miércoles, 17 de enero de 2018

Yo quiero ser Matemático - Fernando Alcalde Cuesta

Y yo quiero ser...Matemático
(Por Fernando Alcalde Cuesta)

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¿Cuándo decidí ser matemático? Creo que tendría unos quince años cuando decidí estudiar matemáticas, pero, pese a la influencia de mi profesor de matemáticas en aquella época, nada me hubiese hecho pensar antes que sería matemático. Quizás físico o químico, probablemente arquitecto o ingeniero, como deseaba mi padre, pero no matemático. Sin embargo, ahora sé que de algún modo estaba destinado a serlo. Lo he explicado en un corto texto dedicado a mi padre y a sus raíces, El hijo del agrimensor, publicado en mi blog personal Matemáticas en imágenes. Pero nada de eso sabía cuando comencé mis estudios de matemáticas, aunque con el tiempo he descubierto que, pese a ser el primero en la familia de mi padre en tener estudios, mi gusto por las matemáticas es parte de una herencia antigua y mi decisión, como la vida, fruto del azar y de la necesidad. Mi hijo tiene quince años y pronto tendrá que decidir qué quiere estudiar. Yo lo animo a ampliar sus opciones aprendiendo robótica, programación o neurociencia, pero soy consciente que su manera de abordar los problemas es más propia de un matemático que de un físico, un informático o un biólogo. Estudiará física, ingeniería o biología, lo que desee, pero intuyo que probablemente, tarde o temprano, se convertirá en matemático. Quizás otra vez el juego del sutil equilibrio entre azar y necesidad que rige nuestros destinos.

Pero, ¿qué son las matemáticas? Para explicar mi idea de las matemáticas, tomaré prestada la definición de William Thurston para quien las matemáticas serían algo así como la teoría de los patrones formales. Lo que Eugene Wigner definió como “la irrazonable eficacia de las matemáticas en las ciencias naturales” obedece a mi juicio al interés humano por la profundidad y la belleza de los patrones que irremisiblemente aparecen por doquier en la naturaleza y en la ciencia. Personalmente son los patrones espaciales los que más me interesan, pero no por ello me considero geómetra o topólogo, sino matemático. Si quiero entender las simetrías de un objeto, un sistema o un proceso, no me puedo contentar con aplicar mis conocimientos geométricos o topológicos, pues seguramente tendré que enfrentarme a cuestiones algebraicas, analíticas o probabilísticas. Las buenas matemáticas son imposibles de parcelar.

Muchas personas creen que las matemáticas son una disciplina árida que usa reglas complicadas y oscuras para manipular números, símbolos y ecuaciones, algo así como una rutinaria y compleja contabilidad. Sin embargo, aunque maneje números, símbolos y ecuaciones, yo no concibo las matemáticas sin imágenes y soy incapaz de pensar en un concepto matemático sin asociarle algún tipo de representación. Como sostiene Thurston, “en matemáticas, saber qué es fascinante, desconcertante, interesante, sorprendente, aburrido, tedioso, emocionante es crucial; no es accidental, sino que conforma nuestra manera de pensar.” Pero lo fascinante o emocionante en matemáticas no es constante, ya que nuestro interés evoluciona con el tiempo. En mi caso, yo me inicié en la teoría de foliaciones, que aún estaba de moda en los años 1980, con un problema que treinta y tantos años después sigue sin resolver. En mi tesis, adaptaba un teorema clásico sobre simetrías de sistemas de ecuaciones diferenciales al contexto no menos clásico de la geometría de Poisson. Mis contribuciones eran básicamente una revisión de ideas y resultados de Sophus Lie, Heinz Hopf, Henri Cartan y Alexander Grothendieck, en algunos casos a través de la visión de gente como Willem Van Est o Pierre Molino. Esto es precisamente lo que más me satisface de ese trabajo, que humildemente entronca con el pensamiento de auténticos gigantes, lo que me lleva a un aspecto fundamental del trabajo científico sobre el que insistiré más tarde: en matemáticas, como en física o biología, nunca se parte de cero, sino que nuestras ideas y soluciones se nutren de las ideas y soluciones de quienes nos precedieron. La ventaja de haberme formado en el extranjero no está en el nivel o la calidad de la formación, sino en la pertenencia a una escuela y en el sentimiento que propicia esa pertenencia. Me abruma pensar que apenas once generaciones me separan de Jacob Bernoulli y ver la lista de quienes me precedieron, aunque eso me anime a contribuir haciendo perdurar esa escuela en la medida de mis posibilidades.

Fig. 1. Patrón de difracción de un casi-cristal y mosaico con simetría pentagonal descrito por Johannes Kepler en su libro Harmonices Mundi.

Mi vuelta a las foliaciones ha derivado poco a poco en un interés creciente por los sistemas dinámicos en un sentido muy amplio, lo que me ha llevado recientemente a interesarme por los procesos de invasión en redes complejas y la topología de las redes neuronales. En este viaje, no he estado, ni estoy solo. Hay una parte del trabajo matemático que es radicalmente solitaria, a veces excluyente y obsesiva. Pero hay otra parte de ese trabajo que es necesariamente colectiva y no se trata solo de la influencia de los clásicos como comentaba antes o de la necesidad de exponer ideas y resultados al conocimiento y a la crítica de otros matemáticos, sino del placer emocionante de discutir lo que uno piensa, la poca claridad que uno atisba en medio de la confusión, con colaboradores cercanos: viejos conocidos o nuevos compañeros de viaje, antiguos alumnos convertidos en pares mejores que uno mismo o jóvenes armados de un entusiasmo nuevo. Son momentos impagables que pocas profesiones ofrecen.

Y en ese viaje de la teoría a las aplicaciones, que parece una constante en el trabajo de muchos matemáticos puros y que jocosamente atribuyo a la atracción del lado oscuro de la fuerza, he descubierto un diálogo completamente nuevo para mí. El trabajo de los referees o árbitros en las publicaciones de matemáticas es particular. Con un estilo a menudo desagradable y desabrido, que nadie ha explicado mejor que Wystan Hugh Auden -¡Qué suerte la del matemático! Solo lo juzgan sus iguales y la exigencia es tan alta que ningún colega o rival poseerá jamás una reputación que no merezca-, no suele ser frecuente que los informes supongan mejoras en un artículo fuera del hecho de repensar alguna cuestión o su formulación. Sin embargo, la evaluación de mis últimos artículos en el mundo vertiginoso y despiadado de las aplicaciones me ha permitido abordar discusiones emocionantes con científicos que provienen de otras áreas como la biología o la física. En algunos casos, los comentarios y las réplicas han sido en realidad más interesantes que los propios artículos, que han terminado beneficiándose finalmente de esa dinámica. La comprensión de fenómenos complejos que ponen en juego cantidades ingentes de datos nos obliga a una revisión del modelo actual de ciencia haciendo necesaria la colaboración de especialistas con visiones complementarias o cuando menos diferentes de esos fenómenos. No se trata de que los matemáticos se limiten al análisis de los datos o contribuyan a la descripción formal de modelos o ecuaciones, sino de abordar nuevos retos de modo global. Una mirada a la interrelación entre matemática y física en el tránsito del siglo XIX al siglo XX puede ayudarnos a comprender los retos a los que enfrentamos un siglo después y al papel que sin duda jugará la biología en el desarrollo de las matemáticas del siglo XXI.

Fig. 2. Probabilidad de fijación de un invasor o mutante en cada uno de los 274.668 grafos de 9 vértices expresada en función del número total de caminos que unen cada par vértices en cada grafo. El código de color permite visualizar como se distribuyen.

Entonces, ¿qué aportan las matemáticas? Las matemáticas aportan claridad permitiéndonos tener una visión integral y ordenada de nuestro mundo. Como les digo a mis alumnos del doble grado de Ingeniería Informática y Matemáticas, lo importante no son los enunciados concretos de los teoremas, que probablemente no necesitarán jamás, sino las ideas y estrategias que usamos para demostrarlos, con las que podemos extraer descripciones y fórmulas generales o comprender fenómenos extremadamente complejos. La importancia de teoremas como los demostrados por Andrew Wiles o Grigori Perelman no reside en sus enunciados concretos, sino en el desafío que han supuesto para el entendimiento humano. Si quieres participar en esa extraordinaria aventura, investigando en teoría de números o topología, pero también en big data, análisis de redes o neurociencia, entonces hazte matemático.

Fernando Alcalde Cuesta
Doctor en Matemáticas por la Universidad Claude Bernard Lyon 1
Profesor Titular de la Universidad de Santiago de Compostela

Escucha música mientras lees.


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