miércoles, 17 de enero de 2018

Yo quiero ser Ingeniero Aeroespacial - José Ignacio González Núñez

Y yo quiero ser...Ingeniero Aeroespacial
(Por José Ignacio González Núñez)

Escucha música mientras lees, vete al final.

Muchas veces a lo largo de mi carrera, cuando alguien me ha preguntado a qué me dedico o en qué tipo de empresa o institución trabajo y he contestado “en la Agencia Europea del Espacio” o “en un operador de telecomunicaciones vía satélite”, casi inmediatamente después me he encontrado explicando cómo es posible que los satélites no se caigan al suelo o para qué sirven los satélites o cuantos satélites hay orbitando la Tierra. Y claro, aquí uno puede pasarse horas, incluso días, argumentando y aportando datos sobre usos y aplicaciones de esos ingenios. Justamente son esos usos y aplicaciones los que marcan una característica fundamental de los satélites: su órbita.

Las órbitas de los satélites, los planetas y las estrellas se rigen por las leyes de la mecánica espacial. Las leyes de Kepler [1], enunciadas a principios del siglo XVII, describieron por primera vez de forma matemática el movimiento de los planetas de nuestro Sistema Solar alrededor del Sol. Unas décadas después, en 1687 Isaac Newton publicó su “Philosophiae Naturalis Principia Mathematica” [2]; quizás el libro de ciencia más importante de la historia, en el que se formula la ley de la gravitación universal. En ella se establece la relación entre la fuerza de atracción entre dos objetos masivos, sus masas (directamente proporcional) y la distancia que les separa (inversamente proporcional al cuadrado de ésta).

Cuando lanzamos una piedra desde lo alto de un acantilado vemos que, por mucha fuerza que apliquemos a nuestro tiro, la piedra acaba cayendo al fondo de barranco. Aun siendo un gran campeón de atletismo difícilmente podríamos impulsar la piedra a más de 35 metros por segundo. Ahora bien, si no hubiera aire en la atmosfera que ralentizase la piedra y fuésemos, algo parecido al primo de Superman, capaces de impulsar la piedra a 8 kilómetros por segundo, al cabo de poco más de 80 minutos deberíamos agachar la cabeza para evitar que la piedra nos diese en la nuca. ¡Esa piedra hipersónica se habría convertido en un satélite artificial de la Tierra! En una órbita circular, la magnitud de velocidad es inversamente proporcional a la raíz cuadrada del radio de la órbita, mientras que el cuadrado del periodo orbital es proporcional al cubo del radio de la órbita. Además del periodo y el radio, otras dos características fundamentales (hay más) de una órbita son su inclinación respecto al plano ecuatorial y su forma o excentricidad (circulares, elípticas, etc.).

En el sector aeroespacial, como en otros muchos, el desarrollo tecnológico y la imparable imaginación e inventiva del hombre ha permitido dar solución a antiguas y nuevas necesidades y crear nuevas aplicaciones. De esta manera, es imposible hablar de un único tipo de satélites. La especialización de los mismos ha ido de la mano del uso de diferentes recursos orbitales.

Típicamente los satélites para mapeado y observación de la tierra, satélites de reconocimiento (también llamados satélites espía) y algunos satélites meteorológicos giran alrededor de nuestro planeta en las llamadas órbitas bajas o LEO (“LowEarthOrbit”), cuya altura sobre la superficie terrestre está entre unos 200 km y 2.000 km. Las órbitas de estos satélites tienen una gran inclinación (típicamente cerca de 90 grados) para poder barrer en su periplo toda la superficie terrestre. En ese rango de alturas encontramos también a la Estación Espacial Internacional (“InternationalSpaceStation” o “ISS”) a unos 400 km de altura y una inclinación de 51.6 grados para facilitar la trayectoria de los lanzamientos desde el cosmódromo de Baikonur en Kazakstán. Con el objeto de proporcionar servicios de telecomunicaciones en cualquier punto de la superficie terrestre, los 72 satélites de la constelación Iridium ocupan seis planos orbitales inclinados 86.4 grados a una altura de 781 km.

Los principales sistemas satelitales de geo localización y navegación están formados por constelaciones de satélites en órbitas de altura media o MEO (“MediumEarthOrbit”). Los 32 satélites del sistema estadounidense GPS (“GlobalPositioningSystem”) ocupan seis planos orbitales con 55 grados de inclinación a una altura de 20.200 km. Los satélites del sistema ruso GLONASS están un poco más abajo, a 19.100 km con una inclinación de 64.8 grados, mientras que los del europeo Galileo están un poco más arriba, a 23.222 km con una inclinación de 56 grados.

Quizás los satélites más populares, si es que podemos llamarlos así, son los geoestacionarios. La órbita geoestacionaria o GEO (“Geo-stationaryOrbit”) fue propuesta por primera vez por el ingeniero esloveno Herman Potočnik en 1928 y más tarde popularizada por el famoso científico y escritor Arthur C. Clarke. El origen de la idea es poder tener un punto muy alto en el espacio que, aparentando estar en reposo desde la superficie terrestre, pueda ver puntos muy distantes entre sí. Esto permitiría la transmisión de señales entre sitios sin línea de vista a través de ese punto estático como si fuera una torre de comunicaciones colgada en el espacio. Resulta que resolviendo las ecuaciones de Newton, una órbita circular con una altura de 35.786 km sobre nivel del mar tiene un periodo de 24 horas, es decir, es geo síncrona. Si además, la órbita está en el plano ecuatorial (inclinación cero) los cuerpos que desde allí circunvalan la Tierra aparecen estáticos respecto a un observador en la superficie terrestre. El anillo geo estacionario ha sido y es utilizado por centenares de satélites de telecomunicaciones que ofrecen servicios en todo el mundo de difusión de cadenas de televisión y radio, de comunicaciones móviles con barcos y aeronaves y todo tipo de servicios de telecomunicaciones en zonas remotas del planeta.

Para solventar el problema del bajo ángulo de elevación en la recepción de los satélites geo estacionarios en territorios alejados del ecuador, en Rusia usan satélites en órbitas elípticas o HEO (“HighlyEllipticalOrbit”) llamadas Molniya que poseen perigeos (los puntos más cercanos a la superficie terrestre) de unos 1.000 km y apogeos (los puntos más alejados) de hasta 24.000 km y una inclinación de 63.4 grados. En Estados Unidos, la empresa Sirius XM Satellite Radio emplea satélites en órbitas elípticas geo síncronas o HEGO (“HighlyEllipticalGeosynchronousOrbit”) llamadas Tundra para proporcionar servicios de radiodifusión a más de 30 millones de usuarios móviles.

El abanico de órbitas no se acaba aquí. En estas líneas me he referido únicamente a las órbitas alrededor de la Tierra. Las próximas generaciones de ingenieros aeroespaciales sin duda se preocuparán más por las órbitas abiertas interplanetarias. Bastará únicamente con superar la velocidad de 11.2 km/s para escapar de la atracción gravitatoria terrestre.

En los años 60 las misiones Apolo llevaron al hombre a la Luna, en los 70 los Voyagers iniciaron el más largo viaje jamás hecho por un ingenio fabricado por el hombre, Marte ha sido visitado durante décadas por los Vikings, el Pathfinder y muchos otros, Rosetta se posó en el cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko en 2014…

Ante necesidades más sofisticadas, siempre aparecerá un ingeniero aeroespacial que inventará, si se me permite la expresión, una órbita nueva.


Referencias:
[1] Johannes Kepler, “Harmonices Mundi”
[2] Isaac Newton, “Philosophiae Naturalis Principia Mathematica”
José Ignacio González Núñez
Ingeniero Superior de Telecomunicaciones (Universidad Politécnica de Madrid)
Máster en Tecnología Aeroespacial y Telecomunicaciones vía Satélite (UniversityCollege London)
Vicepresidente de Desarrollo de Negocios y Estrategia Regulatoria en Eutelsat Américas

Escucha música mientras lees.


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