Y yo quiero ser...Ecólogo
(Por
Gustavo Tomás Gutiérrez)
Escucha música mientras lees, vete al final.
Dicen que los
niños no mienten. Hay niños a los que les encantan las máquinas. Otros que se
pasarían todo el día subidos a una bicicleta. O pegados a una pantalla. O
aporreando una batería. Y hay otros que disfrutan curioseando por el campo o en
el jardín de su casa, observando bichos o persiguiendo lagartijas. Sea cual sea
la actividad que los mantenga ensimismados, es más que probable que aquello que
llamamos vocación guarde relación con esa actividad. Y aquello en lo que
muestren más interés, será sin duda donde más realizados se sientan si, a lo
largo de su vida, consiguen dedicarse profesionalmente a ello. Y tanto más
cuanto más logren difuminar esa línea que separa afición de trabajo.
Hay algo
intrínsecamente ligado a nuestro ser que nos empuja a observar e intentar
comprender el mundo natural que nos rodea. Nuestro entorno. Es por ello que la
Ecología es posiblemente la ciencia más antigua que existe. Nuestros primitivos
ancestros debieron atesorar un conocimiento exhaustivo de las potenciales
utilidades de toda una variedad de seres vivos con los que cohabitaron, desde
hongos a plantas y animales. De su capacidad para observar, aprender y utilizar
los recursos naturales dependía su supervivencia. Debían conocer qué alimentos
aparecían en qué lugares y en qué momento del año. Dónde encontrar agua.
Intentar predecir el clima. Y resguardarse de sus inclemencias. Evitar ser
comidos. Eludir y paliar las enfermedades. Hubieron de aprender a optimizar su
interacción con las demás especies de su entorno, y con sus congéneres.
Exactamente tal y como sucede hoy en día, aunque el desarrollo tecnológico que
parece haber alcanzado nuestra especie contribuya a que con frecuencia se nos
olvide que no somos sino un ser vivo más, un simple eslabón del ecosistema, y
que nuestro bienestar y supervivencia dependen, mucho más íntimamente de lo que
creemos, de los demás seres vivos de nuestro entorno. Cada día.
La palabra
Ecología proviene del griego Oikos, que significa casa, hogar. Se dedica por lo
tanto al estudio de nuestro entorno, sea éste inmediato o lejano según dónde
consideremos que están los límites de nuestro hogar. Una definición más precisa
de la Ecología sería el estudio científico de las interacciones entre los seres
vivos y con su medio ambiente. El medio ambiente engloba todos aquellos
factores que influyen sobre un organismo, e incluye factores abióticos como la
temperatura o la precipitación, y factores bióticos como son otros organismos
de su misma y de otras especies. Tras unos inicios más orientados al estudio de
los primeros, una de las vertientes más apasionantes de la Ecología moderna se
centra en los segundos factores, en determinar cómo se modulan las
interacciones entre organismos. Si bien existen otras, las tres principales
interacciones que se producen entre los seres vivos, y que gobiernan en gran
medida su distribución y abundancia, son la competencia, la depredación y el
parasitismo. Al igual que antes, las dos primeras fueron abordadas
tempranamente por la Ecología. Por el contrario, el estudio del parasitismo es
más reciente, y se vio favorecido por el desarrollo de técnicas apropiadas para
poder observar a los parásitos, que son con frecuencia seres de pequeño tamaño.
En Ecología se
trabaja siempre al amparo de un marco evolutivo, pues nada en biología tiene
sentido si no es a la luz de la evolución. Ninguna otra idea en biología es tan
poderosa científicamente ni tan estimulante intelectualmente como la evolución.
La teoría de la evolución propuesta por Charles Darwin en “El origen de las
especies” es seguramente la idea más importante e influyente desarrollada por
la mente humana. Nos proporciona el prisma necesario desde el que observar y
comprender nuestro alrededor, y nos permite ir respondiendo a preguntas
fundamentales que abarcan desde el origen mismo de la vida y de nuestra
existencia, pasando por la gestión y manejo de nuestro entorno, hasta elaborar
predicciones sobre lo que nos deparará el futuro a medio y largo plazo. La
evolución biológica puede definirse como el cambio en las características de
las poblaciones de organismos a lo largo de las generaciones. Este cambio se
produce gracias a la otra idea brillantemente vislumbrada por Darwin: la
selección natural. Ésta tiene lugar siempre y cuando exista variabilidad en
alguna característica, que determine diferencias en fecundidad y/o
supervivencia entre individuos, y que sea heredable. Y estas tres
características ocurren en todas las poblaciones de seres vivos. Incluidos
nosotros mismos, por supuesto.
Así, como no
podría ser de otra manera, la Ecología, al igual que su objeto de estudio, es
una ciencia en constante evolución. Si en el siglo pasado estuvo enfocada
principalmente a la descripción de nuestro medio ambiente, en la actualidad
nuestra sociedad nos enfrenta a nuevos retos. La población humana del planeta
continúa incrementándose de modo aparentemente inexorable. Esta superpoblación
conlleva unas consecuencias de las que todos somos en mayor o menor medida
conscientes, originadas principalmente por la necesidad de obtener alimentos y
recursos para una población cada vez más numerosa. La destrucción o
modificación de la naturaleza para proveer campos de cultivo o pastos para la
producción de ganado, el agotamiento de los recursos pesqueros, el cambio
ambiental global, la extinción de especies, o la contaminación y acumulación de
residuos, son solo algunos ejemplos de lo que la expansión de nuestra especie
por el globo ha provocado, y cuyos efectos se han acentuado tras las
revoluciones industrial y tecnológica. Algunos investigadores incluso
consideran que nos enfrentamos a una nueva era planetaria que han dado en
llamar el antropoceno. Hoy más que nunca, la sociedad llama a la puerta de la
investigación para demandar soluciones. Y los Ecólogos estamos en disposición,
como ningún otro sector de la sociedad, para sentar las bases que proporcionen
herramientas y respuestas a los desafíos a los que nos enfrentamos y que
amenazan nuestra supervivencia en el planeta. Tan sólo integrando la
información recabada por Ecólogos y Biólogos Evolutivos en sus amplios y
variados campos de investigación, podremos garantizar el equilibro de los
diferentes ecosistemas que habitamos.
En la
práctica, el trabajo de un Ecólogo comienza observando la naturaleza y
planteándose preguntas a las que poder dar respuesta. Esas preguntas son
infinitas y pueden ser de muy diversa índole: ¿Para qué le sirve la cola al
pavo real? ¿Por qué existen leones sin melena? ¿Cómo saben las golondrinas
cuándo emprender el vuelo hacia África? ¿Por qué los mosquitos pican más a unas
personas que a otras? ¿Cómo afecta la deforestación del Amazonas al clima
mundial? ¿Por qué las flores son de los colores que son? ¿Por qué saltan los
delfines? ¿Por qué nos atraen las personas con los ojos verdes? … Una vez
definida la pregunta a la que deseamos dar respuesta, un Ecólogo plantea
hipótesis sobre esa función, ese mecanismo, ese comportamiento, o ese proceso,
y formula predicciones sobre lo que ha de ocurrir en caso de que esas hipótesis
sean ciertas. A continuación, diseña investigaciones concretas decidiendo qué
datos y mediciones necesita tomar, o qué muestras es necesario recolectar para
poder responder a esas preguntas. Posteriormente procede a analizar esas
muestras, y luego, mediante análisis estadísticos, interpreta esos datos para
comprobar la validez de sus hipótesis. El trabajo de un Ecólogo finaliza dando
a conocer los resultados de sus investigaciones, usualmente en forma de
artículos científicos y comunicaciones en congresos. De este modo, el
conocimiento se va acumulando, puede ser utilizado por otros investigadores,
percola en la sociedad, y lleva al planteamiento de nuevas preguntas, para así
conocer cada vez mejor el mundo que nos rodea. Nuestro hogar.
Para dar
respuestas a esas preguntas, un Ecólogo ha de aventurarse a menudo en lugares
naturales fascinantes (Fig. 1). Personalmente, he tenido la fortuna de poder
realizar trabajo de campo para mis investigaciones, o para asistir a colegas en
sus estudios, en frondosos bosques de varios Parques Nacionales de España y de
los Países Bajos, en las laderas de un volcán de México, en las islas
Galápagos, en la selvas de la Amazonía, en bosques tropicales secos de Ecuador,
o en una isla paradisíaca (¡con una única palmera!) perdida en el océano
Pacífico. Muchos de estos lugares son con frecuencia inaccesibles para el
público general. Esos períodos de trabajo de campo suelen ser alternados con
etapas de análisis de muestras en el laboratorio, y con períodos de oficina
frente a un ordenador. Por tanto, el del Ecólogo es un oficio diverso y que
requiere una combinación de ejercicio físico, usualmente con un toque de
aventura, mezclado con destrezas y habilidades manuales, y con desafíos
intelectuales… ¡es difícil aburrirse!
Fig. 1. El autor del artículo con un tucán capturado en las selvas de Ecuador, dentro de una investigación acerca del efecto de la destrucción del bosque tropical sobre la comunidad de aves y sus parásitos (foto: Juan Rivero).
La naturaleza
es maravillosa. Y dedicarte cada día a desentrañar los procesos y mecanismos
que han creado, y continúan haciéndolo, esa diversidad, esa belleza que
observamos, es genuinamente gratificante. Nos adentramos siempre en el mundo de
lo desconocido. Seguimos jugando. Como cuando éramos niños. Brindo porque nunca
dejemos de serlo.
Gustavo Tomás Gutiérrez
Doctor
en Biología
Estación Experimental de Zonas
Áridas (EEZA-CSIC), Almería
Escucha música mientras lees.
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