Y yo quiero ser...Paleoecóloga
(Por
Encarni Montoya)
Escucha música mientras lees, vete al final.
Todos tenemos
libros, películas o momentos que nos marcan de pequeños, y que de alguna manera
contribuyen a definir a qué dedicaremos nuestros intereses lúdicos o
profesionales durante nuestra vida. En mi caso fue un poco de todo; la película
“La misión” y la trilogía “Indiana Jones” despertaron mi interés por la
exuberancia del trópico sudamericano y los tesoros que esconde de tiempos
pasados. Y las salidas de fines de semana con mi padre por el campo murciano
mientras él buscaba sus palomos de colombicultura me permitieron pasar mucho
tiempo al aire libre y desarrollar un rasgo que ha marcado mi vida hasta ahora:
la curiosidad. Así, en el monte, me di cuenta de que allí fuera había muchas
cosas: animales, plantas, rocas, etc., y que todas existían de manera
independiente, pero a su vez se relacionaban entre sí e influían los unos en
los otros. Y así es cómo, poco a poco, me fui dando cuenta de a qué quería
dedicarme: quería saber cómo funcionan los ecosistemas, por qué cambian con el
tiempo y qué es lo que hace que cambien.
¿Qué es la paleoecología?
La
paleoecología es la parte de la ecología que se encarga de estudiar los
ecosistemas pasados o el pasado de los ecosistemas actuales. Este trabalenguas
de definición viene a referirse simplemente al significado de las partes que
componen la palabra: paleo (pasado) y ecología (estudio de las interacciones
entre los organismos y el ambiente en el que viven). Así, la paleoecología
estudia las relaciones entre organismos que existieron en el pasado y sus
relaciones con el ambiente en el que vivieron, es decir, cómo eran los
ecosistemas hace miles o millones de años. Al igual que a día de hoy un
ecosistema mediterráneo es muy diferente de uno amazónico como resultado de los
diferentes factores bióticos y abióticos que operan en ellos (Fig. 1), los
ecosistemas de un lugar determinado han ido cambiando a lo largo del tiempo.
Por ejemplo, el paisaje que viví yo junto a mi padre es radicalmente diferente
al paisaje que caracterizó Murcia en la edad de hielo,
hace unos 22.000 años atrás. Por lo tanto, la paleoecología implica también
estudiar cómo han ido cambiando estos ecosistemas pasados a lo largo del tiempo
hasta llegar a lo que nosotros vemos hoy en día, y qué ha hecho que éstos
cambien. Entre los factores más comunes que modifican los ecosistemas a nivel
global se encuentra el clima y el hombre, pero también otros como las
erupciones volcánicas, la aparición de nuevas especies o las extinciones en
masa. Pero, volviendo a la definición del principio ¿cómo se puede estudiar
algo que ya no existe? Para eso los paleoecólogos utilizamos nuestra propia
máquina del tiempo.
Fig. 1. El clima es un factor determinante a la hora de moldear los diferentes ecosistemas que existen a lo largo del planeta.
¿Cómo se trabaja en paleoecología? En busca de la máquina del tiempo
Por suerte
para los paleoecólogos, el planeta está lleno de pistas de cómo han sido sus
ecosistemas a lo largo de la historia. Al igual que nuestro médico tiene un
registro con todos los incidentes de salud que nos han ocurrido desde que
nacemos, la Tierra también ha ido almacenando esa información en distintas
partes del mundo a la espera de ser desvelada. Es lo que se conoce como el
registro geológico. Dentro de este registro, encontramos información sobre una
multitud de características tanto del funcionamiento del planeta, como de los
ecosistemas que existieron y de los organismos que vivieron en él. La función
de una paleoecóloga es encontrar dónde están almacenadas esas pistas,
recolectarlas y descifrarlas. Entre los tipos de registros más usados en
paleoecología están los archivos sedimentarios, o lo que es igual, zonas de
acumulación de material orgánico y mineral como las cuencas de los lagos o las
turberas donde las diferentes pistas se depositan y quedan conservadas. Lo
magnífico de estos sedimentos es que captan las pistas y las almacenan de
manera ordenada en el tiempo. Así, la información de los alrededores de un lago
en el día de hoy se deposita y conserva en una capa de sedimento, las de mañana
se depositarán en una capa encima de ésta, y así sucesivamente como lo harían
las capas de una tarta (Fig. 2). De manera que lo que se obtiene son diferentes
capas de sedimento con una edad determinada que contienen multitud de pistas
acerca de cómo era el ecosistema en ese momento. A través del análisis de esas
pistas, podemos saber cómo eran los ecosistemas desde el pasado (capa más
profunda del sedimento) hasta el presente (capa más superficial). Las pistas
son muchas y muy variadas; desde las mismas propiedades físico-químicas del
sedimento que pueden indicar características del clima, hasta restos
microscópicos de organismos que no se descomponen con el paso del tiempo y por
tanto son capaces de quedar preservados en el sedimento, conocidos como
microfósiles. Las pistas, llamadas parámetros o indicadores, funcionan como las
piezas de un puzle, siendo el dibujo del puzle el ecosistema pasado que se
quiere reconstruir. Lamentablemente, no todos los organismos fosilizan y dejan
huellas de su presencia, por lo que, a la hora de interpretar ecosistemas
pasados, el paleoecólogo necesita usar sus aptitudes detectivescas para,
mediante la recolección del mayor número de pistas posibles, reconstruir el
dibujo del puzle incluso sin llegar a tener todas las piezas.
Fig. 2. A través de
plataformas flotantes se recogen los sedimentos y los indicadores conservados
en ellos acumulados durante miles de años en las cuencas de los lagos. Son
nuestras máquinas del tiempo.
¿Para qué sirve la paleoecología?
Conocer cómo
han ido variando los ecosistemas a lo largo del tiempo es fundamental para
multitud de problemas ambientales a los que la humanidad tiene que enfrentarse
a día de hoy. Por ejemplo, estudiar cómo responden frente a impactos o
perturbaciones en el pasado nos revela la vulnerabilidad de los diferentes
sistemas ecológicos. Saber si un sistema es capaz de resistir determinados
impactos es clave a la hora establecer los planes de manejo y conservación de
los ecosistemas. Por otro lado, si se sabe las especies que existían antes de
que se produjera un impacto por la acción del hombre como un vertido, o de una
catástrofe natural como una erupción volcánica, se pueden diseñar las estrategias
de restauración oportunas para restablecer el ecosistema natural que existía
antes del impacto. Al restaurar las especies propias de la zona, aseguramos el
mantenimiento de los llamados servicios ecosistémicos, que son todos aquellos
productos de utilidad para el ser humano que se obtienen de un determinado
ecosistema. Un aspecto muy importante que nos proporciona el conocer las
dinámicas de los ecosistemas en el pasado es su aplicación predictiva. Si
identificamos las respuestas de los ecosistemas a determinados cambios
ambientales que ocurrieron en el pasado, podemos conocer cómo sería la
respuesta frente a los mismos cambios en el futuro. Así, como mencionaba al
principio del capítulo, durante la historia de la Tierra el clima ha cambiado
en multitud de ocasiones. Esas variaciones pueden provocar cambios en los
ecosistemas, como por ejemplo la migración de especies a zonas donde el clima
era más adecuado y la llegada de nuevas especies más adaptadas al clima
reinante. Todos esos cambios, tanto del clima como de la respuesta de los
ecosistemas, se han quedado registrados en los archivos sedimentarios. Por lo
tanto, los estudios paleoecológicos son capaces de proporcionar estimaciones
basadas en datos empíricos de cómo afectará el presente cambio climático, con
un aumento en la temperatura global predicho de varios grados centígrados a lo
largo de este siglo, a los diferentes ecosistemas actuales y las especies que
habitan en ellos. Cabe mencionar el significado de la magnitud que suponen un
par de grados a nivel mundial: la diferencia de temperatura mundial de la
última edad de hielo, cuando los mamuts lanudos campaban libremente por España,
con respecto a la que tenemos en la actualidad es de alrededor tan solo unos
5-9 grados. Es un ejemplo claro de que un par de grados de temperatura de más o
de menos puede modificar (¡y mucho!), los ecosistemas de todo el mundo.
Regreso al futuro
La
paleoecología usa para conocer el pasado el principio del uniformismo formulado
por James Hutton a finales del siglo XVIII, que se resume en que las leyes
naturales y los procesos operan de la misma manera a través del tiempo.
Posteriormente, Charles Lyell a principios del siglo XIX lo redefinió dentro
del mundo geológico estableciendo que el presente es la clave para poder
interpretar el pasado. Como paleoecólogos, mis colegas y yo vamos un paso más
allá y resumimos nuestra contribución a conocer la historia ambiental de la
tierra mediante el axioma: el pasado es clave para conocer el futuro. Para
conocer por tanto nuestro futuro, sólo tenemos que usar nuestras máquinas del
tiempo e ir en busca de la multitud de piezas de puzle que hay disponibles
repartidas por toda la Tierra esperando a ser descubiertas.
Encarni
Montoya
Doctora
en Biología
Investigadora Postdoctoral
Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera
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