Y yo quiero ser...Química Médica
(Por
Júlia Dulsat Mas)
Yo de pequeña
soñaba con ser bailarina, después quise ser astronauta, más adelante decidí que
quería dedicarme a la odontología y a día de hoy me he convertido en química
médica. Como podéis ver cambié de opinión sobre mi futuro varias veces a medida
que iba descubriendo mundo y ciencia. Pero por muchos cambios, me atrevo a
afirmar que, si volviera a nacer, volvería a dedicarme a la química.
Cuando era
pequeña tenía una curiosidad infinita y una necesidad, a veces un tanto
angustiosa, de saber el porqué de las cosas.
Recuerdo una
carta de reyes donde pedía un microscopio para poder buscar los pulmones de las
plantas porque bien tienen que respirar si son seres vivos. Años más tarde, la
ciencia me enseño que las plantas respiran a través de sus hojas captando el
oxígeno del aire. Cuando preparábamos la cena los lunes me preguntaba porque
las claras de los huevos se volvían blancas cuando se calentaban. Hoy sé que
las proteínas de la clara del huevo se desnaturalizan cuando aumenta la
temperatura, y por ello cambian su aspecto. Cuando era pequeña me preguntaba
por qué el agua del mar era azul pero el agua que salía de la ducha no. Hoy sé
que el agua es incolora, y el color del agua del mar se debe al reflejo del
cielo en el mar.
Para esa época
todavía no tenía muy clara la diferencia entre las distintas disciplinas
científicas; pero lo que nunca dudé es que ciencia era lo que quería hacer en
mi vida. Porque la ciencia tiene respuestas y una explicación para todo, y eso,
es fascinante.
Empecé
bachillerato, y conocí al profesor que hizo decantar la balanza hacía la
química. Él me enseño la química de la forma más sencilla, cotidiana y
divertida que jamás haya podido imaginar, el estudio y el aprendizaje se
convirtieron en un juego el cual nunca he dejado (ni quiero dejar) de jugar.
Gracias a él aprendí que con la química no existe frontera de lo imposible y
que el único límite lo pone tu imaginación. Recuerdo que él siempre nos decía
“¡Todo se puede explicar con la química!”
Y no se
equivocaba, las plantas respiran por la difusión del oxígeno, las proteínas
pierden su estructura cuando reciben energía, la interacción luz – materia
explica los colores de las cosas. Cuando juntamos unos cuantos átomos en una
forma determinada obtenemos un fármaco que nos alivia el dolor; si hacemos
colisionar dos átomos obtenemos energía nuclear; cuando comemos nuestro
organismo rompe la comida en partes más pequeñas que nos proporcionan energía y
vitaminas; si nos queremos tirar a la piscina, el cerebro, mediante una
señalización química avisa a nuestras piernas para que salten… ¡Fascinante!
Decidir
estudiar química, creo que fue una de las mayores y mejores decisiones que he
tomado en la vida. Me divierto haciendo ciencia, al tiempo que aprendo y además
contribuyo a mejorar la calidad de vida de las personas.
La segunda
decisión importante que tomé, fue cuando decidí que quería curar el cáncer.
Esta tampoco fue una decisión tomada en un minuto, sino que su reflexión me
llevo alguna que otra tarde; aunque recuerdo perfectamente el momento que vi la
luz.
Me encontraba
en el último año de mis estudios universitarios, todo eran dudas, indecisiones,
un futuro por delante, todas las opciones posibles encima de la mesa y tocaba
tomar otra decisión importante. Era momento de focalizar mis estudios, escoger
un área de estudios, decidir, en pocas palabras, cómo o qué quería ser al cabo
de 5 años.
Era una tarde
de primavera, estaba tomado un café con una amiga y compañera de universidad y
hacía meses que ese era nuestro tema de moda: ¿Y ahora qué? Y mientras
hablábamos, yo iba reflexionando: quería un gran reto personal y profesional,
que marcará un antes y un después en mi mundo y en el mundo científico (siempre
me ha gustado pensar a lo grande); pero a la vez quería ayudar a la gente,
mejorar sus vidas. Y las opciones se iban reduciendo… Prefería una bata de
laboratorio antes que un traje y una oficina, prefería experimentar y
divertirme probando nuevas cosas antes que seguir una rutina, y claro, quería
hacer algo grande, un gran reto. Y de repente, lo vi todo claro: el cáncer,
había que erradicar el cáncer.
Y así fue como
decidí que de mayor quería ser química médica. Química, evidentemente, mi mundo
gira en torno a dicha ciencia y médica porque, aun sin saber de medicina,
trabajo en un tema médico como es la enfermedad del cáncer. Pero yo no me
dedico a tratar pacientes, yo me dedico a intentar entender cómo viven y
sobreviven las células de cáncer y encontrar un mecanismo o tratamiento que sea
más fuerte que ellas.
Es
completamente fascinante, cultivo unas células de pacientes extraídas con una
biopsia del tumor, les doy de comer, las mantengo a una temperatura agradable
para ellas y hago que crezcan millones y millones. Después les añado un
biomaterial que solidifica y se forman unos micro-tumores de cáncer en el
laboratorio. Es completamente fascinante. A los tumores les doy de comer y
crecen, se hacen más grandes y aparecen más células. Y en este momento, empiezo
a hacer volar la imaginación y a jugar. Y nunca se me olvida que “la química no
tiene frontera en lo imposible”
Me dedico a
entender el cáncer desde un punto de vista celular, cómo se organizan las
células, sus mecanismos de resistencia a los fármacos, cómo se reproducen y
cómo una sola célula es capaz de liberarse del tumor y anclarse a otra parte
del cuerpo para hacer crecer otro. Para ello, imaginación: les cambio la
temperatura, les inyecto fármacos, productos tóxicos, nanopartículas, les limito
el oxígeno que tienen para respirar, las irradio con luz… y podría escribir
páginas y páginas, y vosotros también podríais, de todas y cada una de las
ideas para hacerle “la vida” más complicada a las células de cáncer. Es
completamente fascinante.
Fig. 1. Células cancerígenas (PANC-1) y fibroblastos humanos (hNDF) con una tinción DAPI (azúl: núcleo, rojo: citoesqueleto), visto con un microscopio.
Porque después
de todo, ellas siguen vivas y siguen reproduciéndose. Y eso es lo más
fascinante de todo y uno de los retos más duros que he vivido nunca. En la
selva, los animales sobreviven por la “ley del más fuerte”; cuando se trata del
cáncer, sobrevive el más hábil y perspicaz. A día de hoy no lo somos los
científicos, pero con más conocimiento y más juegos, algún día le vamos a ganar
la batalla.
El cáncer, y
encontrar su cura o un tratamiento eficaz es uno de los retos más
impresionantes que tiene la comunidad científica a día de hoy. No es el único,
pero para mí es el más sorprendente y formar parte de ello me genera una gran
ilusión. Pero no termina aquí, cada día aparecen nuevos retos científicos y los
químicos somos una parte muy importante en la búsqueda de soluciones.
Una vez te
conviertes en químico, no hay nada que se te resista, y no lo olvides: ¡Con la
química desaparece la frontera de lo imposible!
Júlia Dulsat Mas
Graduada
en Química con un Máster en Química Farmacéutica
PhD candidate en el
Departamento de Bioingeniería en la facultad IQS-SchoolofEngineering,
Universidad Ramon Llull (Barcelona)
Escucha música mientras lees.
No hay comentarios:
Publicar un comentario