Y yo quiero ser...Geóloga
(Por
Marta Ferrater Gómez)
Escucha música mientras lees, vete al final.
Sé de la
inexistente o, en el mejor de los casos, mala fama de la que disfruta la
geología. Por eso, a los pocos valientes que estén dispuestos a leer este
capítulo prometo no aburrirles. Sólo pretendo transmitir lo que la geología
representa para mí, no simplemente una ciencia, sino mi gran pasión. Para
empezar, enumeraré las razones que pueden llevar a afirmar con rotundidad:
“quiero ser… geóloga”
Quiero ser
geóloga para:
-Entender cómo ser formaron las
montañas de mi alrededor.
-Entender los lentos, pero a
veces catastróficos procesos que moldean la Tierra y relacionarlos con los
ocurridos en el pasado.
-Encontrar los fallos en las
películas de desastres naturales en las que tantas veces los protagonistas son
geólogos.
-Considerar los peligros
naturales a los que está expuesta mi casa y mi pueblo/ciudad.
-Identificar como en cualquier
equipo de exploración, en la Tierra o en cualquier otro cuerpo celeste, por
ejemplo, en la Luna, se necesita como mínimo un/a geólogo/a.
-Viajar al interior de volcanes
activos y oler el azufre que tiñe todo de color amarillo.
-Bañarme en lagos en el interior
de cráteres de volcanes inactivos.
-Tocar al mismo tiempo dos placas
litosféricas separadas por una falla.
-Poner cada pie en la cuenca de
drenaje de un océano diferente.
-Observar fascinada como mi
sombra varía a lo largo del año y no solo a lo largo del día, y entender cómo
eso tiene una incidencia en los relojes de Sol.
-Navegar por encima de fosas
abisales o someras plataformas marinas, entendiendo que la fauna que habita en
cada uno de estos contextos es muy distinta.
-Escalar calizas, areniscas o
granitos, y no solamente piedras.
-Tumbarme en playas constituidas
por millones de fragmentos de coral y otros muchos esqueletos de organismos.
-Comparar mi huella con la de un
dinosaurio y transportarme a su hábitat, de clima, relieve y vegetación
distintos.
-Valorar la complicada y casual
existencia del ser humano.
-Adquirir perspectiva del tiempo.
-Tomar consciencia de que la
mayoría de objetos manufacturados por los humanos han sido y son confeccionados
a partir de los materiales de la Tierra, desde las piedras cortantes de los
primeros homínidos a los ordenadores más avanzados, y que sin ellos no habría
la tecnología que hay actualmente.
-Tener claro que todas las
acciones antrópicas tienen sus consecuencias en la Tierra y, por lo tanto, para
el resto de seres vivos con los que convivimos.
-Usar el agua teniendo en cuenta
su delicado ciclo de evaporación y precipitación.
-Calcular el volumen de roca que
se tiene que explotar para extraer el petróleo necesario para llenar el
depósito de gasolina.
-Degustar frutas y verduras de
sabores distintos según el suelo donde hayan crecido.
-Hacer campañas de campo con mis
compañeros durante días disfrutando a partes iguales del trabajo y de la
compañía.
Todas estas y
muchas más razones son las que me harían repetir sin titubear la decisión que
tomé hace años en matricularme a la facultad para cursar esta tan olvidada
ciencia: la geología. Lo mejor de todo es que puedo decir que tomé la decisión
sin saber ni la mitad de estas razones. Su descubrimiento progresivo a lo largo
de los años sigue siendo emocionante hoy en día.
Sinceramente,
cuando me matriculé no tenía ni la más remota idea de qué me esperaba. Me
llamaban mucho la atención las ciencias, pero a la vez no era capaz de
decidirme por ninguna, porque cuando me miraba los planes de estudio me
parecían muy monótonos, parecía que las asignaturas fueran extremadamente
repetitivas. Cuando, por casualidad, comprobé el de geología, me sorprendió
gratamente, ya que incluía asignaturas de física, química, matemáticas,
biología, informática y otras muchas relacionadas con la geología. Y además
estaban programadas numerosas salidas de campo, a la montaña, al mar, y no sólo
por los alrededores de casa. Esto último recuerdo que causaba una clara envidia
a mis amigos que estudiaban otras cosas. A finales de trimestre en vez de estar
encerrada en la biblioteca, pasaba semanas fuera de casa.
No engañaré a
nadie. A pesar de que la esté presentando de una forma
desenfadada, que la geología no sea una ciencia exacta, no quiere decir que sea
sencilla, todo lo contrario. Como en la mayoría del conocimiento, cuanto más se
sepa, más cerca se estará de la verdad. Así, durante los primeros años de
carrera se presenta el conocimiento fragmentado, a veces en forma de asignaturas
nada motivadoras (como en el resto de estudios, la verdad). Esta metodología a
veces puede ser desalentadora, pero al final llega un día maravilloso.
El día en que
te das cuenta que eres capaz de relacionar todos esos conocimientos discretos,
haciendo que converjan y tomen sentido. Ese día puede llegar durante los
últimos cursos o más adelante durante los primeros trabajos. Ese día en el que
pasas de asistir al campo para analizar elementos o procesos concretos, y pasas
a analizar los estratos, las formas y los detalles como parte de un todo, sin
clasificarlos en libros o apuntes de una asignatura concreta. Ese día en que
sabes que te has convertido en geóloga, y que tu vida no volverá a ser la
misma.
Y es que yo ya
no recuerdo cómo era andar por la montaña o cerca del mar, o viajar en coche
cruzando parajes sin observar e identificar todos los elementos que me llevasen
a reconstruir ambientes, procesos, cambios, y en definitiva la historia
geológica de lo que me rodea, de lo que nos rodea. Y cuando digo rodear, me
refiero tridimensionalmente, incluyendo el interior de la Tierra y la tan
necesaria atmósfera. No, no recuerdo cómo era observar la naturaleza sin
entenderla, sin apasionarme, sin querer compartir la belleza del saber con los
que me acompañan. En definitiva, ¡sin divertirme!
Al principio,
además, los profesores nos repetían que estudiar geología nos abriría las
puertas a viajar mucho. Yo no lo entendía y tampoco le daba demasiada
importancia. Con el tiempo, definitivamente, ha sido uno de los puntos fuertes
de mi formación. No sólo durante la carrera y durante mi vida profesional, sino
que en escoger un destino de vacaciones priorizo su contexto geológico.
Disfruto de los volcanes y de las formaciones rocosas tan distintas a las de la
Península Ibérica y de los paisajes que alcanzan hasta más allá de donde
alcanza mi vista.
Con todo esto
quiero llegar a explicar que ser geóloga no se limita a coleccionar rocas y
minerales en cajitas. Ser geóloga es ser la criminóloga de la naturaleza, donde
unas evidencias bien escogidas permiten acercarse a la verdad, a descubrir qué
es lo que se esconde en el puzle de tantos millones de piezas.
Actualmente
soy profesora de instituto y sé que un porcentaje diminuto de mis alumnos se
convertirá en geológos/as. Mi objetivo tampoco es ese. Me conformaré con que
sepan apreciar la naturaleza y con que se formen un rico espíritu científico.
Pero quizás después de estas líneas sí que te he convencido a ti, paciente y
valiente lector/a.
Marta Ferrater Gómez
Licenciada en Geología y
Doctora en Ciencias de la Tierra
Escucha música mientras lees.
Hola Marta. Comparto contigo profesión y pasión por la geología. Y me ha encantado tu capítulo de este libro. Enhorabuena! Seguro que a tus alumnos les contagias entusiasmo y curiosidad a partes iguales, imprescindibles para ser ciudadanos de nuestro planeta y de nuestro tiempo, y no sólo meros transeúntes.
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