lunes, 15 de enero de 2018

Yo quiero ser Exploradora del Vacío - Claudia García García

Y yo quiero ser...¡Exploradora del Vacío!
(Por Claudia García)


Escucha música mientras lees, vete al final.

 ¿Perdón?
¿Exploradora del vacío?
¿Cómo que del vacío?
¿Quieres ser astronauta o algo parecido?

Esas son las preguntas que me hubiera hecho yo, hace unos años, si hubiera leído un título tan raro como este. Probablemente hubiese pensado que quien lo había escrito debía de ser algún flipado intentando captar mi atención. Y lo malo es que lo habría conseguido. ¿Sabes por qué?  Precisamente porque me habría picado la curiosidad con esas preguntas, y sería incapaz de no buscarles respuesta. De haber leído ese título tan raro, y haberme planteado tantas preguntas, me habría puesto a leer como loca el capítulo para intentar entender a qué se refería el autor con 'explorar el vacío'. Al sumergirme en las páginas del libro me habría enterado de que quien lo escribió no pretendía ser un astronauta, sino un físico teórico dispuesto a interrogar a una partícula fundamental y a desvelar sus secretos. Me refiero al bosón de Higgs.

Pero, ¿qué es una partícula fundamental? y ¿qué es el bosón de Higgs? Y ya puestos… ¿qué es el vacío? ¡Vaya!,  ¡más preguntas!… pues nada, tendré que ponerme a buscar la respuesta.

Con una tontería como leer un día un libro que me llevó a hacerme preguntas, terminé metida de cabeza en la universidad estudiando física. Y tiene gracia, porque después de terminar mi primer año de carrera se descubrió el bosón de Higgs, cuyas propiedades y naturaleza terminaría estudiando años más tarde (aunque, por supuesto, yo entonces no lo sabía). Pasaron los años entre horas y horas en la universidad, física por todas partes y sobre todo, muchas risas. Tuve la suerte de conocer a la mejor gente que hay ahora mismo en mi vida, y que fueron capaces de guiarme y de motivarme a lo largo de una época llena de dudas sobre el futuro. Y así llegué al último año de carrera, en el que por fin descubrí lo que era una partícula elemental y ¡lo que era el bosón de Higgs! Pero claro, descubrirlo no es lo mismo que entenderlo.

Después de terminar la carrera seguía con muchas preguntas en la cabeza, así que decidí seguir adelante en la búsqueda de respuestas. Un Máster en Física Teórica más tarde, empecé el doctorado en el que ahora investigo para descubrir las propiedades y la esencia del bosón de Higgs... ¡Me había convertido en Exploradora del Vacío!Y aun así sé que todavía no entiendo ni la mitad de lo que la naturaleza quiere decirme. Pero esa es la gracia, ¿no? Que siempre haya una pregunta para poder seguir buscando una respuesta. Y te aseguro que la sensación al encontrar esa respuesta no puede compararse con nada, aunque después surjan mil preguntas más. Pero bueno, después de haberte soltado todo el rollo de cómo llegué a dedicarme a esta profesión tan peculiar, la de 'explorar del vacío', ha llegado el momento de contarte qué narices es el vacío, y sobre todo, cómo se explora. Vamos allá.

La verdad es que te he engañado un poco, porque el vacío del que llevo hablando ya una página no es el que se nos vendría a todos a la cabeza. El concepto de vacío que aprendemos en el cole es el de un espacio en el que no hay nada, que está libre de materia. Yo, por ejemplo, me lo imagino como un lugar completamente blanco, sin nada dentro. Pero yo no te he estado hablando de este vacío; del que yo quería hablarte es del vacío cuántico. El vacío cuántico es el estado de mínima energía de un sistema (cuántico), y nos interesa porque sabemos que el universo es más bien perezoso, y siempre tiende a la menor energía posible. Supongo que ahora mismo que te diga que el vacío cuántico es importante no te dice gran cosa, tranquilo, es normal. Para entender su relevancia hay que aprender un par de cosas primero, como por ejemplo, ¿qué significa que sea cuántico? A principios del siglo XX, los físicos se dieron cuenta de que las leyes que ellos creían que regían la naturaleza dejaban de funcionar bien cuando intentaban aplicarlas a escalas muy pequeñas, tan pequeñas como un átomo. Por ello tuvieron que desarrollar nuevas leyes que les permitieran explicar el comportamiento de estos objetos muy pequeños. Esas nuevas leyes se llamaron mecánica cuántica, y son una de las rayadas más grandes que la ciencia se haya inventado nunca, pero... funcionan. Nos permiten explicar sucesos que hemos comprobado experimentalmente cuando investigamos en distancias muy pequeñitas, y nos permiten describir de forma correcta el comportamiento de las partículas elementales.

Fig. 1: La mecánica cuántica puede parecer muy extraña a veces, pero también puede resultar muy divertida.

De ahí llegamos a nuestra siguiente pregunta, ¿qué es una partícula elemental? No sé si alguna vez te has preguntado de qué estás hecho, y de qué está hecho todo lo que te rodea. Quizá hayas empezado por algo más simple, y te hayas preguntado de qué está hecha una cosa concreta. Si lo has hecho, probablemente hayas terminado desmontándola, o cargándotela, para averiguar qué tenía dentro, y hayas descubierto que estaba hecha de cosas más pequeñas. Bueno, pues cuando llegamos a algo que ya no podemos cargarnos más lo llamamos partícula elemental. Los físicos llamamos a nuestras “piezas de Lego”  —aquellas que no están hechas de nada más pequeño y que nos sirven para construir todo lo que vemos—  partículas elementales o fundamentales. Y son unos bichos muy interesantes. Resulta que cuando te pones a mirarlas más en detalle, te das cuenta de que las partículas no son sólo las piezas de Lego, ¡sino que también son el pegamento que las mantiene unidas! Una de las cosas que nos dice la cuántica es que las partículas tienen dos caras, que pueden comportarse o bien como partículas, como cuerpos, o bien como ondas, dependiendo de sus circunstancias.

Fig. 2: Las partículas elementales son las piezas de Lego del universo… y también el pegamento que las mantiene unidas.

Entonces, si nos ponemos a pensar en una onda que conozcamos, como la luz, ¿quiere esto decir que de nuestras bombillas salen partículas? ¡Pues claro! La luz es una onda electromagnética y su otra cara  —su partícula asociada—  es el fotón. Esto quiere decir, que, gracias a la cuántica, podemos entender la fuerza electromagnética a través del intercambio de fotones. Por ejemplo, sabemos que las cargas iguales se repelen debido a la fuerza eléctrica. O, dicho de otra forma, si dos electrones que van viajando por ahí cruzan sus caminos, se intercambiarán un fotón, cambiando sus trayectorias y repeliéndose. No suena tan raro así contado, ¿verdad? Todo este asunto de entender qué son las partículas fundamentales y cómo se hablan entre ellas llevó muchos años de investigaciones y experimentos. Después de muchos quebraderos de cabeza, los físicos de mediados del siglo XX consiguieron formular una de las teorías más precisas de la historia de la ciencia: el Modelo Estándar. Esta teoría nos dice cuántos tipos de partículas fundamentales hay, cómo se clasifican y cómo hablan entre ellas.

Fig. 3: El Modelo Estándar de la física de partículas.

Pero la teoría tenía algunas pegas. Se conocían bastantes partículas gracias a los experimentos, y la mayoría de ellas tenían masa, pero, ¿de dónde la sacaban? Además, algunas de las partículas que transmitían las fuerzas tenían masa cuando, en principio, la teoría se lo prohibía. ¿Qué estaba pasando? Lo que estaba pasando es que faltaba una pieza del puzle. Faltaba por añadir una partícula a la lista del Modelo Estándar: el bosón de Higgs. El bosón de Higgs (el Higgs para los amigos) es la partícula que nos permite explicar las masas de (casi) todas las partículas elementales que conocemos a día de hoy. También resuelve el problema de por qué algunas partículas que pensábamos que no debían tener masa sí que la tenían. Así, este bosón llegó como el salvador del Modelo Estándar, completándolo al fin.

Fig. 4: El bosón de Higgs, salvador del Modelo Estándar.

Pero no estaba todo hecho, ni mucho menos. En ciencia, las teorías, las ideas, hay que probarlas. Y la cosa es que, por muy bonito que fuera el bosón de Higgs, hasta ese momento sólo era una idea que "tenía" que ser verdad para que todo funcionara, pero que nunca nadie había visto en un experimento. ¿Por qué? Porque las teorías no predecían sus propiedades. Nadie sabía cuál tenía que ser su masa ni cuáles tenían que ser sus características principales, así que era muy difícil de encontrar, simplemente porque no se sabía dónde buscar. Sin embargo, después de casi 50 años, por fin se encontró al Higgs en el LHC, el Gran Colisionador de Hadrones, un cacharro enorme con forma de rosquilla que, básicamente, acelera dos partículas a muchísima energía y las hace chocar entre sí para que nos cuenten sus secretos y propiedades. Así se terminó de completar el Modelo Estándar, y se consiguieron medir la masa y las propiedades de esta escurridiza partícula. Pero a día de hoy nadie entiende por qué el Higgs es como es. Y a esto me dedico yo, a inventarme explicaciones de por qué el Higgs es tal y como lo hemos visto en el LHC, y a predecir cuáles serían las consecuencias que ello tendría. Así, si en el futuro se mide alguna de estas consecuencias, sabré que mis invenciones eran ciertas.

Fig. 5: Colisión de partículas en el LHC en la que se ha producido un bosón de Higgs.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el vacío del que hablábamos al principio? Resulta que el hecho de que el Higgs fuera capaz de explicar las masas de las partículas, y de arreglar las otras pegas que tenía el Modelo Estándar, viene de su comportamiento en... el vacío cuántico. Por eso, al investigar las propiedades del bosón de Higgs, ¡me convertí en exploradora del vacío!

Como veis, explorar el vacío poco tiene que ver con ser astronauta, ¿o sí que tiene que ver? Esa es una pregunta que tendréis que intentar responder vosotros, igual que las que os hayan surgido al leer este capítulo. Preguntando, leyendo, escuchando… Al final la ciencia no es más que eso, usar los conocimientos que tienes, o que tiene otra gente, para intentar encontrar las respuestas a las preguntas que nos hacemos sobre cómo funciona lo que nos rodea. Si alguna vez lo habéis hecho, ya habéis sido científicos. Y si alguna vez habéis encontrado alguna respuesta, ya sabéis lo que se siente. No dejéis escapar la oportunidad de seguir sintiéndolo.

Claudia García García
Estudiante de Doctorado en Física Teórica
Universidad Autónoma de Madrid e Instituto de Física Teórica UAM/CSIC

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