Y yo quiero ser...Especialista en Fotónica
(Por
José Ramón Martínez Saavedra)
Dicen que los
adolescentes solo escuchan a dos personas: a sus ídolos musicales y a su
profesor de bachillerato. Es una forma —en mi opinión, bastante acertada— de
exponer la gran influencia que puede llegar a tener un buen (o un mal) profesor
sobre la carrera de sus alumnos; más aún, incluso, que su entorno familiar más
cercano.
En mi caso
particular, debo admitir que Juan Carlos (mi profesor de física) tuvo muchísimo
que ver con que yo quisiera ser físico: hasta entonces, yo tenía clarísimo que
quería ser… bueno, la verdad es que tampoco lo tenía demasiado claro. Por un
lado, los ordenadores me han apasionado desde muy pequeño (en mi casa todavía
hay quien me llama «el botones»), y he sabido desde siempre que quería hacer
algo que involucrase trabajar con ordenadores; por otro lado, empecé a militar
en política relativamente joven —a los 14—, y quería hacer algo relacionado con
legislación (ya sean ciencias políticas, derecho, o alguna carrera del estilo).
La entrada de Juan Carlos en escena, en última instancia, hizo que me
interesara más por las leyes naturales que por las emanadas de cualquier
parlamento.
Y así fue
como, tras dos años de bachillerato, al final acabé matriculándome en la
Facultad de Física de la Complutense, en Madrid. Me gustaría decir que fui un
estudiante ejemplar, pero tengo que reconocer que falté a muchas más clases de
las que estoy dispuesto a admitir en público, especialmente en los últimos
años. Solo iba a aquellas en las que consideraba que mi tiempo estaba mejor
invertido yendo a clase que estudiando el temario por mi cuenta: de esta forma
terminaba disfrutando de todas las asignaturas —tanto de las clases magistrales
de los buenos profesores como de pelearme con los conceptos de las materias que
estudiaba en la biblioteca. Además, también conseguía así evitar el efecto
desmotivador de muchas clases (¿alguien dijo “Álgebra Lineal”?).
También, al
hacerlo de esta forma, encontré un patrón interesante en mi conducta: mientras
que evitaba todo lo posible asignaturas relacionadas con astrofísica y me
escaqueaba de muchas de física nuclear, siempre asistía a asignaturas
relacionadas con física computacional, electrónica y óptica. Tanto es así que
el último año de carrera estuve buscando sitios donde hacer un doctorado en (al
menos) una de estas tres áreas. Se ve que tuve suerte, porque tras buscar un
poco acabé en un programa de Máster (y de doctorado después) en Fotónica, un
área que involucra estas tres áreas de la Física a la vez. En mi opinión, es
precisamente esta vertiente multidisciplinar la que le da a la Fotónica un
toque especialmente interesante, sobre todo al compararla con otras ramas de
investigación similares (como la Óptica, por ejemplo). Más que una
investigación fundamental sobre las propiedades de la luz, en Fotónica también
es crítico investigar cómo manipularla, y emplear esos conocimientos en otras
ramas del conocimiento: de ahí, la aparición de distintas disciplinas dentro de
la Fotónica como pueden serla Optoelectrónica, la Física del Láser, la Física
de Fibras Ópticas, la Computación Cuántica, la Biofotónica, la Óptica Cuántica
o la Nanofotónica.
Podría
intentar describir cada una de estas ramas con un cierto detalle, pero temo
tanto no ser capaz de hacerles justicia a ninguna como irritar al editor al
pasarme del límite de páginas del capítulo. De todas formas, no resulta
demasiado difícil de verla influencia de muchas de estas disciplinas en las
tecnologías actuales más avanzadas. Por poner un solo ejemplo de cada
una: el desarrollo de paneles solares está fuertemente influenciado por los
últimos avances en optoelectrónica, siempre buscando arañarle un poco más de
energía a la luz solar; la aparición de láseres ultrarrápidos permite a los
químicos estudiar reacciones moleculares en tiempo real, incluso con
miles de átomos simultáneamente; los avances en fibras ópticas cada vez
permiten transmitir más y más información (y sostener, por tanto, más y más
conexiones a Netflix); la entrada en escena de los ordenadores cuánticos
prometen cambiar radicalmente la informática tal y como la conocemos; por
último, la Fotónica también ha influido en la aparición de nuevas terapias
contra el cáncer, algunas de las cuales emplean la luz para destruir células
tumorales.
Todos estos
ejemplos, a su vez, descansan sobre los estudios y avances en las ramas más
fundamentales de la Fotónica: la Óptica Cuántica (comprender cómo se comporta
la luz cuando no se puede estudiar como un campo electromagnético clásico) y la
Nanofotónica (estudiar la interacción entre luz y materia en escalas muy, muy
pequeñas) extienden nuestro conocimiento de la luz más allá de los confines de
la Óptica Clásica, y nos permiten «ver» los componentes más básicos,
fundamentales y diminutos de la materia ordinaria. Bueno,
y de la no tan ordinaria: el conocimiento en profundidad de la interacción
luz-materia ha permitido la aparición de la disciplina de los simuladores
cuánticos: sistemas físicos configurados de tal forma que simulan el
comportamiento de otros, los cuales son prácticamente imposibles de estudiar de
otra forma (como, por ejemplo, las interacciones dentro de los núcleos
atómicos).
Cualquiera de
estos temas, a título personal, me resulta increíblemente interesante. Además, todos
ellos son auténticos retos, y eso es importantísimo: es complicado mantener la
motivación y las ganas de hacer física si no supone un desafío. Sin embargo,
que sea un reto es a la vez un arma de doble filo: no todo el monte es
orégano, que diría mi abuela. Los periodos de frustración existen: da igual
que lleves haciendo física cuatro meses (en una estancia de verano), cuatro
años (como yo), o cuatro décadas (como he podido observar en algunos
profesores); es necesario capear la frustración, de una forma o de otra, y no
es sencillo. De todas formas, estas etapas se pasan, los retos se superan, y la
sensación de logro que queda es única y casi irremplazable.
En resumen, lo
único que le puedo aconsejar a alguien que esté valorando hacer ciencia es
«elige la rama que te motive». Yo lo hice, y a día de hoy estoy más motivado
que nunca a continuar.
José Ramón
Martínez Saavedra
Doctorando
en Fotónica
ICFO-Institut de Ciències Fotòniques, Barcelona
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