Y yo quiero ser...Gemóloga
(Por
Victoria López- Acevedo)
No voy a
empezar diciendo que siempre quise ser gemóloga, ni que las gemas fueron mi
pasión desde el día en que las descubrí ni que se despertó mi vocación a raíz
de ningún fascinante episodio de alguna película. En realidad fue mi otro
trabajo, el de verdad, el que me condujo a ellas y además, para ser sincera,
tampoco me interesaron mucho al principio. Fue con el tiempo, a medida que las
fui conociendo, cuando empezaron a cobrar verdadera importancia.
Antes de
seguir adelante explicaré, para los que no estén familiarizados con el término,
que la Gemología se ocupa del estudio de las gemas y que las gemas son todos
aquellos materiales que por sus cualidades de belleza, durabilidad y rareza son
susceptibles de ser empleados en joyería y ornamentación, como adornos
personales o en objetos decorativos. La belleza es una cualidad muy ligada a
propiedades ópticas como el color, la transparencia y el brillo. La durabilidad
está ligada a otras propiedades como la dureza, un material bonito que se raye
con facilidad perderá su belleza rápidamente y dejará de tener interés
gemológico. Finalmente, la rareza está ligada a la escasez y la singularidad,
son bienes únicos, propios de reyes y poderosos, inalcanzables para la mayoría
de las personas.
Una vez dicho
esto continuaré con mi historia, soy geóloga y mi trabajo de verdad es dar
clase de Cristalografía en la Universidad. Al menos es lo que he hecho en los
últimos cuarenta años. Como comprenderéis, en tanto tiempo “da tiempo” de hacer
y pensar en muchas cosas además de dar clase. Con la Gemología me pasó eso,
deseaba hacer algo muy diferente, algo original que no lo hiciera ninguna otra
persona de mi entorno. Una afición que además de entretenerme pudiera serme de
utilidad (quien sabe) en un futuro.
Y así fue. A
pesar de la estrecha relación entre la Geología y el mundo de las gemas, ya que
la mayoría de estas son variedades nobles de algunos minerales, ningún colega
mío se decidió a hacer lo mismo a la vez que yo y después, a lo largo de mi
trayectoria profesional, han sido muy pocos los que he ido encontrando. Una
razón puede ser que el diploma de gemólogo es costoso ya que no hay centros
oficiales en los que se pueda cursar. Son escuelas privadas las que ofrecen
cursos, con un precio que suele ser directamente proporcional a su duración y
sobre todo al número de prácticas y a la calidad de las mismas. Esas prácticas
consisten en reconocer gemas, cuantas más mejor, así que, es fácil entender que
se trata de un material caro y precioso.
Con esto
quiero decir que son unos estudios con cierto carácter exclusivo lo cual, a la
larga, puede resultar muy ventajoso. En mi caso supuso la creación de una
asignatura de Gemología en la licenciatura de Geológicas de la Universidad
Complutense –único centro en que estos estudios han tenido carácter oficial
alguna vez– que tuve la suerte de impartir durante más de treinta años ya que
era la única profesora que tenía esa titulación. Aprendí mucho sobre gemas
durante ese tiempo y además resultó un contrapunto muy enriquecedor para mi otra
actividad, la enseñanza de la Cristalografía.
La
Cristalografía se debió iniciar como ciencia a raíz del interés que suscitaban
los minerales, que son cristales naturales, con sus bellas formas y colores, en
los antiguos científicos. Está claro que entre estos minerales las gemas debían
ocupar un papel muy principal y el estudio de sus propiedades decisivo para el
desarrollo de esta ciencia. El caso es que en la Gemología encontré no solo el
objeto que fue clave para la ciencia de los cristales, sino que pude volcar en
ella todos mis conocimientos cristalográficos, lo cual supuso para mí un
precioso campo de experimentación real. Si en las clases de Cristalografía
enseñaba los fundamentos teóricos de esta ciencia en las de Gemología realizaba
las comprobaciones prácticas. Todas las cualidades de las gemas tienen una
explicación científica que, además, puede tener interesantes aplicaciones
prácticas y esto gustaba mucho a mis alumnos.
Conocer el
origen del color, la transparencia o el brillo de una piedra preciosa. Saber
que esas bellas formas de los minerales que tanto llamaron la atención de los
primeros cristalógrafos están determinadas en parte por las peculiaridades de
su estructura cristalina, es decir, por cómo se ordenan los átomos que la componen,
“tal orden-tal forma”. Y que también están influenciadas por las condiciones de
crecimiento. Efectivamente, los cristales crecen y hay toda una teoría del
crecimiento cristalino que se ocupa de ello y que tiene una importancia
trascendental en la Gemología, que va más allá del mero entendimiento de la
morfología cristalina.
Ya sabemos que
una buena parte de las gemas son minerales. Estos pueden ser de origen natural,
geológico como rubíes o esmeraldas, o biológico como perlas y corales. Sin
embargo, también hay gemas cuyo origen no es natural que se llaman gemas
artificiales y que se han cristalizado en un laboratorio, según las leyes y
procedimientos dictados por esa teoría del crecimiento cristalino a la que me
he referido anteriormente. Precisamente, el primer proceso de cristalización
comercial viable que se describió fue la síntesis de una gema, el rubí, en el
año 1902, por el químico francés Auguste Verneuil. A este método le siguieron
otros y la lista de cristales artificiales se fue ampliando.
Hay que decir
que aunque la síntesis de gemas es quizás el resultado más espectacular de
estos procesos, el interés principal nunca fueron las gemas, sino obtener
nuevos materiales con propiedades específicas, útiles para la industria.
Incluso, el rubí de la primera vez no fue el resultado de un ambicioso intento
“alquímico” de convertir un polvo blanco en una piedra preciosa. La intención
fue otra; el rubí es capaz de producir el rayo láser, de gran importancia
estratégica y comercial, y lo que se buscaba era un cristal de rubí grande,
puro y libre de defectos, capaz de producir el preciado rayo, un cristal que la
naturaleza no podía ofrecer.
En cualquier
caso, independientemente del interés que haya podido conducir a ello, la lista
de gemas sintéticas obtenidas es muy larga, algunas son la réplica exacta de
sus equivalentes naturales, misma composición, misma estructura, mismas
propiedades, todo igual. Hay esmeraldas, cuarzos, rubíes, zafiros… hasta
diamantes. Otras sin embargo no tienen equivalente natural, aunque tienen
cualidades que las hacen interesantes desde el punto de vista gemológico.
Ejemplos de estas son algunas imitaciones del diamante como la conocida
circonita. Esta se fabrica con todos los colores imaginables y constituye un
nuevo material, muy bello y muy apreciado por joyeros y orfebres.
Fig. 1. Rubíes y zafiros
sintetizados por el método Verneuil (4-6 cm).
Museo de la Geología (UCM). Foto
V. López-Acevedo.
Otra
aplicación directa de la Cristalografía al mundo de las gemas son las técnicas
de identificación que aprovechan hasta el más mínimo rasgo de su estructura
para reconocerlas. Aparatos muy sencillos e ingeniosos, algunos muy arcaicos
aunque de comprobada utilidad, que permiten determinar constantes y
comportamientos característicos. Lupas y pequeños artefactos ópticos que
amplían la visión y nos muestran “todo”, desde las huellas del proceso de
cristalización que nos indican si la gema que tenemos delante es el resultado
de un proceso natural o del trabajo en un laboratorio hasta su interior más
profundo, defectos, fracturas, inclusiones… que nos llevan no solo a
diferenciarlas sino a determinar su calidad e incluso su precio.
Esta rápida
visión de la Gemología da idea de ese carácter exclusivo que comenté al
principio. Un mundo al alcance de unos pocos que sin embargo puede mover
enormes sumas de dinero y que requiere buenos especialistas conocedores de la
materia para poder existir. Tasadores que determinen el precio de una joya, ya
sea para adquirirla como inversión en épocas de opulencia o para venderla en
épocas de crisis, expertos capaces de reconocer y valorar la calidad de una
gema para su venta a joyeros y comerciantes, talladores que les den forma,
artistas que diseñen las joyas, orfebres que las realicen,… profesores que
enseñen estos oficios… Hay pocos, tú puedes ser uno de ellos.
Victoria López-Acevedo
Doctor
en Ciencias Geológicas
Profesora
de Departamento de Cristalografía y Mineralogía.
Directora
del Museo de la Geología
Facultad de Ciencias
Geológicas. Universidad Complutense de Madrid.
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