Y yo quiero ser...Neurocientífica
(Por
Sandra Jurado Sánchez)
De pequeña la
palabra neurociencia no formaba parte de mi día a día, aunque si alguien me
hubiese preguntado su significado creo que aun siendo una tierna infante
hubiera más o menos acertado con la respuesta: “la ciencia de la cabeza” o algo
parecido hubiera contestado. De proseguir la conversación, hubiera explicado a
mi extraño interlocutor (¿pero quién pregunta estas cosas a niños chicos?) que
la neurociencia debía de ser una ciencia muy importante porque el cerebro,
según nos decían en la escuela, aunque feo, viscosillo y arrugado lo controlaba
TODO. De manera casi intuitiva mi yo de 8 años hubiera pensado que no se podía
ir por la vida siendo un ignorante de la neurociencia (como mi interlocutor que
se lo tenía que preguntar todo a una niña pequeña) porque cuanto más supiéramos
del cerebro más cerca estaríamos de hacer cosas con la mente como por ejemplo
cambiar los canales de la tele sin moverse del sofá,… un potencial uso práctico
de la neurociencia que más tarde cayó en el olvido con el advenimiento del
mando a distancia. Desafortunadamente nadie me hizo esta pregunta ni con 8 años
ni con 16, así que la falta de reflexión temprana retrasó mi vocación hasta
bien entrados mis estudios de carrera versados en Bioquímica y otras lindezas.
De entre todas las bioquímicas que tienen lugar en la naturaleza, sin duda la
que me parecía más apasionante es la química del cerebro o Neuroquímica. En
aquellas clases, entre cuchicheo y cuchicheo, aprendí cosas fascinantes pero
que lejos de aclararme cómo funcionaba el cerebro me planteaban más y más
preguntas, algo que al profesor le debió de llamar la atención por lo que
posteriormente me sugirió hacer un doctorado en seguro que adivináis en qué,…
pues sí en ¡Neurociencia!,… y hasta ahora sigo con más preguntas que respuestas.
En este estado de duda continua me acompañan mis colegas neurocientíficos, una
panda de temerarios exploradores que sueñan con descubrir los misterios más
misteriosos del cerebro.
Desgraciadamente
en la actualidad aun no somos suficientes para resolver el gran problema al que
nos enfrentamos. Esto es en parte debido a que la Neurociencia es un campo de
investigación relativamente joven en comparación con otras disciplinas como la
Biología Celular o la Inmunología. De hecho esta ciencia en gran medida debe su
origen al científico español Don Santiago Ramón y Cajal, padre de la
Neurociencia moderna y ganador del primer premio Nobel español de Medicina por
sus pioneros descubrimientos en la organización del sistema nervioso. Por este
origen tan español, la Neurociencia tradicionalmente ha despertado un especial
interés en nuestro país y de hecho varios discípulos aventajados de Cajal
continuaron su legado realizando nuevos descubrimientos y postulando teorías de
gran influencia, a pesar de que en ocasiones contradecían a las del maestro. En
palabras de Santiago Ramón y Cajal, "el cerebro es un mundo que consta de
numerosos continentes inexplorados y grandes extensiones de territorio
desconocido". Con estas palabras Cajal nos sugería que el avance del conocimiento,
mucho más allá de sus propias aportaciones, era la clave para comprender los
enigmas del cerebro y que por supuesto esos nuevos avances quedarían en manos
de las futuras generaciones. Para guiarlos en la ardua tarea de la exploración
científica, Cajal escribió un manual titulado “Reglas y consejos sobre
investigación científica”, que a pesar de ser un poco antiguo (fue publicado en
1897) y no exactamente aplicable a nuestros días contiene muchas ideas
interesantes para el joven aspirante a premio Nobel. En la actualidad la
Neurociencia vive un momento de gran entusiasmo nacional e internacional (el
2012 fue declarado Año de la Neurociencia en España) ya que nuevos avances
tecnológicos están haciendo posible realizar experimentos hasta ahora imposibles
y que permitirán a las nuevas generaciones (ósea tú lector sabio e intrépido)
resolver muchos de los secretos de la función cerebral. Pero: ¿cuáles son estas
preguntas sin responder que quedarán en vuestras manos?, en otras palabras
¿cuáles son los retos de la Neurociencia moderna? A continuación os dejo unas
pinceladas de los retos, misterios y aventuras que esperan a los futuros
neurocientíficos.
Tres Preguntas de la Neurociencia Moderna para el Neurocientífico del
Futuro:
(no por orden de importancia,
pocas pero matonas)
¿Cómo se forma la memoria?
El cerebro
humano tiene una capacidad de computación muy superior al de cualquier
ordenador actual, por muy sofisticado que sea. Pensad que nuestro cerebro es
capaz de retener cantidades ingentes de información que quedan almacenadas
durante largos periodos de tiempo dando lugar a los recuerdos de toda una vida.
A los 2 años, el cerebro ya ha alcanzado el 80 por ciento de su tamaño adulto,
por lo que es lógico pensar que las numerosas experiencias que recordaremos a
partir de esta edad no están directamente relacionadas con un aumento de tamaño
del cerebro sino con algo más. Los neurocientíficos pensamos que este algo más
son cambios que se producen entre las células nerviosas (neuronas) de tal forma
que algunas neuronas refuerzan sus conexiones mientras que otras desaparecen en
un continuo proceso de cambio. Esta idea asume que el cerebro no es un órgano
fijo sino flexible, plástico y en constante proceso de construcción un fenómeno
que en Neurociencia se conoce como “Plasticidad Cerebral”. En los últimos años
los neurocientíficos se han centrado en estudiar este proceso en profundidad y
aunque hay muchos indicios, aún no estamos completamente seguros si la
plasticidad cerebral es el único proceso que explica no solo el almacenaje y
sino también la pérdida de memorias. Y en todo caso ¿cómo funcionaría?, ¿cómo
se alteraría en enfermedades que afectan a la memoria?,… tu turno querido
lector.
¿Por qué soñamos?
A lo mejor no
os lo habíais planteado pero el estudio del sueño es una disciplina muy
importante dentro de la Neurociencia, y no me refiero a la interpretación de
los sueños en plan siéntate en el sofá y cuéntame que soñaste anoche, no, si no
a entender cómo se forman y sobre todo cuál es su función. Porque la función
del sueño debe de ser importantísima ya que fijaos que un adulto de unos 70
años habrá pasado como unos ¡20 años durmiendo!, y esto es mucho tiempo para
algo sin importancia, ¿no os parece? Aunque el cuerpo durante la noche se encuentre
en reposo, el cerebro nunca para ni siquiera mientras dormimos ya que como os
podéis imaginar aún es necesario mantener el control de muchas funciones
involuntarias como la respiración y el ritmo cardiaco. Debido a que el cerebro
nunca se desconecta del todo se piensa que los sueños son un producto de la
actividad cerebral presente durante la noche. Los neurocientíficos pensamos que
los sueños juegan un importante papel en la formación de la memoria a largo
plazo, y que es justo este periodo de inconsciencia es fundamental para
seleccionar la información más importante. Pero ¿Cómo la generación de imágenes
sin sentido y en ocasiones terroríficas nos ayudan a recordar mejor y aclarar
nuestras ideas?
¿Cuál es la mejor manera de estudiar el cerebro?
Pensad en
cuando abrís cualquier cacharro para ver que hay dentro, y una vez satisfecha
vuestra curiosidad habéis querido recomponerlo y,…pues no había manera: sobran
o faltan piezas, los enganches están dados de sí, etc…. Pues aunque os parezca
mentira algo muy parecido nos pasa a los neurocientíficos (y científicos en
general). Queremos ver el cerebro en acción pero como os imaginareis, la gente
no puede ir por ahí con la cabeza abierta para que nosotros veamos lo que está
pasando,… nos meteríamos en serios problemas. Por lo tanto en la mayoría de los
laboratorios de Neurociencia se usan pequeños fragmentos de cerebro que nos
permiten hacer experimentos de manera más sencilla. Sí, es verdad que así
evitamos problemas con la justicia, pero luego a la hora de ponerlo todo junto
otra vez es un auténtico lío. Por este motivo, uno de los retos de la
Neurociencia moderna es también un reto de ingeniería o tecnológico por
desarrollar nuevas maneras para estudiar el cerebro en conjunto y en pleno
funcionamiento. Esto es muy difícil pero en los últimos años han ido
apareciendo técnicas (Imagen Funcional) que nos permiten visualizar el cerebro
de gente vivita y coleando sin necesidad de abrirle la cabeza a nadie. Estos
avances son muy esperanzadores pero aun presentan muchas limitaciones, ya que
los experimentos tan solo pueden realizarse con las personas dentro de un
escáner especial que limita sus acciones. Idealmente nos gustaría poder abrir
una ventana (siempre imaginaria ¿eh?) a lo que está pasando en el cerebro afectándolo
lo menos posible y permitiendo total libertad de movimientos al individuo de
estudio. Este reto se solucionara gracias a la colaboración de mucha gente
entre otros ingenieros y neurocientíficos, así que aunque lo vuestro en un
principio no sea la Neurociencia quién sabe si al final no nos terminamos
encontrando en el camino.
Sandra Jurado Sánchez
Doctor
en Bioquímica
Científico Titular del CSIC,
Instituto de Neurociencias CSIC-UMH
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