos
destinados a su estudio son limitados, por no decir escasos (en particular en
nuestro país), y en la mayoría de ocasiones el científico vocacional raramente puede
elegir a que campo se dedicará. Son más bien las circunstancias de la vida, en
ocasiones la suerte, o incluso las tendencias “de moda” en la ciencia, las que
marcan el campo en el que terminarás trabajando. Y no os voy a mentir, triunfar
en biología marina es duro y requiere muchos sacrificios como veréis a
continuación. Pero también os diré que las recompensas son extraordinarias. En
mi caso, gracias a la biología marina he viajado por medio mundo, y he estado
en lugares mágicos, inaccesibles para la mayoría de la gente, como por ejemplo
la Antártida y el Océano Ártico.
Pero cómo se
llega a ser un/a biólogo/a marino/a? Para empezar hay que trabajar duro desde
la educación primaria hasta la universidad. Si tenéis pretensiones de dedicaros
a la investigación, es importante tener un expediente académico excelente para
poder acceder a becas. Sin una beca, es muy difícil (por no decir imposible)
entrar en un centro de investigación para realizar una tesis doctoral. Un buen
biólogo marino, si quiere prosperar en la carrera, necesita saber de todo: matemáticas,
física, química, y por supuesto biología. También es imprescindible el
conocimiento de lenguas extranjeras, sobre todo el inglés. Todo nuestro trabajo
se presenta en inglés, al igual que ocurre en otras disciplinas científicas.
Una vez completada la tesis doctoral es recomendable pasar un período (uno o
dos años, al menos) en alguna institución de renombre en el extranjero. Si bien
durante la tesis doctoral habréis asentado vuestros conocimientos y aprendido
las estrategias de publicación, será durante la fase postdoctoral donde se
producirá vuestra verdadera especialización y donde se establecerá vuestra
proyección internacional. Es muy importante que durante esta fase sigáis
publicando intensamente. Al científico, al menos actualmente, se le valora por
el número y calidad de sus publicaciones. Por lo tanto, un buen científico
tiene que ser un excelente comunicador. Muchas veces, el saber presentar una
idea es más importante que la idea en sí misma. Pero no os desaniméis, todo se
aprende. A la fase postdoctoral le sigue una fase de reincorporación en el país
de origen (si es que decidís volver, claro). Muchas veces el obtener un
contrato para volver a España se convierte en una tarea titánica, en la que solo
los mejores prosperan. Pensad en la carrera científica como en un embudo, donde
cada vez se estrecha más el número de gente que puede pasar. Ciertamente, esta
selección progresiva de candidatos no es exclusiva de la biología marina, sino
que ocurre en todas las disciplinas científicas en mayor o menor medida. La
maratón para conseguir un contrato o plaza fija de biólogo marino en este país
es larga y ardua, pero si tenéis vocación y sed de conocimiento vais a aprender
algo en cada uno de los pasos. La clave está en disfrutar de cada momento y quedarse
con lo positivo. Os aseguro que la recompensa, si al fin tenéis éxito, vale la
pena.
Para acabar,
me gustaría daros un consejo de alguien que ya lleva unos años haciendo
investigación. La tendencia actual en esta y en otras disciplinas es ir hacia la
super-especialización de la ciencia. Yo os insto a que os intereséis y
aprendáis de todo, al igual que aquellos grandes sabios del Renacimiento. Con
una visión amplia y global siempre se abordan mejor los problemas y se plantean
preguntas más relevantes.
¡Suerte!
Albert Calbet Fabregat
Doctor
en Ciencias del Mar
Investigador Científico del
CSIC, Instituto de Ciencias del Mar, Barcelona
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