Y yo quiero ser...Científica Marina
(Por
Laura Prieto Gálvez)
Cuando yo le
dije a mi madre en mi Pontevedra natal que quería estudiar Ciencias del Mar, en
junio de 1990, mi madre me preguntó “¿Ciencias del Mal?, pero ¿eso para qué
es?, ¿para leer la mano?” Así era de desconocida la carrera cuando me picó el
gusanillo de estudiar el mar. Desde aquel día hasta hoy, mucho ha llovido.
Finalmente hice mi carrera de 5 años en la Universidad de Cádiz. Para los que
penséis que estos estudios universitarios se tratan de Biología Marina, estáis
muy equivocados. Nada más lejos de la realidad. La carrera de Ciencias del Mar
viene a ser como una mesa de cinco patas, cada una de ellas representada por
las cinco ramas de la ciencia necesarias para entender el mar desde una
perspectiva multidisciplinar: matemáticas, física, química, geología y
biología. Pensar que el mar es la parte más extensa de nuestro planeta Tierra,
y que se encuentra en constante interacción con la atmósfera y con los
continentes y los fondos marinos. Al ser un ambiente tan dinámico, es necesario
estudiar tanto su estado general como los cambios que se producen a diferentes
escalas temporales y espaciales, algo imposible de hacer sin la ayuda de las
matemáticas y de la física.
Cuando estaba
estudiando mi tercer año de Ciencias del Mar entré como alumna colaboradora en
el grupo de Ecología del Departamento de Biología Animal, Vegetal y Ecología.
Gracias a la labor que hacía en dicho grupo, una vez era Licenciada en Ciencias
del Mar, y el mismo día que era la Graduación, me embarqué en mi primera
campaña oceanográfica “IctioAlboránCádiz 95”, la cual se desarrollaba durante
un mes en el mar de Alborán, el estrecho de Gibraltar y el golfo de Cádiz. Ese
fue mi bautismo real en la vida científica marina, estando a pie de cañón en la
vorágine de una campaña, con otros científicos, tomando decisiones,
muestreando, analizando, trabajando jornadas de 14-16 horas. Con los datos
obtenidos de dicha campaña, realicé mi Tesis de Licenciatura, con cuya defensa
obtuve el título de Licenciada con Grado en Ciencias del Mar.
Gracias a la
obtención de una beca del Ministerio de Educación y Ciencia, pude desarrollar
mi Tesis Doctoral sobre un tema muy vinculado al papel que hacen los océanos
para mitigar el efecto invernadero: el proceso de formación de agregados
marinos, que es uno de los procesos de los que consta la bomba biológica de
carbono. Esta bomba biológica consiste en que gracias a la fotosíntesis
realizada por el fitoplancton en las capas superficiales del océano, y donde la
concentración de dióxido de carbono está en equilibrio con la atmósfera, esta
nueva biomasa algal, cuando llega el final del periodo que se conoce como
floración del fitoplancton, comienza a adherirse hasta generar agregados de
mayor tamaño que las células individuales de fitoplancton. Estos agregados
sedimentan a mayor velocidad y se produce un transporte de carbono desde las
aguas superficiales hacia las aguas profundas. De esta manera, se “secuestra”
el carbono y queda separado su contacto con la atmósfera en escalas de tiempo
desde décadas a centenas de años. Para la realización de mi Tesis Doctoral,
participé en numerosas campañas oceanográficas (en el océano Pacífico, en el
Atlántico y en el mar Mediterráneo) y realicé varias estancias en centros de
investigación extranjeros (IFM en Kiel, Alemania; Universidad de Hawaii y
Universidad de Columbia en Nueva York).
Tras la
defensa de mi Tesis Doctoral, obtuve una beca Postdoctoral del Ministerio de
Educación y Ciencia, para realizar investigación en la interacción de la
oceanografía física con la oceanografía biológica, en el Lamont Doherty Earth
Observatory de la Universidad de Columbia de la ciudad de Nueva York. Durante
esta etapa de mi vida tuve acceso a tecnología de última generación para poder
investigar como un fenómeno físico como es la existencia de un frente de
plataforma, afecta a la producción primaria y por tanto a la cadena trófica.
Pero, ¿qué es un frente de plataforma? La mejor manera de explicarlo es
intentar visualizarlo. Sabéis que en el Atlántico Norte se encuentra la famosa
Corriente del Golfo, tan empleada por los navegantes desde hace centenas de
años, y que es responsable del clima tanto en Europa como en la costa este de
América del Norte (Canadá y Estados Unidos de América). Pues dicha corriente,
cuando va hacia el sur en el oeste del Atlántico Norte, y a una distancia de la
costa donde el fondo marino empieza a tener mayor profundidad (lo que se conoce
como borde de la plataforma continental), genera un fenómeno físico por el
cual, aguas profundas más ricas en nutrientes, suben hacia profundidades
menores donde existe suficiente luz para que las células del fitoplancton
puedan realizar la fotosíntesis. De esta manera se produce una “fertilización”
de las aguas superficiales. Para poder estudiar este fenómeno se emplearon
desde colorantes que eran fluorescentes y se podía estudiar su dispersión por
el mar, hasta sensores que enviaban datos y agua casi a tiempo real a la
cubierta del barco oceanográfico, donde el grupo de científicos a bordo
tomábamos numerosas variables para estudiar este efecto fertilizador.
Mientras
estaba realizando mi estancia Postdoctoral en Nueva York, fui invitada a
participar en una campaña en la cuenca Guaymas, en el océano Pacífico en la
zona de Baja California, para estudiar el proceso de agregación pero en un
ecosistema que se sustenta por un motor totalmente distinto al habitual: las
fuentes hidrotermales profundas. Si normalmente en los ecosistemas marinos los
eslabones más bajos de la cadena trófica comienzan con el fenómeno de la
fotosíntesis, en el caso de las fuentes hidrotermales profundas el motor es la
quimiosíntesis realizada por bacterias que son capaces de utilizar los
compuestos químicos que lleva el agua de mar a muy elevadas temperaturas y que
ha sido transformada y enriquecida al pasar cerca de zonas activas
volcánicamente. La participación en esta campaña me permitió hacer algo
extraordinario como fue bajar a 2100 m de profundidad en el batiscafo ALVIN y
ver con mis propios ojos dicho ecosistema.
Pero mi
actividad como científica marina ha continuado evolucionando y cuando me
reincorporé a la comunidad científica en España, mi línea de investigación la
enfoqué en una temática con un impacto claro en la sociedad en la que vivimos:
las medusas. Dada mi experiencia en la oceanografía biológica, mi estudio sobre
estos fascinantes organismos gelatinosos se realiza desde una perspectiva
multidisciplinar, abordando la dinámica de poblaciones de estos organismos
teniendo en cuenta desde los fenómenos meteorológicos, hasta los climáticos y
oceanográficos.
La profesión
de científica marina es apasionante. Requiere dedicación, esfuerzo y vocación.
Es un trabajo que te permite realizar parte del mismo en el laboratorio, otra parte
en salidas al mar, de corta duración o de semanas en campañas oceanográficas, y
la mayor parte de tu tiempo te encuentras en tu mesa con tu ordenador
estudiando los trabajos de otros investigadores, pensando en nuevas ideas,
analizando tus propios resultados e intentando cristalizar tu investigación en
publicaciones científicas que aporten nuevo conocimiento sobre el mar.
Laura Prieto Gálvez
Doctora
en Ciencias del Mar
Investigadora Distinguida del
Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, CSIC)
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muy buen artículo, me encanta!
ResponderEliminarGracias Marina.
EliminarNos encanta que te guste.
Lo puedes descargar entero en pdf.